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Mientras los escándalos de corrupción
campan a sus anchas por toda la geografía nacional y entre los partidos
políticos, la ciudadanía asume el papel que le han asignado y acude presta a
pagar sus impuestos si no quiere vérselas con los que aseguran que Hacienda
somos todos, aunque es evidente que se trata de un eufemismo usado habitualmente
por profesionales del dinero público que conocen cómo nos las gastamos cuando
de abonar impuestos se trata. Por las mismas, porque sencillamente somos unos
ciudadanos ejemplares aunque cueste creerlo, lo menos que se nos podía dar a
cambio es justicia para nuestra sed de venganza contra los mangantes de guante
blanco que tanto proliferan en los partidos políticos y las Administraciones
Públicas, y que se han llevado el dinero de todos a cara descubierta. Sin embargo,
al menos por el momento, lo de comprobar que les hacen pagar sus fechorías es
utópico, y así se desprende de hecho del proceso que se sigue en contra de
ellos, que tiene previsto acabar, si es que algún día se da el milagro, cuando
no sirva de nada. Los que aseguraron que, en los procesos judiciales, la verdad
va desapareciendo al tiempo que se desarrollan las tareas propias de la causa,
no andaban equivocados. Por eso los entretienen todo el tiempo que les es
posible, porque de esta manera el acusado-procesado acaba saliendo ileso de los
asuntos judiciales que se habían iniciado en contra de él.
De los manirrotos procesados e
imputados en causas de apropiación indebida de dinero público no falta ninguna
de las escalas sociales conocidas entre nosotros, desde la monarquía hasta la
confederación empresarial, pasando por alcaldes, secretarios, tesoreros,
sindicalistas, políticos de altura, testaferros de tres al cuarto, ingenieros
de finanzas y demás flora y fauna española. Y todos por las mismas razones, es
decir, que coinciden en las intenciones y en la realización de sus fechorías,
lo que por el momento supone la desaparición de cientos de millones de euros
que debían estar controlados e ingresados en la Hacienda Pública
y que les ha servido a estos profesionales del trinque aumentar su patrimonio
de forma espectacular. Con todo, lo que realmente molesta entre la ciudadanía
es que, por ser quienes son y poseer medios económicos en cantidad suficiente
como para empapelar juzgados, se permiten equipos de abogados de primera línea
capaces de ralentizar procesos, pedir nulidades de pruebas e influir en la
opinión de los tribunales. Sin ir más lejos, muchos de ellos debían estar en
prisión desde hace meses por infinidad de razones judiciales, pero, muy al
contrario, mantienen su nivel de vida y van y vienen como si tal cosa.
Claro, con todo este lío por
resolver, con la crisis económica que soportamos cada día que pasa peor, el que
ahora se nos venga encima la campaña del pago de los impuestos y la declaración
de la renta, es normal que nos repatee y que juremos y perjuremos contra todo
lo que se mueva. Con semejante dislate en remojo y sazonando, viendo que la
justicia no tiene el mismo rasero para todos, es comprensible que la ciudadanía
se permita el lujo, que por cierto es el único a lo que puede acceder sin caer
en delito punible, de no pagar de buena gana. Un año más esperará hasta el
último día y porque no puede pedir prórrogas sin pagar por ello, porque si no
ya veríamos. Evidentemente, los políticos no nos tienen ningún respeto y no
cuentan con nosotros para nada, a no ser que estemos en período electoral,
porque entonces sí que somos interesantes. Para cuando este tiempo llegue, ¿se
habrán calmado los ánimos de los desahuciados, los engañados por las
preferentes, los que están obligados a pagar por las recetas médicas, los de la
dependencia, los de la educación, los de la sanidad, etc.? Mucho tendrá que
cambiar la situación para que estas miles de personas recuperen su sentido de
la responsabilidad ciudadana y acudan a votar. Pero mucho…