
Cerramos semana y casi final de mes. La semana próxima acabará dando la bienvenida a la semana santa y ésta, en su final, lo hará abriendo sus brazos a la llegada a la ciudad de la patrona. El desarrollo de acontecimientos socialmente tan trascendentes lleva consigo la entrega física y económica de miles de personas, además de organismos e instituciones, y la explosión de miles de corazones ansiosos de vivir un evento que no han tenido oportunidad de disfrutar antes, como es la recoronación de la Virgen de la Cabeza, por el que han pasado cien años. Pero también nos encontraremos de lleno, y antes en el tiempo, con el desarrollo de una fiesta vestida de pasión y de sufrimiento, de rezos y de penitencias, que en Andújar ha conseguido dimensiones espectaculares gracias exclusivamente a la dedicación que han hecho quienes gestionan las diferentes cofradías y hermandades de pasión. A falta de que la meteorología acompañe, que lleva unos años participando activamente en el lucimiento de pasos y penitentes, todo está preparado para reencontrarnos con las imágenes más queridas y admiradas por gentes que viven apasionadas durante todo el año a la espera del gran momento que supone para ellas asistir a su lento y silencioso caminar por nuestras calles.
Entre nosotros, el valor que desde fuera le damos a la representación de la pasión de Jesús por nuestra ciudad es manifiestamente incondicional, detalle que nos hace diferentes y nos presenta en sociedad como gentes con gran capacidad interpretativa. Sabemos distinguir la importancia del aplauso y del silencio, de la saeta y del rezo, y nos entregamos incondicionales al ensalzamiento y a la brillantez del instante, mostrando a la organización el agradecimiento que merecen personas tan entregadas a un quehacer casi desproporcionado por la continua presencia que exige a quienes deciden auparse a cualquiera de nuestras cofradías y hermandades. Andújar ha conseguido que su semana santa, luego de un largo recorrido por un doloroso desierto, pueda mostrarse en público sin temor a las diferencias, con el trabajo completado a base de ímprobos esfuerzos por parte de quienes hace años que no saben de tiempo libre y mucho de estrecheces económicas. Sólo así es posible alcanzar la meta, dedicándose a la recuperación de las imágenes, de sus tronos, de sus trajes y de su historia, todo lo cual ha contribuido definitivamente al asentamiento de una celebración que podemos asegurar es compartida por la totalidad de la ciudad.
Por todo esto, y porque sabemos de la mala memoria que algunos practican, no debíamos caer en el error de olvidarnos que antes de que la patrona esté entre nosotros, antes de que las campanas de nuestros templos repiquen anunciando la buena nueva, las imágenes que nos hacen gritar y nos arrancan lágrimas de dolor, esas que han estado todo un año esperando el reencuentro con su pueblo, saldrán a la calle sobre los hombros de nuestras mujeres y nuestros hombres. Y como es posible vivir las dos celebraciones de la manera que cada una exige, y como la patrona es la misma Madre que veremos subida en diferentes tronos por nuestras calles, que nadie caiga en el error de olvidar o menospreciar una celebración que nos ha distinguido dentro y fuera desde hace muchos años. Distribuir el tiempo en momentos tan delicados es algo que debía venirnos cumplimentado desde estamentos superiores, porque estamos convencidos de que muchos de nosotros no sabremos interpretar el papel que nos ha tocado convenientemente, pero como finalmente son decisiones íntimas y personales las que activarán las preferencias de cada uno de nosotros, esperar parece que es lo más adecuado, aunque debamos dejar claro que no se trata de imponer y sí de compartir la realidad que viviremos en sólo dos semanas.
Por nuestra parte, ansiosos estamos de recorrer con gentes tan entregadas como apasionadas los rincones emblemáticos de una ciudad que se vestirá de pasión durante una semana. Y luego, tiempo tendremos de vivir con la misma intensidad, pero con diferente calor y color, la llegada de nuestra patrona a la ciudad.
Entre nosotros, el valor que desde fuera le damos a la representación de la pasión de Jesús por nuestra ciudad es manifiestamente incondicional, detalle que nos hace diferentes y nos presenta en sociedad como gentes con gran capacidad interpretativa. Sabemos distinguir la importancia del aplauso y del silencio, de la saeta y del rezo, y nos entregamos incondicionales al ensalzamiento y a la brillantez del instante, mostrando a la organización el agradecimiento que merecen personas tan entregadas a un quehacer casi desproporcionado por la continua presencia que exige a quienes deciden auparse a cualquiera de nuestras cofradías y hermandades. Andújar ha conseguido que su semana santa, luego de un largo recorrido por un doloroso desierto, pueda mostrarse en público sin temor a las diferencias, con el trabajo completado a base de ímprobos esfuerzos por parte de quienes hace años que no saben de tiempo libre y mucho de estrecheces económicas. Sólo así es posible alcanzar la meta, dedicándose a la recuperación de las imágenes, de sus tronos, de sus trajes y de su historia, todo lo cual ha contribuido definitivamente al asentamiento de una celebración que podemos asegurar es compartida por la totalidad de la ciudad.
Por todo esto, y porque sabemos de la mala memoria que algunos practican, no debíamos caer en el error de olvidarnos que antes de que la patrona esté entre nosotros, antes de que las campanas de nuestros templos repiquen anunciando la buena nueva, las imágenes que nos hacen gritar y nos arrancan lágrimas de dolor, esas que han estado todo un año esperando el reencuentro con su pueblo, saldrán a la calle sobre los hombros de nuestras mujeres y nuestros hombres. Y como es posible vivir las dos celebraciones de la manera que cada una exige, y como la patrona es la misma Madre que veremos subida en diferentes tronos por nuestras calles, que nadie caiga en el error de olvidar o menospreciar una celebración que nos ha distinguido dentro y fuera desde hace muchos años. Distribuir el tiempo en momentos tan delicados es algo que debía venirnos cumplimentado desde estamentos superiores, porque estamos convencidos de que muchos de nosotros no sabremos interpretar el papel que nos ha tocado convenientemente, pero como finalmente son decisiones íntimas y personales las que activarán las preferencias de cada uno de nosotros, esperar parece que es lo más adecuado, aunque debamos dejar claro que no se trata de imponer y sí de compartir la realidad que viviremos en sólo dos semanas.
Por nuestra parte, ansiosos estamos de recorrer con gentes tan entregadas como apasionadas los rincones emblemáticos de una ciudad que se vestirá de pasión durante una semana. Y luego, tiempo tendremos de vivir con la misma intensidad, pero con diferente calor y color, la llegada de nuestra patrona a la ciudad.