lunes, 23 de diciembre de 2013

UN LUNES ACIAGO Y DESILUSIONANTE

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Lo de la lotería de Navidad, como buen gafe que se encuentra muy a gusto entre nosotros y como preveíamos, sigue siendo la asignatura pendiente entre nosotros. Un año más ha pasado de largo y nos ha dejado con los sueños hechos añicos, aceptando que algunas excepciones sí que las ha habido, pero irrelevantes. Un año más, por tanto, fijaremos la fecha mágica para el sorteo del Niño, que es nuestro objetivo a partir de ahora y también el último. A partir de entonces, el protagonismo lo dejaremos íntegramente en la salud, que es como solemos terminar el año e iniciar el nuevo. Y todo porque es cuando de verdad nos damos cuenta de que, como la salud, no hay nada. Y no se preocupen mucho, porque, con diferencia, es la situación más compartida entre quienes tenemos por costumbre jugarnos el futuro y nuestra escasa fortuna a unos décimos de lotería. Como tuvimos oportunidad de comentarles la semana pasada, habremos cumplido con toda rigurosidad nuestros habituales y repetitivos compromisos, como dejar el décimo a los pies del santo o la virgen de nuestra devoción, pasarlo por la calva del amigo que tengamos cerca o de la barriga de la embarazada, o acudir con el décimo a los pies de la patrona. Como hemos dicho, todo se acepta sin rechistar por compartido y porque a nadie se le ocurre desconfiar de esta costumbre por lo menos antes de que se celebre el sorteo; luego, casi siempre, pero ya no sirve de nada.

 De lo que estamos seguros es de que el presupuesto municipal presentado por el Partido Popular en el pleno el pasado jueves, que fue aprobado por su mayoría absoluta, ha pasado desapercibido. Y no debía ser así, ya que las cuentas dadas a conocer en el salón de plenos marcarán el año que tenemos por delante. El dinero municipal, que es el nuestro, es el motor que mueve la ciudad a lo largo del ejercicio y dependerá de las partidas cerradas que han sido dadas a conocer para que influyan o no en nosotros, en las empresas, en la mejora de la ciudad, en su equipamiento general, en su futuro y en todo aquello que tenga relación con la ciudadanía. Consecuentemente, si calificamos nuestra general actitud como de bastante inconsecuente no parece que sea excesivo; si acaso, a falta de argumentos añadidos que nos servirían para confirmar la calificación y que podemos resumir en descuidados, desencantados con la política o simplemente que no servirá de nada que intervengamos o no en ella. Sin embargo, nos equivocamos de plano, ya que precisamente de este detalle o estas actitudes viven no pocos representantes políticos, que se benefician directamente del desinterés generalizado y que sólo tienen que esperar a que sus incondicionales acudan a las urnas cuando sean llamados y darles su incondicional apoyo. Luego, cuando el gobierno de turno decida ejecutar la medida que aprobó en su día y que recordemos está legitimado para ello, aparecerán las críticas o los rechazos, pero entonces ya no será posible la solución. 


Por eso no acabamos de entender a los que gritan a los cuatro vientos que no son políticos ni quieren saber nada de ello. Pero nos volvemos a equivocar, ya que desde el momento en que estamos obligados a pagar impuestos, sin ir más lejos, lo estamos para implicarnos en la dinámica municipal. Por ejemplo, por los centros escolares, por los autobuses urbanos, por los servicios funerarios, por la iluminación de las vías públicas, por su limpieza, por su equipamiento, por la política ligada al turismo o al deporte… Todo es política. Todo se puede solucionar usando de ella como exige nuestra forma de gobernarnos, es decir, democráticamente.