viernes, 25 de marzo de 2011

¿EN ANDÚJAR, SIEMPRE ES ABRIL?

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A partir de ahora, los fines de semana no serán los mismos o se parecerán muy poco a los anteriores. La proximidad de eventos de la importancia de la semana santa, la romería o las propias elecciones municipales, además del pórtico de romería, con infinidad de propuestas que nos llegarán procedentes de peñas y asociaciones, nos tendrán ocupados asistiendo a las diferentes convocatorias a las que seamos invitados. Si es verdad que en Andújar siempre es abril, desde luego que el de este año supera con creces a los anteriores. Naturalmente, el hecho de que coincidan semana santa y romería también interviene en la profusión de citas a las que antes nos referíamos, lo que no sólo da fe de la gran capacidad organizativa que muestran los protagonistas, sino de que nuestra ciudad está viva y con muchas ganas de seguir activa incluso en tiempos no precisamente generosos en el terreno económico y político, porque es innegable que existe un decidido y extendido malestar por cómo se están llevando las cosas en nuestra ciudad.

En cuanto al tiempo para este fin de semana, parece que nos mantendremos como estos días, es decir, con nubes y claros y temperaturas agradables. Lo de la lluvia, aunque forma parte de los acontecimientos que se aceptan como probables, no parece que nos vaya a condicionar en lo que hagamos al aire libre. Sentiríamos que no fuera así porque sabemos de visitantes que llegarán hasta nosotros y el buen tiempo es fundamental para que el recorrido que hagan por las calles pueda ser no sólo fructífero sin más, sino gastronómicamente satisfactorio, detalle que se nos suele olvidar con demasiada facilidad. Sin embargo, no son pocos los que se desplazan hasta nuestra ciudad en busca exclusivamente de lo que sale de sus conocidos fogones y sus afamados cocineros y cocineras. Y es que el turismo gastronómico hace años que muestra interés por prosperar. En nuestro caso, todo se debe al esfuerzo que hacen en el más absoluto de los anonimatos estos profesionales, que les dedican horas y horas a mejorar lo conocido y a crear nuevos platos con los que sorprender a quienes los degustan.

Todo lo que tiene que ver con el turismo en una ciudad como la nuestra, alejada de mares y océanos, con un parque natural no precisamente permeable y con una oferta hotelera realmente escasa, debe basarse en la originalidad, porque lo de ser como las demás no es precisamente una característica que por sí misma atraiga visitantes. De hecho, el único reclamo popular que tenemos es la basílica de la Virgen de la Cabeza, a la que se accede por una carretera típica de sierra que no está precisamente para muchos trotes y de cuya multitudinaria atracción mariana nuestros políticos no han sido aún capaces de obtener rendimiento turístico. En cualquier otra ciudad en la que la municipalidad dispusiera de tan enorme potencial turístico, seguro que habría desarrollado un acceso radicalmente diferente hasta llegar a la carretera de la Virgen, ya que obligarían a los visitantes a recorrer las calles más importantes de la ciudad hasta llegar al punto de iniciar el recorrido hasta la patrona. El fin: dar a conocer el interior del municipio, especialmente sus calles más comerciales. Ahora ocurre todo lo contrario, porque si aceptamos que en romería vienen hasta nosotros más de trescientas mil personas, ¿cuántas son las que se quedan en la ciudad? ¿Se organizan eventos específicos que no sean los habituales de beber, beber y seguir bebiendo hasta caer en un coma etílico, compartiendo además espacios con ruidos ensordecedores?

Claro que existe un público concreto para este tipo de convocatorias y que es tan válido como cualquier otro, pero ¿somos conscientes de que desaprovechamos la sinergia positiva que representa el turismo que sólo busca la cultura, la monumentalizad y, como hemos dicho antes, la gastronomía de una ciudad? Pues precisamente este tipo de visitante es el que se deja el dinero, el que invierte en recuerdos de su visita y el que disfruta con un buen plato de nuestras viandas. Los primeros, los jóvenes, vienen solos; los segundos necesitan de una llamada personalizada y es evidente que hasta ahora no la hemos hecho ni en tiempo ni en forma.