miércoles, 13 de diciembre de 2017

LA CIUDAD QUE TODOS QUEREMOS Y NECESITAMOS

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Como era de esperar, después de la tempestad viene la calma, y los charcos y lagunas que se forman en nuestras calles y avenidas y que tanto molestan, afean y nos manchan cuando coincidimos con algún vehículo. Y que conste que no habrá sido porque esta anómala situación no haya sido criticada, porque para remediar  estos defectos de construcción objetivamente cuestionados han tenido tiempo de sobra para solventarlos. No sabemos si seremos, como ciudad,  los únicos en los que esta situación se dan tan exageradamente, pero la realidad es que conocemos otros lugares en los que desde el primer momento, desde que se inicia la obra o la intervención municipal, se tiene en cuenta resolver la conducción de las aguas hacia los sumideros existentes, evitando de esta forma lo que comprobamos entre nosotros, que el agua se acumula en puntos muy alejados del sumidero más próximo inexplicablemente, porque herramientas y conocimientos hay de sobra . Y no nos gusta una ciudad en la que circular por sus calles demande de los conductores, especialmente de aquellos que son sensibles con la situación en la que se desenvuelven los peatones, tengan que reducir la velocidad para no salpicarles el agua y el barro acumulados. Evidentemente, de obras no entendemos nada, pero sí de acabados y de buen gusto, y es precisamente desde esa perspectiva desde donde surge la crítica o exigencia, como ustedes quieran, para que, primero, se eliminen los actuales charcos y lagunas conocidos y, por otro, que en las nuevas obras a ejecutar se tenga en cuenta algo tan elemental como es que la caída de las aguas que se le dé al asfalto acabe en el sumidero y no a dos o tres metros, que es como ahora los vemos.

De entre nuestras calles más emblemáticas, sin duda que la avenida de Blas Infante se lleva el primer premio, ya que toda su longitud, y desde que se reasfaltó hace años, existen  lugares en los que se forman charcos de gran capacidad de almacenamiento de agua. Años llevamos demandando la eliminación de este enorme defecto que tanto daña a los peatones, ensucia los laterales de toda ella y desde luego que no ayuda a la imagen de la ciudad. En las mismas estamos en la práctica totalidad de las bandas de reducción de velocidad que nos encontramos, algunas de las cuales, porque no se ha cuidado el detalle o porque no se limpia el conducto que permite el paso del agua, aparecen completas en el momento de la aparición de las lluvias, y un buen ejemplo puede ser la existente en la calle 28 de febrero, de reciente construcción. Y luego, ya se sabe, como lo de limpiar los sumideros no es algo que entre nosotros se lleve al día, y más si, como ocurre ahora, le sumamos la caída masiva de las hojas de los árboles, pues es lo que faltaba para que peatones y conductores se vean limitados en sus movimientos y condicionados por el entorno. Entendemos que por ser algo muy extendido por toda la ciudad, resolver este asunto debe ser complicado y costoso, porque de otra forma no se entiende que ocurra lo mismo de manera reiterada y que nadie le ponga remedio. Alguien está en la obligación de reclamar en donde corresponda y exigir en nuestro nombre la solución a un problema que demanda una intervención antes de que ocurra y no después, cuando el daño está hecho. Las lluvias van a volver y de hecho lo deseamos fervientemente; que se solucione el problema denunciado nos tememos que no será harina de otro costal.  El tiempo lo dirá.