miércoles, 23 de abril de 2008

AL CERRO TAMBIÉN ACUDEN LOS AMIGOS DE LO AJENO



Las razones, según la policía, se justifican por la dejadez, el despiste y los excesos que protagonizamos; la realidad, que los robos en el santuario y los alrededores se producen cada año y a veces sobre las mismas personas, y no acabamos de aceptar que es imprescindible que al menos le dificultemos a los ladrones las posibilidades que tienen de coger lo que pueden, porque tampoco se complican y van a lo sencillo, echando mano de lo que tienen cerca y que les permite no llamar la atención, y, previamente, no levantar sospechas. Los cacos no tienen preferencia sobre los objetos que nos quitan en cuanto se da la oportunidad, y les da lo mismo que sea el jamón propio de estos días o las chuletas que están a punto de entrar en la barbacoa. No obstante, prefieren los sacos de dormir, mantas, aparatos de radio o televisión, generadores, coches, lámparas, comida en general y bebidas en particular, y muy especialmente aquello que les sea fácil vender, porque casi siempre el fin que persiguen es el económico. No les importa entrar en tiendas de campaña, caravanas y viviendas, y son especialistas en no dejar rastro de su paso y en no llamar la atención.

Según nos cuenta la policía, nunca trabajan solos y suelen ser hombres y mujeres a la par, como si se tratara de un partido político en el que se exige la paridad. Casi siempre eligen con tiempo dónde desarrollar su tarea y escogen fundamentalmente los grupos o las personas que suelen aceptar sin condiciones a quienes, como ellos, acuden a la romería a vivir un día de amistad y paz. Tampoco faltan los que desde lejos y con tiempo otean el horizonte en busca de las personas que creen más confiadas y sobre ellas se dejan caer como si tal cosa para comprobar de cerca cuáles son sus verdaderas posibilidades si deciden actuar. La policía, como norma, nos pide que seamos cautos, que no demos facilidades a nadie, incluso a las personas que nos parecen fiables por amistosas y educadas. Quienes nos avisan de que son precisamente los individuos que hacen alarde de proximidad, esos que nos entregan sin condiciones lo suyo, los que suelen ser más peligrosos, es evidente que no andan descaminados.

Debemos aceptar que las condiciones en las que nos desenvolvemos los días de romería, con todo lo nuestro al alcance de la mano de cualquiera, sin puertas en la carreta, con los vehículos abiertos, con los alimentos encima de la mesa y quizá con muchos de nosotros pasados de comida y bebida, son las ideales para que los amigos de la ajeno hagan su agosto en el mes de abril. Cierto que entre los romeros no faltan agentes de la autoridad que están pendientes de nuestra seguridad y que a muchos de estos individuos acaban controlándolos y deteniéndolos, pero reconocer que somos muchos y que, por tanto, las posibilidades de que se queden con algo nuestro también son muchas, no es nada exagerado. Si acaso, beneficioso, ya que evitamos el disgusto que supone que alguien se apropie de lo que es suyo y nos fastidie la fiesta, y les podemos asegurar que son muchas las personas que acuden a presentar la correspondiente denuncia y muchas las que, por las razones que sean, prefieren guardar silencio.

Por todo lo expuesto, extremar la vigilancia, no dejar nunca solo lo nuestro, prestar atención a las personas que pasean entre las carretas y los vehículos o en viviendas y autocaravanas, es sencillamente prevenir. A veces lo de menos es que alguien se lleve el jamón o la tripa de lomo que tanto trabajo nos costó incorporarla a la comida de romería, pero sí la situación en la que ocurre, puesto que puede degenerar en un enfrentamiento entre el dueño y el ladrón de final incierto y siempre peligroso, porque el que va a robar ya ha decidido qué hacer en caso de ser descubierto y nosotros no tenemos ni idea. Y todos sabemos que los que ahora roban no lo hacen para comer, porque sólo tendrían que pedir y se les daría de sobra; su objetivo es la reventa y de ahí que trabajen sobre seguro, buscando lo que puedan vender a las pocas horas o pasados unos días en lugares concretos.

Así, si son ustedes tan amables y al mismo tiempo cautos, tengan presente que con ustedes y con nosotros viajan hasta el cerro quienes no tienen más objetivo que el robarnos. Por lo tanto, cuanto más difícil se lo pongamos, mejor para ustedes y peor para ellos.