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Como era de esperar, después
de la tempestad viene la calma, y los charcos y lagunas que se forman en
nuestras calles y avenidas y que tanto molestan, afean y nos manchan cuando
coincidimos con algún vehículo. Y que conste que no habrá sido porque esta
anómala situación no haya sido criticada, porque para remediar estos defectos de construcción objetivamente
cuestionados han tenido tiempo de sobra para solventarlos. No sabemos si
seremos, como ciudad, los únicos en los
que esta situación se dan tan exageradamente, pero la realidad es que conocemos
otros lugares en los que desde el primer momento, desde que se inicia la obra o
la intervención municipal, se tiene en cuenta resolver la conducción de las
aguas hacia los sumideros existentes, evitando de esta forma lo que comprobamos
entre nosotros, que el agua se acumula en puntos muy alejados del sumidero más
próximo inexplicablemente, porque herramientas y conocimientos hay de sobra . Y
no nos gusta una ciudad en la que circular por sus calles demande de los
conductores, especialmente de aquellos que son sensibles con la situación en la
que se desenvuelven los peatones, tengan que reducir la velocidad para no
salpicarles el agua y el barro acumulados. Evidentemente, de obras no
entendemos nada, pero sí de acabados y de buen gusto, y es precisamente desde
esa perspectiva desde donde surge la crítica o exigencia, como ustedes quieran,
para que, primero, se eliminen los actuales charcos y lagunas conocidos y, por
otro, que en las nuevas obras a ejecutar se tenga en cuenta algo tan elemental
como es que la caída de las aguas que se le dé al asfalto acabe en el sumidero
y no a dos o tres metros, que es como ahora los vemos.
De entre nuestras calles
más emblemáticas, sin duda que la avenida de Blas Infante se lleva el primer
premio, ya que toda su longitud, y desde que se reasfaltó hace años,
existen lugares en los que se forman
charcos de gran capacidad de almacenamiento de agua. Años llevamos demandando
la eliminación de este enorme defecto que tanto daña a los peatones, ensucia
los laterales de toda ella y desde luego que no ayuda a la imagen de la ciudad.
En las mismas estamos en la práctica totalidad de las bandas de reducción de
velocidad que nos encontramos, algunas de las cuales, porque no se ha cuidado
el detalle o porque no se limpia el conducto que permite el paso del agua,
aparecen completas en el momento de la aparición de las lluvias, y un buen
ejemplo puede ser la existente en la calle 28 de febrero, de reciente
construcción. Y luego, ya se sabe, como lo de limpiar los sumideros no es algo
que entre nosotros se lleve al día, y más si, como ocurre ahora, le sumamos la
caída masiva de las hojas de los árboles, pues es lo que faltaba para que
peatones y conductores se vean limitados en sus movimientos y condicionados por
el entorno. Entendemos que por ser algo muy extendido por toda la ciudad,
resolver este asunto debe ser complicado y costoso, porque de otra forma no se
entiende que ocurra lo mismo de manera reiterada y que nadie le ponga remedio.
Alguien está en la obligación de reclamar en donde corresponda y exigir en
nuestro nombre la solución a un problema que demanda una intervención antes de
que ocurra y no después, cuando el daño está hecho. Las lluvias van a volver y
de hecho lo deseamos fervientemente; que se solucione el problema denunciado
nos tememos que no será harina de otro costal.
El tiempo lo dirá.