Innegable es el esfuerzo de la Concejalía de Medio
Ambiente por controlar el uso que hacemos los ciudadanos del servicio de
limpieza. Otra cosa es nuestro comportamiento, nuestra percepción de lo que
debe ser nuestra obligación en el momento de depositar nuestras bolsas de
basura en los contenedores callejeros a las horas convenidas. Por mucho que se
insista, por mucho interés oficial que se ponga en convencernos de que debemos
cuidar la imagen de la ciudad, el resultado es por completo negativo. Si nos asomamos
a la calle, a cualquiera de ellas en donde nos encontremos con contenedores,
los veremos repletos de bolsas a media mañana y todo tipo de restos que debían
depositarse en el punto limpio, que no para otra cosa se creó y funciona a la
perfección. Por todo esto, no se trata de denunciar dejadez de funciones a
quienes están, entre otras labores, obligados a mantener la ciudad limpia, sino
a quienes no dudan en deshacerse de lo que les sobra cuando les viene en gana.
Así, repetimos por enésima vez, no se trata de limpiar más y sí de ensuciar
menos. Por lo tanto y visto el comportamiento que algunos de nosotros tenemos
en asunto de tanta trascendencia incluso para la salud pública, porque
recordemos que algunas bolsas pueden contener materias nocivas para la salud,
las soluciones que se tengan que tomar a este respecto desde el Ayuntamiento no
solo deben ser urgentes, sino denunciables económicamente. Un buen ejemplo de
que de nada sirve convencer a los infractores con buenas palabras lo tenemos
con las defecaciones de los perros, que siguen siendo referencia vergonzosa en
muchas de nuestras calles sin que se hayan tomado las convenientes medidas
coercitivas que demanda la ciudadanía. De todos es sabido que si se quiere
poner orden en tanto descontrol, nada mejor que rascar el bolsillo del
transgresor, y hacerlo a tiempo suele dar mejor resultado que esperar la
reconversión de quien ha perdido toda referencia del buen gusto y la
solidaridad con el resto de la ciudadanía.
El tema de las cagadas de los perros en nuestras
calles alcanza en estos momentos niveles impensables y la situación exige la
implicación en su control de la Concejalía de este área. Es vergonzoso y muy
peligroso encontrarnos con una de estas defecaciones en plena calle, porque si
tienes la mala suerte de pisar alguna de ellas, lo de menos es lo que supone
arrastrarla hasta que limpies el calzado, sino la posibilidad real de que
acabes infectado por algunas de las enfermedades propias que pueden transmitir
estos animales. Y si se trata de menores, que son especialmente acosados porque
algunos de los centros escolares están situados en calles especialmente
elegidas por estos ciudadanos irresponsables para que sus canes hagan sus
necesidades, no les digo nada lo que pueden acarrear. Lo extraño, lo que no
acaba de entender la ciudadanía, es que no se haga una campaña de control de
los dueños de estos animales, que se programe una campaña concreta desde la que
erradicar esta lacra que tanto afea la ciudad y tanto mal hace al resto de los
ciudadanos. La ambigüedad aplicada hasta ahora es evidente que no ha dado
resultado, que no ha servido para nada y que, al contrario, aumenta claramente
el número de ciudadanos que han perdido toda referencia sobre lo que debe ser
el comportamiento idóneo de todos los habitantes de la ciudad. Definitivamente,
la situación exige entrar a saco, denunciar lo que lo merezca, hacer pagar al
ciudadano su abuso o despreocupación, porque entendemos que es la determinación
de firmeza que debe percibir la ciudad para que no se mantenga el actual
descontrol del que se aprovechan los mismos de siempre y lo padece la totalidad
de la ciudadanía.