Las lluvias de estos días y los
desembalses propios de los pantanos y presas que tenemos aguas arriba, un año
más, nos vuelven a pasar factura. El nivel del río Guadalquivir a su paso por
nuestra ciudad ya ha anunciado sus intenciones, aunque por el momento seguimos
disfrutando de la seguridad que nos proporciona el nivel de la cota construida
en la totalidad del recorrido y que está solo a falta de unos retoques para que
se dé por finalizada. No obstante, el mal lo seguimos teniendo en donde
siempre, es decir, en la presa que conocemos como de Marmolejo, que sigue en
sus trece y mantiene sus malas intenciones pese a quien pese. Estas son las
acciones propias de quienes, poderosos por demás y con facturas sin cobrar de la Junta de Andalucía y de
miles de ayuntamientos de toda Andalucía, que viene a ser como un arma de
destrucción masiva en caso de que decidiera ponerlas en circulación, desoye los
mandatos que le llegan y que le exigen la destrucción de la infernal presa.
Vamos, como si nada.
De ahí que sigamos en el empeño y de
que vez en cuando nos tengamos que hacer eco del peligro que representa para la
seguridad de las cientos de familias que viven a la orilla del río ante la
posibilidad más que real de que sus propiedades sean anegadas. Lo han dicho los
técnicos, lo exige la clase política que no tiene responsabilidad de gobierno,
porque cuando la tiene la cosa cambia como de la noche al día, lo ruega la
ciudadanía y todos miran al cielo esperando que el agua de lluvia no caiga en
exceso. Lo más llamativo de este fenómeno político reside en la postura que
algunos representantes de partidos políticos adoptan cuando de reclamar se
trata. Así, si el que gobierna en Madrid o en la Junta no tiene nada que ver
con el color de su partido, son los primeros que acuden a las manifestaciones
reivindicativas y los que sujetan la pesada pancarta que reclama la
desaparición de la presa. En caso contrario, desaparecen y no quieren saber
nada del asunto. Evidentemente, con este tipo de representantes poca
prosperidad podrá conseguir la ciudad, incapaces como son de situarse sin
ambages al frente de lo que reclamen los vecinos.
De otra forma no se entendería que el
mal continúe después de infinidad de inversiones económicas y de ímprobos
trabajos a favor de la destrucción de la susodicha presa. La última ha sido,
con diferencia, la más importante, con más de diez millones de euros invertidos
en la construcción de una cota que desterrara, hasta cierto punto, el peligro de
inundaciones. Antes se hicieron otras que también intervinieron con la misma
intención en los laterales y su cauce, pero de lo que más hemos disfrutado, o
sufrido, según se mire, ha sido de visitas, inspecciones, estudios y
declaraciones de los responsables técnicos y políticos del momento. De eso
tenemos para dar y tomar. Nos han dicho de todo, desde que la responsabilidad
es de quien en su día decidió construir el conjunto deportivo del Nuevo Estadio
hasta los que aseguran que la única decisión que queda por tomar es la de
eliminar los meandros y dejar el río recto hasta Marmolejo, para que de esta
forma no lo frene a su paso por nuestra
ciudad. Y no crean que estas determinaciones las toman personas indocumentadas,
porque se equivocan. Al contrario, nos las cuentan profesores universitarios y
de instituto, técnicos de la
Junta y del Estado, y tampoco faltan las opiniones de los
afectados, que son, por cierto, con las
que nos quedamos, convencidos de que su experiencia debe servir de algo y desde
luego que más que la de quienes no han venido por aquí en su vida.
Mientras, un invierno más volvemos a echar mano del Guadalquivir como tema recurrente. Estos días se ha presentado ante nosotros con el cauce completo y casi sin avisar, lo que representa sin más un peligro del que de sobra conocemos sus consecuencias. Por lo tanto, a todos los que puedan evitar males mayores, que pongan manos a la obra para que no ocurra nada.
Mientras, un invierno más volvemos a echar mano del Guadalquivir como tema recurrente. Estos días se ha presentado ante nosotros con el cauce completo y casi sin avisar, lo que representa sin más un peligro del que de sobra conocemos sus consecuencias. Por lo tanto, a todos los que puedan evitar males mayores, que pongan manos a la obra para que no ocurra nada.
