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Situados
estamos en las fechas más entrañables del año. Estos días es
cuando mejor se conoce a sí mismo el ser humano, ya que es cuando
más esfuerzos suele hacer a favor de los más necesitados. También
es verdad que para que se cumpla esta realidad deben darse infinidad
de acontecimientos personales, pero por encima de todos ellos,
dependerá de la situación económica en la que se desenvuelva, que
nos tememos lo peor, y no menos su disposición personal hacia la
solidaridad y la generosidad que muchos de nuestros vecinos y vecinas
necesitan para salir del escollo en el que entre unos y otros nos han
metido. Es ahora, en días inmensos e intensos de celebraciones y no
menos de derroches absurdos, cuando más ojos nos observan ansiosos
de ayuda y cuando con menos esfuerzo por nuestra parte podemos hacer
más por quienes, en silencio y amparados en el anonimato, lo esperan
todo de la solidaridad de sus vecinos.
En
nuestro caso, con la inconmensurable ayuda de tanto colectivo y gente
desinteresada, lo normal es que la campaña que organizamos
anualmente siempre acabe siendo un éxito desde la perspectiva de la
cantidad que alimentos, ropa y juguetes que acumulamos. En esta
ocasión, a falta aún de la llegada de más alimentos, podemos
adelantarles que hemos vuelto, mejor: que han vuelto ustedes a
demostrarnos su impagable solidaridad. Su generosidad a nuestra
llamada sólo podemos calificarla como de extraordinaria y por ello
darles las gracias más sinceras e infinitas. Al mismo tiempo
decirles que, a lo largo de los treinta y un años que acumulamos
organizando esta cita anual, hemos ido encontrándonos en el camino
con personas ejemplares, de gran capacidad cuando de lo que se trata
es de echar una mano a quien lo necesita, disposición que aún hoy
nos sigue llamando poderosamente la atención por razones obvias.
La
realidad de los más necesitados, como viene ocurriendo de un tiempo
a esta parte, ha superado con creces los límites que hemos conocido
y se ha situado en niveles insoportables. Y nos puede y debe servir
como ejemplo el terrible acontecimiento ocurrido en Alcalá de
Guadaira, en Sevilla, en donde tres personas han fallecido a causa de
una intoxicación alimentaria. Si no hubiéramos conocido detalles,
la noticia hubiera quedado en que algún alimento en mal estado
compartido por la familia sería el causante y del que debería dar
cuenta el fabricante, pero no, porque como ya sabrán, buena parte de
la comida que ingerían diariamente provenía de los contenedores y
ahí no existe garantía de ningún tipo. Lo que tendríamos que
preguntarnos, porque esta familia representa sólo una de las miles y
miles de situaciones en las que malviven muchas personas en nuestro
país, es que cómo es posible que los responsables del desastre
económico que nos ahoga anden sueltos, disfrutando de una situación
económica privilegiada luego de haber acumulado fortunas sin que las
puedan justificar. ¿En qué país vivimos? ¿Qué clase de Gobierno
nos rige que permite situaciones tan violentas como la de Alcalá o
las que vemos diariamente a nuestro alrededor?
Alguien
puede pensar, cuando observa los documentales que nos hablan del
mundo y de la situación de pobreza en la que viven miles de personas
en lo que se conoce como el Tercer Mundo, que nosotros no, que España
queda aún lejos de situaciones tan dramáticas, pero es evidente que
se equivoca. Entre nosotros existen familias enteras que andan
sobreviviendo de la limosna de los demás, de ayudas alimentarias y
de techos circunstanciales porque la Banca, que debió perder sus
sentimientos hace miles de años, no duda en echarlos a la calle en
cuanto tiene ocasión. En España, y más concretamente en nuestra
ciudad, esta desgracia colectiva también existe y nuestro deber es
ponerle remedio. Y esa y no otra es la razón de la convocatoria
anual de la campaña, de la que hemos alcanzado ya los treinta y un
años. Naturalmente, gracias a personas como ustedes, que son
sencillamente formidables. Gracias de corazón.