Las circunstancias nos obligan a plantear, por enésima
vez, el problema de los malos tratos. Al día de hoy, concretamente hasta las
diez de la mañana, que es cuando grabamos este comentario, treinta y siete han
sido las mujeres asesinadas por sus compañeros sentimentales o maridos. De
ellas, solo dieciséis habían denunciado su situación; el resto, suponemos que todavía
esperaba el cambio del insostenible período que llevaba soportando amenazas,
golpes y faltas de respeto, porque ni tan siquiera se habían planteado acudir a
la comisaría o cuartel más cercano a relatar su caso. Terrible error, pero
comprensible si tenemos en cuenta en qué situación se encuentra el mundo de la
mujer en relación con la realidad del día después. El caso más sangrante es,
quizá, el de la chica de Cartagena, de solo 20 años, que fue apuñalada por su
novio. De acuerdo con el relato que hemos conocido, la pareja había roto sin el
consentimiento del chico, que nunca aceptó la situación y durante un tiempo
estuvo insistiéndole para volver a reanudar su relación. Ella, que ya había
sufrido sus malos tratos verbales y físicos, se negó rotundamente a recuperar
nada. En uno de esos desencuentros, en el que es nuevamente violentada por el
joven, decide acudir al cuartel de la Guardia Civil de su ciudad y presentar la
correspondiente denuncia. Lo que ni ella ni nadie de su entorno esperaban es
que, mientras tanto, mientras ella relataba al agente su calvario, el chico
compraba una escalera y se dirigía con ella al domicilio de la que había sido
su compañera sentimental. Escaló hasta la entrada, se coló en la vivienda y
esperó a que llegara. Una vez frente a ella, sencillamente la cosió a puñaladas.
No le dio la oportunidad de defenderse. Se ensañó con ella y la mató en el
acto. A partir de este momento el relato entra de lleno en el propio trabajo
policial para luego que sea un juez quien se encargue de imponer la pena que
crea más justa.
Como hemos dicho, este es el ejemplo que mejor nos
aproxima a la realidad de la mujer maltratada. La pregunta o el planteamiento
que nos hacemos es el mismo de siempre, porque hasta ahora no hemos tenido
oportunidad de analizar nada novedoso que emane de organismo autorizado para ello. Desde el
Gobierno, concretamente desde el Ministerio del Interior, registramos
informaciones de urgencia que evidencian sus buenas intenciones al tiempo que
su incapacidad para controlar un fenómeno social que arrastra una historia de
sangre vergonzosa. Lo negativo de esta evidente falta de efectividad de las
diferentes medidas o acciones que aseguran han tomado y que están en
funcionamiento, es que se siguen matando a mujeres con una facilidad que por sí
misma debía hacer saltar todas las alarmas. Por el momento, y manteniendo el
pasmoso ritmo de trabajo que conocemos desde hace años, los sucesivos Gobiernos
se han dedicado, por encima de cualquier otra intervención técnica, a intentar
convencernos de que legislando y creando brigadas concretas de policías y
guardias civiles la masacre se va a evitar. Sin embargo, la realidad deja claro
que la deriva hacia un mayor número de mujeres asesinadas es un hecho que se
confirma anualmente. En estos momentos, como hemos dicho, son treinta y siete
mujeres las asesinadas, lo que viene a decirnos que son tres más con respecto
al mismo período del año pasado. Aunque todo lo tengamos en contra y los que
pueden y deben acabar con esta lacra, que nadie pierda el norte y asuma que
nuestro papel es fundamental para ayudar a quien lo necesite.