
Iniciamos el mes de junio todavía con vaivenes de gran importancia económica para el país, que es lo mismo que decir nuestro futuro. Recuerden que la prima de riesgo ya casi nadie sabe en realidad por dónde anda; cómo sube el precio del dinero que pedimos a las entidades bancarias y lo mal que tenemos lo de la ayuda de la Comunidad Europea. Por el momento, nuestros hombres y mujeres de la política tienen como norma, que se lo han aprendido de memoria y a fe mía que les sale extraordinariamente bien, echar balones fuera, es decir, compartir la responsabilidad del caos económico en el que nos encontramos desde hace unos meses y nunca caer en la tentación de responsabilizarse de nada, que para eso están Grecia, los mercados, las presiones del gran capital, el Gobierno anterior y todo lo que sea necesario con tal de eludir responsabilidades. Ya decimos que por el momento les va bien, aunque, como todo acaba, mucho nos tememos que o buscan salidas de otro tipo o se les vendrá encima el castillo de naipes que han construido con escaso esfuerzo.
En mes como junio, que desde siempre ha servido para ir preparando las vacaciones estivales, para buscar las fechas que mejor nos vienen, cambiando turnos con los compañeros al tiempo que rastreando hoteles asequibles y haciendo acopio de dinero, por el momento no se detecta movimiento que nos haga pensar, sobre todo a las agencias de viajes, que mantendrá sus costumbres y que todo seguirá igual. Muy al contrario, la frialdad con la que se ha iniciado y los datos económicos de que disponemos para realizar cualquier tipo de análisis avisan de que el turismo nacional sufrirá una importante recesión, especialmente de los períodos habituales contratados, que ni de lejos serán de meses o quincenas. Sin embargo, y esto es lo noticiable, seguimos comprobando muy de cerca cómo y con qué buen espíritu se acepta el mal momento económico que tan ampliamente compartimos, lo que demuestra un sexto sentido muy especial y una buena dosis de solidaridad y sentido común.
En cuanto a lo que de verdad nos importa, que no es otra cosa que el mercado de trabajo, aumenta imparable el número de desempleados entre nosotros y, consecuentemente, las familias que viven sus peores momentos. Junio, por el contrario, como mes de inicio del periodo vacacional y gran acaparador de mano de obra, parece que muestra los habituales signos positivos con respecto a la esperada llamada de las empresas dedicadas a la hostelería, que sin duda servirá para paliar la aguda crisis de trabajo que padecemos. Por lo comentado hasta ahora, comprobamos que junio es un mes con dos caras, es decir, que asume el mal momento económico al mismo tiempo que la esperanza de trabajo para todos, o al menos para unos miles. Con respecto al momento económico tan nefasto en el que nos han situado entre unos y otros, aunque nadie quiere responsabilidades, la necesidad de estabilidad de los mercados es cada vez más urgente, lo mismo que la depuración de responsabilidades de las personas que de una forma u otra han intervenido en la ruina de las entidades de crédito que han necesitado del dinero del Estado para mantenerse en pie. Es más, debería de evitarse a toda costa el bochornoso espectáculo que produce el hecho de que dirigentes de algunas de esas entidades arruinadas, a la hora de la despedida, se lleven entre pecho y espalda millones de euros como despido.
En otro orden de cosas, recuperamos el apartado del trabajo y nos planteamos la evolución positiva que se espera, ya lo hemos dicho, con la llegada de uno de los meses en los que tradicionalmente más demanda de trabajadores se controla, que nos proporciona algo de tranquilidad y sosiego por el hecho de que unas cuantas miles de personas tengan la oportunidad, aunque con fecha de caducidad, de disfrutar de un empleo. Ojalá sean muchas y por mucho tiempo.