Afortunadamente para nuestra ciudad, teniendo en cuenta los problemas económicos en los que nos desenvolvemos actualmente, nos mantenemos firmes en celebraciones lúdicas y religiosas. Está claro que cuando la decisión está tomada y de lo que se trata es de disfrutar de un encuentro de amigos sin importar mucho el motivo, pocos son los que faltan a la cita. Y eso está bien, porque muestran claramente las intenciones de la ciudadanía y de nuestros gobernantes, que hacen todo lo posible para no faltar a ninguna, no sea que algún colectivo se moleste o alguien con menos rango y postín les quite el sitio que tenían reservado en la mesa presidencial. Lo que es del césar hay que dárselo a él en mano, que por el camino puede perderse algún manjar y no es cosa de caer en error tan funesto. Televisiones, radio y diarios dan puntual fe de lo que les decimos, y de hecho son los que nos mantienen al día de saraos y festejos.
Quizá por esto mismo, porque la autoridad competente se muestra capaz de acudir allí donde se puedan sacar votos para cuando hagan falta, desde fuera nos parezca un exceso del que precisamente no salimos beneficiados. Y es que, aunque nos molesten las comparaciones, vemos lo que ocurre en otras ciudades de nuestro entorno y es cierto que no nos parecemos en casi nada. Así, mientras aquí acontecían celebraciones ligadas a la semana santa y a nuestra patrona, y ha sido la noticia reflejada en los medios de comunicación locales, en Marmolejo inauguraban un nuevo polígono industrial que, en plena explotación, supondrá la creación de setecientos puestos de trabajo.
Mientras tanto, nuestros dirigentes, aprovechando que por aquí pasa un representante de una sociedad inversora provincial, que lo hace por cierto invitado por el Vivero de Empresas para pronunciar una conferencia, quieren mostrarle el polígono de Llanos del Sotillo, llamado enfáticamente Innovandújar. Suponemos que para no molestarle al hombre con idas y venidas, se le enseñará el famoso folleto a colorines que se imprimió con motivo de su presentación. La idea, que sin duda es buena, es no obstante tan irreal como absurda si tenemos en cuenta que mientras tanto ciudades que están escasamente a unos kilómetros de la nuestra, también con la A-4 circunvalándolas, han hecho los deberes a tiempo y ofrecen ya terreno en donde poder ubicar industrias y encima a precios competitivos, porque ha sido su ayuntamiento el promotor del polígono y no la iniciativa privada. En nuestro caso, admitiendo que pudiera ofertarse terreno en tres o cuatro años, es evidente que no estamos en condiciones de competir con nadie por mucho que se empeñe el gabinete de márqueting de nuestro alcalde en todo lo contrario.
Que se pueden compaginar los acontecimientos, desde luego; que es posible cumplir con las obligaciones propias de quienes rigen la ciudad y al mismo tiempo buscar ayudas oficiales sin necesidad de decir bobadas y majaderías, por supuesto; que se esté capacitado para este menester y, si no, poner a trabajar a quienes sí puedan ejecutar con éxito los encargos, también. Pero seguir culpando al resto del mundo de tu incompetencia y, de vez en cuando, enseñar los dientes a quienes intentan llevarte la contraria, no sólo te presenta en público como un peligroso intolerante, sino que debilita las cada vez más escasas ganas de influir en la sociedad en busca de soluciones que nos ayuden a mejorar nuestro futuro.
El ejemplo de Marmolejo, como antes lo pudieron ser la capital, La Carolina o el mismo Linares, y no decimos nada de Baeza y Úbeda, que les cayó el gordo con la designación de ciudades patrimonio de la humanidad, nos debían servir de espejo en donde encontrar apoyo para seguir soñando en una ciudad mejor para todas y todos. Y, aunque se siga utilizando el interesado y demagógico latiguillo de que nos tienen olvidados porque nuestro ayuntamiento no tiene el mismo color político de los que mandan en Madrid y en Sevilla, es mentira. El problema reside en las personas y en su capacidad para el diálogo y el entendimiento.
Quizá por esto mismo, porque la autoridad competente se muestra capaz de acudir allí donde se puedan sacar votos para cuando hagan falta, desde fuera nos parezca un exceso del que precisamente no salimos beneficiados. Y es que, aunque nos molesten las comparaciones, vemos lo que ocurre en otras ciudades de nuestro entorno y es cierto que no nos parecemos en casi nada. Así, mientras aquí acontecían celebraciones ligadas a la semana santa y a nuestra patrona, y ha sido la noticia reflejada en los medios de comunicación locales, en Marmolejo inauguraban un nuevo polígono industrial que, en plena explotación, supondrá la creación de setecientos puestos de trabajo.
Mientras tanto, nuestros dirigentes, aprovechando que por aquí pasa un representante de una sociedad inversora provincial, que lo hace por cierto invitado por el Vivero de Empresas para pronunciar una conferencia, quieren mostrarle el polígono de Llanos del Sotillo, llamado enfáticamente Innovandújar. Suponemos que para no molestarle al hombre con idas y venidas, se le enseñará el famoso folleto a colorines que se imprimió con motivo de su presentación. La idea, que sin duda es buena, es no obstante tan irreal como absurda si tenemos en cuenta que mientras tanto ciudades que están escasamente a unos kilómetros de la nuestra, también con la A-4 circunvalándolas, han hecho los deberes a tiempo y ofrecen ya terreno en donde poder ubicar industrias y encima a precios competitivos, porque ha sido su ayuntamiento el promotor del polígono y no la iniciativa privada. En nuestro caso, admitiendo que pudiera ofertarse terreno en tres o cuatro años, es evidente que no estamos en condiciones de competir con nadie por mucho que se empeñe el gabinete de márqueting de nuestro alcalde en todo lo contrario.
Que se pueden compaginar los acontecimientos, desde luego; que es posible cumplir con las obligaciones propias de quienes rigen la ciudad y al mismo tiempo buscar ayudas oficiales sin necesidad de decir bobadas y majaderías, por supuesto; que se esté capacitado para este menester y, si no, poner a trabajar a quienes sí puedan ejecutar con éxito los encargos, también. Pero seguir culpando al resto del mundo de tu incompetencia y, de vez en cuando, enseñar los dientes a quienes intentan llevarte la contraria, no sólo te presenta en público como un peligroso intolerante, sino que debilita las cada vez más escasas ganas de influir en la sociedad en busca de soluciones que nos ayuden a mejorar nuestro futuro.
El ejemplo de Marmolejo, como antes lo pudieron ser la capital, La Carolina o el mismo Linares, y no decimos nada de Baeza y Úbeda, que les cayó el gordo con la designación de ciudades patrimonio de la humanidad, nos debían servir de espejo en donde encontrar apoyo para seguir soñando en una ciudad mejor para todas y todos. Y, aunque se siga utilizando el interesado y demagógico latiguillo de que nos tienen olvidados porque nuestro ayuntamiento no tiene el mismo color político de los que mandan en Madrid y en Sevilla, es mentira. El problema reside en las personas y en su capacidad para el diálogo y el entendimiento.