Teniendo en cuenta que los carburantes han alcanzado un precio prohibitivo para la mayoría de las economías familiares, que el viaje cuenta a la hora de hacer números e incluirlo como un gasto más, como podía ser la comida en un restaurante, por ejemplo, además de que parece que el buen tiempo se ha tomado un descanso, los fines de semana han dejado de ser lo que eran hasta hace solo unos meses. Ahora, echar mano de nuestro coche solo por gusto, por ir de un lugar a otro sin sitio previsto que conocer, ha pasado a la historia. Los restaurantes en los que los sábados y los domingos, o tenías enchufe o sencillamente no comías, han dejado paso a mesas y menús en oferta. Y lo mismo ocurre con los hoteles conocidos como de fin de semana, es decir, que ahora nos aseguran habitación sin necesidad de reservarla con una semana de antelación.
Con esto queremos decirles algo que ustedes ya conocen porque también lo padecen, y es que la vida nos ha cambiado desde lo más profundo de nuestras costumbres y convencimientos. No hemos notado cambio, sin embargo, en la manía de algunos conductores con respecto a viajar siempre por encima de las limitaciones de velocidad, cuando no consumiendo alcohol o drogas. Esta figura se mantiene y ni siquiera podemos afirmar que, entre los damnificados que ya no pueden usar su coche como lo venían haciendo hasta ahora, estén ellos. Sus características los definen por sí mismos y son los primeros en verse involucrados en los accidentes y los que, si consiguen llegar sanos y salvos al final del viaje, lo hacen con dos o tres denuncias por excesos. Luego, por supuesto, mantienen su discurso de siempre, en el que no dejan títere con cabeza y culpan de todos sus males a los agentes de Tráfico y las autoridades correspondientes asegurando que su papel en las carreteras se limita a la recaudación y poco más. Y lo peor y preocupante es que no le faltan adeptos a esta particular interpretación de su propio error.
A nosotros se nos ocurre que quizá el planteamiento debieran hacerlo desde objetivos más lógicos, puesto que si mantenemos el control de la velocidad de nuestro coche, si no nos excedemos en el consumo de alcohol y mientras dure el recorrido nos ajustamos a la circulación y las condiciones que nos imponga, seguro que regresamos limpios, sin denuncias y viajando con más nivel de seguridad para nosotros y quienes nos acompañan. No entender algo tan evidente supone un rechazo a lo establecido y por lo que se debe pagar, dándose la desgraciada circunstancia de que no faltan los que lo hacen con su vida. Por el momento, las cifras de fallecidos en accidentes de tráfico han descendido con respecto al año pasado, pero en número insignificante para el esfuerzo que desde la Dirección General de Tráfico se hace a diario. En cuanto a las infracciones, éstas no solo se mantienen en los niveles habituales, sino que han aumentado significativamente durante el primer trimestre del año.
Resumiendo, que la realidad del tráfico no denota el cansancio que cabía esperar de lo que para muchos de nosotros ha supuesto un revés desagradable, es decir, el precio del gasóleo y la gasolina. No obstante, si se ha conseguido que seamos muchos los que levantemos el pie del acelerador porque con esta sencilla maniobra reducimos el consumo de nuestro vehículo, algo habremos conseguido. O sea, que echando mano del antiguo refrán castellano: no hay mal que por bien no venga.