La historia que hoy compartiremos comienza en el
momento en el que el Gobierno decide el nombramiento del señor Fernández de
Moya, por entonces alcalde de la capital, como nuevo secretario de Estado de
Hacienda, que para eso precisamente lo había propuesto el ministro Montoro.
Hasta aquí nada nuevo sobre la mesa, porque eso de que entre los políticos se
ayuden a prosperar no solo se lleva mucho, sino que se entiende. Todo iría bien
si no fuera porque el nombramiento conlleva que el designado no pueda
compaginar cargos, concretamente el de presidente del partido, en este caso el
Popular, en la provincia. A partir de este instante la política provincial de
esta organización comienza a ir mal, a complicarse, a tener problemas. En una situación tan concreta, los militantes
que soportaban las decisiones del anterior presidente de no muy buena gana,
hartos que estaban de su despotismo y sus chulescas decisiones, deciden unirse
para conseguir la presidencia del partido aportando nuevos cauces de
entendimiento, nuevas formas de desarrollar los programas de la organización y
perspectivas diferentes entre los dirigentes y los militantes. Pero ¡hasta aquí
hemos llegado!, que diría el caballero a su escudero…. Fernández de Moya, consciente de que su paso
por la política madrileña podía tener los días contados, no quería por nada del
mundo dejar el mando de su partido en la provincia por la evidente pérdida de
poder que conlleva.
Así, luego de obligar al Gobierno a pronunciarse sobre
la incompatibilidad del cargo, el trabajo por desarrollar se centraba en buscar
a las personas afines al que se va a los madriles para que todo quede atado y
bien atado. Paralelamente, los militantes críticos, que no son pocos, se hacen
visibles y esgrimen sus poderes para la consecución del cargo, lo que molesta
enormemente al oficialismo de este partido en la provincia e inician la guerra
sin cuartel a la que hemos llegado hasta ahora: militantes de gran peso
político apartados de lo que comenzó a conocerse como la lista de Fernández de
Moya. Dos ejemplos tenemos a mano que por sí mismos muestran las verdaderas
intenciones de quienes son capaces de darlo todo por no perder protagonismo;
uno, Miguel Moreno, actual alcalde de Porcuna, ganador absoluto de todas las
elecciones en las que ha participado y actualmente con gran apoyo popular. Otro,
Jesús Estrella, el hombre que ha dirigido Andújar hasta las últimas elecciones
y luego de doce años seguidos
presidiendo la Alcaldía. Para el Partido Popular provincial de nada ha servido
currículos tan completos y exitosos. Naturalmente, las consecuencias
sobrevenidas por colocarse al frente del oficialismo que en la sombra controla
Fernández de Moya no se iban a detener solo haciéndoles perder las elecciones
de régimen interno convocadas y ganadas parece que de forma dudosa. Lo último
que hemos conocido demuestra la gran capacidad de una organización política con
los que se salen de las normas y critican sus decisiones: Jesús Estrella
destituido de su cargo como diputado provincial. Sin más. Eso sí, adornado el
cese con las habituales declaraciones afirmando que se trata de cambios de
estrategia de partido y en ningún caso de venganzas personales.
El Partido Popular de la provincia, sin embargo, se
equivoca. A la comarca norte se le ha
eliminado un claro defensor de sus derechos y sus demandas, y este
detalle debe ser explicado como merece una zona provincial de gran peso
específico por su densidad demográfica y situación económica. El trabajo
desarrollado hasta ahora por los integrantes de la ejecutiva de este partido en
Andújar, y muy especialmente el de su presidente, señor Estrella, ha sido muy
fructífero para las siglas del partido. Y quienes no estén de acuerdo, que lo
demuestren.