viernes, 13 de marzo de 2009

LA OPORTUNIDAD DE CAMBIAR LA IMAGEN DE ANDÚJAR SE HAN PERDIDO



De un tiempo a esta parte, sobre todo desde que el astro rey asentó sus reales y el anticiclón de las Azores viene haciendo de las suyas, permitiendo que nos calentemos al sol, los fines de semana no son los que eran, es decir, días de quedarse en casa al calorcito de la mesa de camilla. Ahora se impone salir a donde sea, que tampoco es necesario plantearse el destino con tiempo. Evidentemente, lo de ser mediterráneos nos diferencia claramente del resto de ciudadanos del mundo, y como el sol es lo nuestro, cuando aparece es como si nos invitara a salir en busca del reencuentro o de nuevos paisajes. Y de hecho no otra cosa es más compartida que la de irnos de un lado para otro fundamentalmente en busca de descanso, aunque tengamos que admitir que los tiempos que corren no están precisamente para permitirnos deslices económicos y sí todo lo contrario.

Por lo tanto, si a lo que les hemos contado le añaden ustedes que nuestra ciudad es la referencia mariana para medio mundo, lo normal es que nos incorporemos a las habituales y masivas visitas que se contabilizan en el santuario y sus alrededores estos días, pórtico de un acontecimiento desproporcionado por el número de personas que lo comparten y no menos importante para nuestra ciudad, que se prepara estos días para recibir la visita de miles de personas llegadas desde toda España en busca de la bendición de la patrona y de disfrutar de los beneficios que está previsto obtengan los peregrinos que se acerquen hasta el camarín de la Virgen de la Cabeza este año jubilar. Y aunque fue algo que nuestras autoridades contaron a los cuatro vientos y que lo asumieron como algo irrenunciable, la realidad es que Andújar mantiene los mismos defectos y carencias de siempre, y que desgraciadamente ya no queda tiempo para casi nada, y menos para acometer obras que pudieran influir en su aspecto. Así las cosas, mucho nos tememos que la imagen que se llevarán quienes nos visiten no será precisamente la que nos gustaría, pero donde manda patrón ya saben que el marinero pinta poco.

Cada uno ha hecho lo que ha podido y nosotros, especialmente desde esta atalaya diaria, nos hemos preocupado de recordarles a nuestros representantes políticos que tenían unas obligaciones que cumplir y que el tiempo se les echaba encima y no veíamos movimiento alguno que nos permitiera intuir algún cambio en temas puntuales, ampliamente denunciados desde todos los frentes, aunque tenemos que decir que no precisamente desde los organismos que presumen de representatividad comercial y empresarial, que más bien han guardado un sospechoso y peligroso silencio ante una situación clamorosa de deterioro de la ciudad. No obstante, como cada cual deberá defender sus posiciones, tiempo tendremos de conocer las razones de unos y de otros, y entonces llegar a conclusiones, aunque en realidad a estas alturas el problema no reside tanto en culpar y responsabilizar a organismos o personas y sí de paliar en lo posible el generalizado mal aspecto de la ciudad entera y luego, una vez superemos el gran evento religioso que viviremos dentro de sólo unos días, buscar a los culpables.

Desgraciadamente para nuestra ciudad, los que han podido hacer algo por ella se han preocupado exclusivamente de superarse a sí mismos y, desde puestos tan significativos, ir haciéndose un hueco allá donde puedan prosperar y huir del pueblerismo que ellos mismos han creado y que nos ha sumido en una gran apatía y no menos desgana por todo lo que sea mejorar para agradar a los demás. Para nuestros políticos, con echar mano de los Llanos del Sotillo para presentarse en sociedad con los deberes hechos, cuando en realidad aquello no es nada más que un erial sin futuro, todo lo demás no es necesario. Para la oposición, que también son nuestros representantes políticos, pero menos, como tienen el sueldo asegurado todos los fines de mes, poco les debe importa el devenir de la ciudad. Por lo tanto, sólo lo que podamos hacer entre ustedes y nosotros puede que obligue a unos y otros a enfrentarse con su propia realidad. Claro que teniendo en cuenta las lecciones y muestras de incompetencia que encontramos en la totalidad, mal, muy mal, señoras y señores, tenemos la cosa del futuro.