lunes, 23 de junio de 2008

LAS VACACIONES DE VERANO NO SERÁN PARA TODOS




De acuerdo con los datos que los técnicos de la cosa del dinero han emitido estos días, todo indica a que este año, aunque sea por los pelos y con menos posibilidades para el derroche, podremos disfrutar de las vacaciones estivales. Evidentemente, no todos, pero sí la mayoría; los que se quedarán sin ellas son los mismos de siempre, es decir, los que se han excedido a lo largo del año y no han tenido en cuenta que estas vacaciones necesitan de dinero para vivirlas como merecen. Y es que no se puede disfrutar sobre un caballo de la romería y querer también tumbarse en la arena de la playa, junto al chiringuito, como si nada hubiera ocurrido. Está claro que todo no se puede tener y más en tiempos tan complicados como los que corren.

Así las cosas, y teniendo en cuenta que las vacaciones escolares son una realidad, que muchos de nuestros vecinos y vecinas ultiman los preparativos para su traslado a la sierra o a la playa, y que políticamente cada vez nos interesa menos el rumbo de la ciudad, lo mejor que podemos hacer es prepararnos para soportar de la mejor manera posible el éxodo que se produce estos meses, que dejan a la ciudad casi vacía y que nos permite encontrar aparcamiento para nuestro vehículo a cualquiera hora del día, además de un mejor acceso a la barra del bar o a su terraza de verano. Dejaremos de sufrir el tráfico nuestro de cada día, la clase política dejará de molestarnos porque es la primera que huye despavorida de sus obligaciones municipales y descansaremos, si el calor y los ruidos nos lo permiten, más y mejor.

Lo del ruido es lo que peor llevamos, porque para algo ostentamos el triste título de ciudad más ruidosa de la provincia. Sobre nuestro descanso, sin aviso y a deshoras, se nos vienen encima algunos desalmados conduciendo sus ciclomotores del diablo, con un ruido ensordecedor, que son habitualmente acompañados de quienes pasean la ciudad conduciendo su vehículo y la discoteca que les acompaña a todas partes como circo ambulante. Tampoco faltan los que deben estar mal del oído y no acuden al especialista, y optan por subir el volumen a sus televisores sin remordimientos, obligándonos, unos y otros, a cerrar puertas y ventanas y a vivir el verano enclaustrados y respirando el aire frío del aparato, detalle que acaba pasándonos dos facturas: una, la del médico, que debe recuperarnos de la faringitis que hemos cogido; la otra, la de Endesa por el gasto exagerado que hemos hecho del aire acondicionado.

De si nuestros munícipes hacen o no hacen algo para evitar o al menos reducir el impacto acústico que nos producen estos maleducados vecinos, es evidente que no. Para qué nos vamos a entretener en buscar palabras que lo digan más fino, si la verdad es que no parece preocuparles nuestros males. Existen edictos, normas reguladoras, intenciones políticas manifestadas en tiempo electoral y todo lo que ustedes quieran y puedan imaginarse, pero falta decisión política, ganas de hacer algo por el pueblo que los votó. Eso sí, de buenas palabritas y de monsergas andamos sobrados, tanto que si con ellas pudiéramos cambiar nuestro sino, no dudaríamos un instante en poner en marcha nuestra propia defensa.

A todo esto, mientras andamos buscando en los cajones vacíos y en las cuentas del banco o de la caja algún restillo de dinero del que poder echar mano para llevárnoslo de vacaciones, comprobamos que algunos políticos andan realmente preocupados por su futuro. Quizá no midieron bien sus fuerzas y ahora se vean abocados a tener que entregar, obligatoriamente y con sello de urgencia, las cuentas que había guardado como oro en paño. Y a lo peor por eso anden desorientados, cautelosos y en constante estado de cabreo. Nosotros ya dijimos en su momento que las cuentas las debemos dar en la tierra y en el cielo, y que todo es cosa de tiempo, de paciencia. Y justo en ese instante mágico nos encontramos.