Finalmente, acabó imponiéndose la candidatura de
Manuel Vázquez a la presidencia de la cofradía matriz de la patrona. Sin
grandes diferencias se impuso en la noche del sábado a las otras dos, las
encabezadas por Manuela Díaz y José Antonio Hinojo. De acuerdo con la opinión
de los entendidos, se ha elegido a quien más interés puso en pasar
desapercibido en los medios de comunicación y redes sociales para dedicarse a
trabajar los votos que necesitaba para auparse al cargo de más alto rango en la
dirección de la cofradía. Sin embargo, conviene recordar que también ha sido
muy importante la valoración social del candidato, ya que cuando fue hermano
mayor, y lo fue en un momento muy delicado, supo estar donde debía, sin dar un paso
en falso, y cuando lo reclamaron para unirse a los cofrades ahora cesados de
sus respectivos cargos, su honestidad y coherencia lo mantuvo en su puesto y
solo le dedicó esfuerzos a calmar los ánimos y a encontrar vías de
entendimiento que evitaran lo que se veía venir de lejos y que ha sido uno de
los episodios más tristes y negros en la ya larga e intensa historia de la
cofradía. Ahora lo que se busca precisamente es todo lo contrario, calma,
sosiego, horizontes compartidos y un objetivo concreto e irrenunciable por
parte de la Iglesia: ampliar generosamente la devoción a la Virgen de la
Cabeza, implicar a las diferentes cofradías y sus integrantes y acercar a la
ciudadanía a una devoción con ochocientos años de historia. Para conseguir este
objetivo, todos deberemos remar con la misma intensidad y hacia la misma
dirección, independientemente de que se acepte sin complejos ni condiciones a
los que discrepen de la totalidad o en algunos puntos concretos de la dinámica
de la cofradía. Por lo tanto, el trabajo que tiene por delante la nueva
presidencia se anuncia duro y largo en el tiempo, y estamos convencidos de que
necesitará del esfuerzo y la participación de todos los actores convocados para
llevar a buen puerto esta primera etapa y colocar las bases de las que tengan
que venir.
No es bueno ni sería aceptable volver a caer en los
mismos errores, en permitir que se frene el futuro de una devoción que nos
sobrepasa, que nos supera, que nos obliga a todas y todos a dejar de lado
egoísmos e intereses para dedicarse a consolidar, sobre cimientos fuertes y
seguros, el futuro de nuestras creencias alrededor de la patrona. Por supuesto,
que nadie intente apagar los legítimos deseos de aquellos que siguen en el
convencimiento de que hay que dialogar, de que es posible el acuerdo, de que no
todo lo que conocemos responde a la verdad… Lo que sí se debe, sí o sí, es
hacerlo con consenso y respeto, con sentido común y generosidad, evitando los
escándalos y salidas de tono añadiéndole el sello de estar justificados. Los
fuegos se deben apagar del todo porque de otra forma en cualquier momento
renacen de sus cenizas y vuelven a quemar lo sembrado. En asunto de tanta
trascendencia para las personas y las instituciones, lo fundamental es que las
partes hablen de ello sin miedos ni recelos a las distancias que les separan y
enfrentan, para que las recorten de manera definitiva. Sería interesante para
todos que se tuviera en cuenta la importancia real y el peso específico que
tiene la devoción a la Virgen de la Cabeza entre nosotros como devotos y como
ciudad. De hecho, la nueva presidencia debería iniciar los trabajos que
llevaran la enorme sinergia económica que genera esta devoción a lo largo del
año hasta la ciudad, que desde siempre la ha observado desde lejos y, por tanto,
perdido la gran oportunidad de darse a conocer entre romeros y peregrinos, que
la observan exclusivamente como paso
obligado para el acceso a la basílica-santuario.