viernes, 20 de marzo de 2009

DEMOS LA BIENVENIDA A LA PRIMAVERA DE 2009…



Como nos han enseñado, y lo que hemos aprendido por nuestra cuenta, cuando se asegura que prevenir es mejor que curar no es una frase hecha sin más. Al contrario, debía servirnos para adelantarnos a acontecimientos personales de complicada resolución. Y no tratamos hoy, por ser fin de semana, de adentrarnos una vez más en el mundo del tráfico y sus consecuencias, sino de algo mucho más puntual y que cuenta con una arraiga aparición entre nosotros justo cuando la primavera, que se incorpora mañana a las estaciones del año, nos da la bienvenida y se dispone a compartir con todos la carga tópica que suele acompañarla, es decir, que si la sangre altera o que si se duerme menos, aunque en realidad de lo que tratamos es de compartir con ustedes lo de las alergias, que es algo ampliamente extendido y sufrido, y que es en primavera, por la profusión de vida que suele traer consigo, cuando más se hace notar. Las gramíneas en general y la flor del olivo en particular acaban haciendo su agosto entre la población y la somete a un sinfín de contratiempos basados en la dependencia que tienen de la medicación propia que exige su control.

Con todo, como la Medicina aún no ha encontrado remedios que curen las consecuencias de esta plaga y a disposición de quienes la padecen sólo encontramos medicamentos que palían los síntomas más virulentos, lo que toca es aceptar la situación con algo de filosofía y, antes, mucho antes, haber preparado el organismo para la gran descarga que se le viene encima durante estos meses. Y es precisamente en este punto donde tiene su razón de ser lo del inicio del comentario de hoy, cuando les decíamos que lo mejor es prevenir, ya que existe una medicación específica que el enfermo ingiere casi a diario incluso los meses en los que no existe riesgo de padecer esta enfermedad, que le permite defenderse en mejores condiciones físicas cuando aparece con toda su fuerza.

Si tenemos en cuenta que las alergias han ganado terreno entre nosotros y han dejado de ser algo que sólo padecían unos cuantos, sobre todo los más pequeños, y que actualmente han ampliado su campo de acción a todas las edades y características físicas, conocer las razones de esta debilidad de los humanos ante la llegada de la primavera y la floración de algunas plantas creemos que serviría para concienciarnos y usar de la medicación adecuada para evitar los períodos en los que muchas personas se ven obligadas a no salir a la calle. De hecho, miles dejan de acudir al trabajo influenciados por las crisis que padecen y otros tantos se han visto obligados a cambiar de residencia y aproximarse al mar ante la virulencia con la que son atacados, por ejemplo, por la flor del olivo. Evidentemente, como no todos pueden hacer uso de esta posibilidad, y las cosas del trabajo no están precisamente para hacer novillos incluso con la baja médica como garantía, la realidad pasa por sufrir en silencio, y desde luego mermados de facultades, los días que se mantenga la floración, y ayudarse con la medicación y de la experiencia que han adquirido a lo largo de los años de padecimiento.

Estando como estamos en tierra en la que tanto las gramíneas como el olivo forman parte de nuestro paisaje y de nuestra realidad económica, los especialistas se extrañan de la tardanza con la que suele acudir el enfermo en busca de remedio a las consultas. Y es que, tratándose de una enfermedad-problema que viven desde hace años y de la que saben muchísimo, aseguran los galenos que no aparecen por los servicios médicos hasta que no pueden respirar y que conciliar el suelo es casi una utopía para ellas y ellos. Sus consejos están unidos a la prevención, a prepararse con tiempo, a acudir al especialista en busca de asesoramiento al menos dos meses antes de la llegada de la primavera y, en definitiva, a adecuar su organismo a la infinidad de contratiempos que se encontrarán durante dos o tres meses.

Los que buscan el medicamento milagro o los que esperan del médico la receta mágica, se equivocan porque no existen. Si previamente no ha existido un control de la enfermedad y un diagnóstico concreto, difícil panorama tienen por delante los martirizados por el polen que deambula a su alrededor en cantidades industriales. Lo dicho, hay que prevenir, porque siempre es mejor que curar.