viernes, 27 de febrero de 2009

MAÑANA, DÍA DE ANDALUCÍA



Mañana es fiesta en nuestra comunidad. Mañana es el día de Andalucía, la onomástica de nuestra tierra. De cómo nos planteemos, personal o colectivamente, su celebración dependerá la importancia que creemos merece este día tan significativo para unos y tan intrascendente para otros. Hasta ahora, sólo los políticos que integran los partidos convocan y participan en los diferentes actos y conmemoraciones a las que normalmente nos invitan, aunque, eso sí, cuidando especialmente de que estos eventos ligados al día de nuestra tierra no caigan en festivo, es decir, que ni por Andalucía ni por nadie están dispuestos a perderse una jornada de descanso. Este detalle, con ser harto conocido y no parecer trascendente en la calle, nos ofrece una imagen, nada edificante por cierto, de la clase política que creemos no la honra, ya que si de verdad lo que se quieren es celebrar un día tan grande como es el de nuestra tierra, la que canta y llora, la que divierte, la que anda repleta aún de señoritos y déspotas, de vividores y otras gentes de mal vivir, lo menos que podían mostrar es algo de coherencia, algún detalle que les haga merecedores del sobrenombre de representantes del pueblo. Y para eso es imprescindible que precisamente mañana, por razones obvias, fuera para ellos una jornada de trabajo.

Aunque pueda parecerles a ustedes una perorata sin sentido y aún con menos contenido, tratamos simplemente de recordarles a las mujeres y los hombres de la política activa, esas y esos que cobran una millonada por lo que hacen, esas y esos a los que luego tendremos que dedicarles un monumento o una calle por las cuatro cosillas que hayan llevado a sus respectivos pueblos y ciudades, que Andalucía necesita, ahora más que nunca, de su recto proceder, de su dedicación real a la construcción de una tierra todavía desmantelada por los abusos del antiguo régimen, de su entrega sin límites a políticas que proporcionen a quienes en esta hermosa tierra vivimos prosperidad y futuro. Que se dejen de lo de siempre, de echarse en cara sus propios defectos, como si sólo los oponentes tuvieran defectos y ellos sólo virtudes, y trabajen por Andalucía al menos en la justa proporción a como son remunerados. Para ello sólo necesitan dividir lo que perciben en total por su actividad y compararlo lo que cobra un obrero, si es que cobra, que ese es otro tema. De su resultado pueden extraer las consecuencias que quieran, y desde luego que no les van a faltar cosas que hacer, porque son, con diferencia, los mejor remunerados por tiempo real trabajado.

Hasta ahora, el único ejemplo que nos han dado los que están y los que quieren estar en el poder no va más allá de una pobreza de espíritu escandalosa, basada en vacíos mensajes y, por encima de todo, de unas enormes ganas de tener la vara de mando, unos, y de no soltarla otros. De si nuestra tierra anda escasa de algo, aunque, por resumir, está necesitada de todo, es evidente que no les gusta hablar, a no ser que de por medio vean una cámara de vídeo o fotos, o unos micrófonos, porque entonces no encuentran el fin. Sin embargo, en donde se deben tratar estos temas, allí donde se sientan a escucharse ellas y ellos mismos, allí donde no les falta de nada, o sea, en el Parlamento, en ese lugar que debía ser sagrado porque en él debía trabajarse para el futuro de la comunidad, no parecen disfrutar precisamente, quizás porque es donde más y mejor se perciben sus deficiencias.

Son ellas y ellos, señoras y señores, los responsables de lo que acontezca en nuestra tierra; ellas y ellos los que tienen la obligación de encontrar las fórmulas sociales y económicas que nos sitúen en donde siempre debimos estar y que por la incompetencia de unos y la despreocupación de otros, además de los que sólo acuden a la política en busca de un enriquecimiento rápido, nos encontramos por debajo de la media española prácticamente en todo, incluso en el apartado de la paciencia.

Que ustedes disfruten del día festivo. Se lo merecen. Nos lo merecemos.