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Con respecto a las medidas tomadas por el Gobierno sobre el límite de velocidad de 110 kilómetros por hora en las autovías y autopistas, queda mucho por decir. De las diferentes opiniones que hemos ido conociendo a lo largo de la semana, que siguen siendo muchas, sin duda destacar las que firman algunos de los que a sí mismos se proclaman como técnicos de tráfico o representantes mediáticos del pueblo. Suelen ser los mismos de siempre y, con toda intención, esconden sus verdaderas motivaciones, ya que es cierto que responden en nombre de asociaciones de automovilistas o de medios de comunicación importantes, pero sin que se les note demasiado, ya que el futuro de la organización o del medio a los que representan pueden estar en peligro. De acuerdo con la interpretación que han hecho de esta medida, a los usuarios nos ha caído la mundial, la hecatombe, el no va más de la intromisión del Gobierno en algo tan sagrado como es la libertad de movimientos. Y en eso estamos de acuerdo, faltaría más, pero no en las formas, ya que se les olvida que es el Estado es el responsable final de la cifra de personas fallecidas o heridas de gravedad en las carreteras, y está obligado, lo diga quien lo diga y se ponga como se ponga, a tomar las decisiones que entienda como imprescindibles para reducir estos números. Es más, si no lo hicieran, ya se encargarían de pregonarlo a toda vela en busca de dimisiones y desgaste político. Si a todo esto le añadimos la urgente necesidad que tiene el país de ahorrar en la factura energética, a nosotros nos parece que el supuesto mal que anuncian como una plaga se justifica por sí mismo.
Nosotros entendemos que los medios de comunicación tenemos un papel muy influyente en las personas que nos siguen. Lo que ocurre es que unos se usan a sí mismos para hundir al gobierno de turno y otros se limitan a trabajar sobre la polémica ciudadana en busca de puntos de encuentro desde los que controlar las quejas. Del trabajo de unos y de otros se han conseguido desgraciadamente posiciones antagónicas que no benefician a nadie y que influyen en la aceptación de las limitaciones que les han sido impuestas a los conductores. En cuanto a lo que hemos leído sobre el tema y firmado por las estrellas de la radio y la prensa escrita, es para que nos preocupemos. Por el momento, según estos dioses mediáticos, lo de menos, lo que no interesa tener en cuenta, es la accidentalidad y los miles y miles de fallecidos en nuestras carreteras. Tampoco importan las miles de personas que sufrieron un accidente de tráfico y de sus consecuencias aún no se han podido recuperar. Son los que estuvieron y están en el hospital de parapléjicos y tetrapléjicos de Toledo, esos que se desenvuelven en su día a día en silla de ruedas y que dependen de ayuda exterior para casi todo. Ni los que quedaron en el camino ni los que siguen en él mermados para siempre les interesan a estos maestros de la comunicación, que sólo ven el color del dinero en sus medios y lo demás zarandajas baratas.
Flaco favor les estamos haciendo, por ejemplo, a las asociaciones que luchan por frenar la accidentalidad en nuestras carreteras, y que recordemos lo hacen desde el conocimiento porque alguno de sus miembros se quedó en un kilómetro perdido de nuestras carreteras. Estas asociaciones se felicitaban hace unos días de la decisión del Gobierno de reducir la velocidad por razones obvias, y lo harían también si se controlara más y mejor el abuso de las drogas y las bebidas alcohólicas cuando se conduce, porque todas las medidas que se adopten para reducir la posibilidad del accidente debían ser respaldadas precisamente por quienes los lunes, cuando conectan con sus lectores u oyentes, les informan del número de muertos con el que ha finalizado la semana y se quejan de que las carreteras no están en condiciones, que les falta señalización, o del mal estado del asfalto, o de que no hay suficientes agentes o de lo que sea con tal de no estar de acuerdo con nada, como si aceptar los razonamientos del Gobierno de turno supusiera para ellos alienarse con sus mandamientos.. Ese debería ser su papel aunque, como en nuestro caso, sepamos de antemano que el comentario de hoy no será compartido por una gran mayoría de usuarios. Pero no importa si convencemos a alguien sobre nuestras verdaderas intenciones.
