Lo de
la lotería de Navidad, como buen gafe que se encuentra muy a gusto
entre nosotros y como preveíamos, sigue siendo la asignatura
pendiente entre nosotros. Un año más ha pasado de largo y nos ha
dejado con los sueños hechos añicos, aceptando que algunas
excepciones sí que las ha habido, pero irrelevantes. Un año más,
por tanto, fijaremos la fecha mágica para el sorteo del Niño, que
es nuestro objetivo a partir de ahora y también el último. A partir
de entonces, el protagonismo lo dejaremos íntegramente en la salud,
que es como solemos terminar el año e iniciar el nuevo. Y todo
porque es cuando de verdad nos damos cuenta de que, como la salud, no
hay nada. Y no se preocupen mucho, porque, con diferencia, es la
situación más compartida entre quienes tenemos por costumbre
jugarnos el futuro y nuestra escasa fortuna a unos décimos de
lotería. Como tuvimos oportunidad de comentarles la semana pasada,
habremos cumplido con toda rigurosidad nuestros habituales y
repetitivos compromisos, como dejar el décimo a los pies del santo o
la virgen de nuestra devoción, pasarlo por la calva del amigo que
tengamos cerca o de la barriga de la embarazada, o acudir con el
décimo a los pies de la patrona. Como hemos dicho, todo se acepta
sin rechistar por compartido y porque a nadie se le ocurre desconfiar
de esta costumbre por lo menos antes de que se celebre el sorteo;
luego, casi siempre, pero ya no sirve de nada.
De
lo que estamos seguros es de que el presupuesto municipal presentado
por el Partido Popular en el pleno el pasado jueves, que fue aprobado
por su mayoría absoluta, ha pasado desapercibido. Y no debía ser
así, ya que las cuentas dadas a conocer en el salón de plenos
marcarán el año que tenemos por delante. El dinero municipal, que
es el nuestro, es el motor que mueve la ciudad a lo largo del
ejercicio y dependerá de las partidas cerradas que han sido dadas a
conocer para que influyan o no en nosotros, en las empresas, en la
mejora de la ciudad, en su equipamiento general, en su futuro y en
todo aquello que tenga relación con la ciudadanía.
Consecuentemente, si calificamos nuestra general actitud como de
bastante inconsecuente no parece que sea excesivo; si acaso, a falta
de argumentos añadidos que nos servirían para confirmar la
calificación y que podemos resumir en descuidados, desencantados con
la política o simplemente que no servirá de nada que intervengamos
o no en ella. Sin embargo, nos equivocamos de plano, ya que
precisamente de este detalle o estas actitudes viven no pocos
representantes políticos, que se benefician directamente del
desinterés generalizado y que sólo tienen que esperar a que sus
incondicionales acudan a las urnas cuando sean llamados y darles su
incondicional apoyo. Luego, cuando el gobierno de turno decida
ejecutar la medida que aprobó en su día y que recordemos está
legitimado para ello, aparecerán las críticas o los rechazos, pero
entonces ya no será posible la solución.
Por
eso no acabamos de entender a los que gritan a los cuatro vientos que
no son políticos ni quieren saber nada de ello. Pero nos volvemos a
equivocar, ya que desde el momento en que estamos obligados a pagar
impuestos, sin ir más lejos, lo estamos para implicarnos en la
dinámica municipal. Por ejemplo, por los centros escolares, por los
autobuses urbanos, por los servicios funerarios, por la iluminación
de las vías públicas, por su limpieza, por su equipamiento, por la
política ligada al turismo o al deporte… Todo es política. Todo
se puede solucionar usando de ella como exige nuestra forma de
gobernarnos, es decir, democráticamente.