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Hoy es el día en el que todo vuelve a la normalidad, que es como si la vida comenzara de nuevo. Por delante, todo un año que auguramos repleto de acontecimientos. Esperamos, por ejemplo, que se acabe el problema del río, que las obras que actualmente se desarrollan y que están previstas acaben en febrero, y que la totalidad de la mota construida la pueda utilizar el ciudadano con seguridad y comodidad, lo que servirá, además de para lo que específicamente se ha realizado, para que conozcamos una zona antes inaccesible y que estamos convencidos le servirá para valorar y disfrutar de un paisaje realmente hermoso. Por otra parte, como es habitual que los gobiernos municipales acaben las realizaciones con las que presumir delante de su electorado en año de elecciones, veremos pronto finalizadas, suponemos, el carril-bici, la piscina del ejido del Puente, las calles que les falten por mejorar, tanto su asfaltado como su iluminación; la viabilidad del aparcamiento de Capuchinos o en cualquier otro punto de la ciudad, aunque nosotros mantenemos nuestra opinión de que perdimos una gran oportunidad cuando, realizando obras en el parque de san Eufrasio por valor de cien millones de pesetas, no se decidió que era el lugar ideal para la construcción de un gran aparcamiento para residentes y usuarios transeúntes. Entre otros beneficios directos, hubiera permitido conectar de forma natural la zona de los Emperadores con el centro de la ciudad y revitalizado una parte de Andújar que por el momento no deja de ser un barrio escasamente dotado.
También debe ser el año de la desilusión, del escarmiento por confiar en quienes nos dirigen la vida. La huida de la acerería Ros Casares de nuestra ciudad resuelve finalmente las dudas que desde el primer momento tuvimos sobre la instalación de la firma valenciana en los terrenos de los Llanos del Sotillo. Los trabajos desarrollados a lo largo de estos años por el equipo de gobierno alrededor de lo que enfáticamente denominaron como Innonvandújar, nos parecieron desde el primer instante irrealizables. El momento que marcó el futuro del parque tecnológico lo marcamos en nuestros apuntes justo cuando nuestra primera autoridad rechazó la tutela de la Junta de Andalucía, que le ofreció la posibilidad de que fuera la Empresa Pública del Suelo, especializada precisamente en este tipo de construcciones, la que realizara las obras que permitirían ofrecer terreno a las empresas que quisieran instalarse en nuestro término. A partir de esta negativa, que olía desde lejos a operación urbanística de la que sólo se aprovecharían unos cuantos y no menos la negativa radical de que no entrara en esta obra dinero socialista, todo lo que han sabido hacer ha sido mentir. No obstante, la salida del proyecto de Ros Casares, por razones obvias, no debe resolverse con una carta que, al parecer, ni siquiera se ha remitido al Ayuntamiento. Es fundamental, así las cosas, que la empresa se presente entre nosotros y que cuente la verdad de un proyecto fallido que estamos convencidos tiene protagonistas y que éstos deben ser conocidos por la ciudadanía. De no ser así, los culpables habrán conseguido su objetivo de utilizar su propia mentira para ganar una guerra que ha generado miles de damnificados entre la ciudadanía, especialmente todos aquellos que creyeron en Innonvandújar.
Repetimos que Ros Casares debe dar la cara y contarnos cuáles han sido sus razones para tal decisión y, más aún, cómo sus relaciones con el equipo de gobierno y con el resto de implicados en el proyecto a lo largo del tiempo que ha durado. De no ser así, los que públicamente le han responsabilizado, y no sólo una vez, que por cierto son los mismos que no tardaron en darle medallas y abrazos, de que el proyecto no haya visto la luz y de que nuestra ciudad esté sumida en una aguda crisis que le ha marcado el pasado y el presente y no menos el futuro, quedarán ante los demás también como damnificados, y nada más lejos de la realidad. Un asunto de tanto calado social, del que tanto rendimiento personal y político han obtenido quienes lo han sabido manejar a la perfección y en el que tantas ilusiones se habían puesto, que quede simplemente en proyecto fallido creemos que sería el remate para una ciudad que sigue sin entender las razones de unos y de otros para que estén a diario haciéndole daño dentro y fuera. Desde luego, entendemos a los escasos empresarios que puedan venir por aquí en busca de suelo, apoyo y subvenciones oficiales, porque una vez comprobadas las posibilidades reales de nuestros políticos lo lógico es que se vayan con viento fresco en busca de ayuntamientos que les entiendan y atiendan.
También debe ser el año de la desilusión, del escarmiento por confiar en quienes nos dirigen la vida. La huida de la acerería Ros Casares de nuestra ciudad resuelve finalmente las dudas que desde el primer momento tuvimos sobre la instalación de la firma valenciana en los terrenos de los Llanos del Sotillo. Los trabajos desarrollados a lo largo de estos años por el equipo de gobierno alrededor de lo que enfáticamente denominaron como Innonvandújar, nos parecieron desde el primer instante irrealizables. El momento que marcó el futuro del parque tecnológico lo marcamos en nuestros apuntes justo cuando nuestra primera autoridad rechazó la tutela de la Junta de Andalucía, que le ofreció la posibilidad de que fuera la Empresa Pública del Suelo, especializada precisamente en este tipo de construcciones, la que realizara las obras que permitirían ofrecer terreno a las empresas que quisieran instalarse en nuestro término. A partir de esta negativa, que olía desde lejos a operación urbanística de la que sólo se aprovecharían unos cuantos y no menos la negativa radical de que no entrara en esta obra dinero socialista, todo lo que han sabido hacer ha sido mentir. No obstante, la salida del proyecto de Ros Casares, por razones obvias, no debe resolverse con una carta que, al parecer, ni siquiera se ha remitido al Ayuntamiento. Es fundamental, así las cosas, que la empresa se presente entre nosotros y que cuente la verdad de un proyecto fallido que estamos convencidos tiene protagonistas y que éstos deben ser conocidos por la ciudadanía. De no ser así, los culpables habrán conseguido su objetivo de utilizar su propia mentira para ganar una guerra que ha generado miles de damnificados entre la ciudadanía, especialmente todos aquellos que creyeron en Innonvandújar.
Repetimos que Ros Casares debe dar la cara y contarnos cuáles han sido sus razones para tal decisión y, más aún, cómo sus relaciones con el equipo de gobierno y con el resto de implicados en el proyecto a lo largo del tiempo que ha durado. De no ser así, los que públicamente le han responsabilizado, y no sólo una vez, que por cierto son los mismos que no tardaron en darle medallas y abrazos, de que el proyecto no haya visto la luz y de que nuestra ciudad esté sumida en una aguda crisis que le ha marcado el pasado y el presente y no menos el futuro, quedarán ante los demás también como damnificados, y nada más lejos de la realidad. Un asunto de tanto calado social, del que tanto rendimiento personal y político han obtenido quienes lo han sabido manejar a la perfección y en el que tantas ilusiones se habían puesto, que quede simplemente en proyecto fallido creemos que sería el remate para una ciudad que sigue sin entender las razones de unos y de otros para que estén a diario haciéndole daño dentro y fuera. Desde luego, entendemos a los escasos empresarios que puedan venir por aquí en busca de suelo, apoyo y subvenciones oficiales, porque una vez comprobadas las posibilidades reales de nuestros políticos lo lógico es que se vayan con viento fresco en busca de ayuntamientos que les entiendan y atiendan.