Está claro que lo que nosotros expresemos en los
comentarios diarios tendrá una importancia relativa para ustedes. Si lo hace un
significativo representante de la Administración central, desde luego que no
caerá en saco roto. De hecho, ahí tienen ustedes las críticas que ha recibido el
gobernador del Banco de España, del que se conoce que gana un sueldo mensual
que supera los 180.000 euros y que, suponemos que azuzado por sus jefes, o sea,
el Partido Popular, se ha atrevido a decir que los jubilados tienen en sus
viviendas un valor añadido que les permite vivir de su pírrica pensión con
holgura y sin preocupaciones importantes. Por supuesto, no ha tardado en decir
que sus palabras se han sacado de contexto, etc., etc. Las cosas que se dicen
en público lo lógico es que antes las
sopesen, las valoren e intuyan cómo les caerá a la ciudadanía, y
precisamente por eso no entendemos cómo este destacado funcionario metido a
político se atreve a decir semejantes tonterías. Es más, según su opinión, los
sacrificios que los ahora jubilados han tenido que hacer para pagar la hipoteca
para así vivir con relativa tranquilidad el resto de sus días, a lo que por
cierto tienen todo el derecho del mundo, les obliga a guardar silencio, a no quejarse
de las malas intenciones del Gobierno. Y todo porque sus viviendas, ahora
exentas de vérselas con los bancos, les proporcionan seguridad y algo de
tranquilidad, y por eso, según este hombre de incondicional disciplina de
partido, debían de pagar impuestos que graven sus alegrías. Si pasamos página y
nos vamos en busca de otro representante de los destacados por las chorradas
que suele decir cuando le viene en gana o gusta de salir en los medios de
comunicación, la diputada del Partido Popular por Málaga, Celia Villalobos,
vicepresidenta del Congreso para más detalles, que ha sido cazada en infinidad
de ocasiones o bien durmiendo en el sillón o jugando con su tablet mientras se
discutían los presupuestos del Estado, comprobamos que sus barbaridades no
tienen límites ni son desmentidas por sus compañeros de partido. Eso de
asegurar que en España los jubilados deberían trabajar hasta los ochenta años
como ella tiene previsto hacer o que los jóvenes, con dos euros ahorrados al
mes, cuando alcancen la edad de jubilación ya tienen un fondo de pensiones para
vivir holgadamente, no solo marca diferencias con el resto de ciudadanos,
incluidos los que anden mermados en sus facultades psíquicas, sino que cabrea a
la totalidad. De hecho, este tipo de obscenidades orales solo ella es capaz de pronunciarlas y no
dimitir al día siguiente. Y de su partido no digamos, porque como mínimo debía
obligarle a callar para evitar que les reste votos en las ya inminentes
elecciones del 2020, si es que no se convocan antes.
En situaciones de tanta precariedad social y política,
de tanta crispación ciudadana, de tanta justificada necesidad económica entre
los jubilados y pensionistas, la mesura debe marcar distancias y
comportamientos. Y es que si en estos días las calles se llenan casi a diario
de manifestaciones reclamando justicia para pensiones y sueldos de funcionarios
policiales, le añadimos declaraciones de esta guisa, que muestran un
desconocimiento preocupante de cómo les va la vida a los ciudadanos, que se
incrementen las ganas de reventarlo todo, de echar abajo lo establecido, es lo
menos que pueden esperar los que, encima, sin pudor, se atreven a decirnos que
su mayor precaución es que vivamos mejor, no bien, sino a todo tren. A nosotros
nos parece que no estaría de más sentirnos preocupados viendo el bajísimo nivel
que muestran los políticos que nos gobiernan. Y, lo que es peor, su falta de
sensibilidad para interpretar correctamente las penalidades que pasan millones
de ciudadanos. En resumen, muy desagradable.