Con respecto a las medidas tomadas por el Gobierno sobre el límite de velocidad de 110 kilómetros por hora en las autovías y autopistas, queda mucho por decir. De las diferentes opiniones que hemos ido conociendo a lo largo de la semana, que siguen siendo muchas, sin duda destacar las que firman algunos de los que a sí mismos se proclaman como técnicos de tráfico o representantes mediáticos del pueblo. Suelen ser los mismos de siempre y, con toda intención, esconden sus verdaderas motivaciones, ya que es cierto que responden en nombre de asociaciones de automovilistas o de medios de comunicación importantes, pero sin que se les note demasiado, ya que el futuro de la organización o del medio a los que representan pueden estar en peligro. De acuerdo con la interpretación que han hecho de esta medida, a los usuarios nos ha caído la mundial, la hecatombe, el no va más de la intromisión del Gobierno en algo tan sagrado como es la libertad de movimientos. Y en eso estamos de acuerdo, faltaría más, pero no en las formas, ya que se les olvida que es el Estado es el responsable final de la cifra de personas fallecidas o heridas de gravedad en las carreteras, y está obligado, lo diga quien lo diga y se ponga como se ponga, a tomar las decisiones que entienda como imprescindibles para reducir estos números. Es más, si no lo hicieran, ya se encargarían de pregonarlo a toda vela en busca de dimisiones y desgaste político. Si a todo esto le añadimos la urgente necesidad que tiene el país de ahorrar en la factura energética, a nosotros nos parece que el supuesto mal que anuncian como una plaga se justifica por sí mismo.
Nosotros entendemos que los medios de comunicación tenemos un papel muy influyente en las personas que nos siguen. Lo que ocurre es que unos se usan a sí mismos para hundir al gobierno de turno y otros se limitan a trabajar sobre la polémica ciudadana en busca de puntos de encuentro desde los que controlar las quejas. Del trabajo de unos y de otros se han conseguido desgraciadamente posiciones antagónicas que no benefician a nadie y que influyen en la aceptación de las limitaciones que les han sido impuestas a los conductores. En cuanto a lo que hemos leído sobre el tema y firmado por las estrellas de la radio y la prensa escrita, es para que nos preocupemos. Por el momento, según estos dioses mediáticos, lo de menos, lo que no interesa tener en cuenta, es la accidentalidad y los miles y miles de fallecidos en nuestras carreteras. Tampoco importan las miles de personas que sufrieron un accidente de tráfico y de sus consecuencias aún no se han podido recuperar. Son los que estuvieron y están en el hospital de parapléjicos y tetrapléjicos de Toledo, esos que se desenvuelven en su día a día en silla de ruedas y que dependen de ayuda exterior para casi todo. Ni los que quedaron en el camino ni los que siguen en él mermados para siempre les interesan a estos maestros de la comunicación, que sólo ven el color del dinero en sus medios y lo demás zarandajas baratas.
Flaco favor les estamos haciendo, por ejemplo, a las asociaciones que luchan por frenar la accidentalidad en nuestras carreteras, y que recordemos lo hacen desde el conocimiento porque alguno de sus miembros se quedó en un kilómetro perdido de nuestras carreteras. Estas asociaciones se felicitaban hace unos días de la decisión del Gobierno de reducir la velocidad por razones obvias, y lo harían también si se controlara más y mejor el abuso de las drogas y las bebidas alcohólicas cuando se conduce, porque todas las medidas que se adopten para reducir la posibilidad del accidente debían ser respaldadas precisamente por quienes los lunes, cuando conectan con sus lectores u oyentes, les informan del número de muertos con el que ha finalizado la semana y se quejan de que las carreteras no están en condiciones, que les falta señalización, o del mal estado del asfalto, o de que no hay suficientes agentes o de lo que sea con tal de no estar de acuerdo con nada, como si aceptar los razonamientos del Gobierno de turno supusiera para ellos alienarse con sus mandamientos.. Ese debería ser su papel aunque, como en nuestro caso, sepamos de antemano que el comentario de hoy no será compartido por una gran mayoría de usuarios. Pero no importa si convencemos a alguien sobre nuestras verdaderas intenciones.