lunes, 18 de febrero de 2008

LOS POLÍTICOS, ¡AL TRABAJO!, POR FIN




Es evidente que nuestra aportación a la idiosincrasia de la provincia es muy particular, definiéndonos como si no formáramos parte de ella, como si nos hubiéramos desprendido, intencionadamente o no, del tren que transporta a la totalidad por los caminos de la prosperidad. Cierto que eso de la prosperidad nos queda lejos y que no siempre es aceptable que nos lo recuerden insistentemente desde la poltrona política, pero tendremos que aceptar que, dentro de un todo, nuestra ciudad y el potencial humano que le da vida tiene o debía tener un peso específico para quienes, desde cualquiera de las opciones políticas conocidas, dirigen los destinos de Jaén y, por ende, de Andalucía. Estos días, con un objetivo concreto a la vista que culminará el 9 de marzo, es decir, a falta de sólo veintiún jornadas, todo son parabienes y, claro, denuncias y críticas a lo que hacen y dicen los de enfrente, que para eso nuestros políticos se han aprendido en buenos colegios la conocida monserga de que sólo ellos, sean los que sean, están capacitados para afrontar el futuro con posibilidades de éxito, aunque coinciden todos y todas en no matizar a qué futuro se refieren, es decir, que no sabemos si es el suyo o el nuestro, en lo que evidentemente encontramos una gran diferencia.

Distribuidas las estrategias y las personas que les llevarán a cabo, Andújar ha comenzado a ser objetivo de quienes necesitan del voto para subsistir, para mantener su "status" y seguir disfrutando de las prebendas que conlleva eso de ser representante del pueblo, que no crean ustedes que son pocas. Y es notorio que se han preparado el papel y su contenido a conciencia, cuidando los detalles y las formas más insignificantes, convencidos quizás de que todo es importante. Y nos parece bien, porque al menos por unos días somos tratados como nos merecemos, incluso dedicándonos tiempo atendiendo nuestras quejas o demandas, algo que, en cuanto se conoce el resultado de las urnas, pasa a ser un lujo que no podemos disfrutar como nos gustaría.

Seguro que algunos y algunas acuden a nosotros desde la más absoluta de las sinceridades y que merecen nuestra consideración y respeto, pero ¿cómo los conoceremos?, ¿en qué se diferencian de los que traen engaños y trampas? Desde luego que complicado es, pero algo tendremos que hacer para no caer en la tentación de la demagogia que usan cuando les interesamos. Por si les sirve de algo, lo de leerse el programa electoral, o al menos los asuntos en los que estemos interesados o tengan que ver con nuestras causas, podía ser decisivo, pero entendemos lo cansado que es dedicarle tiempo a lo que han redactado calculando todos los detalles y con fines malévolos.

Mientras tanto, lo nuestro, lo que nos importa, lo que nos preocupa o inquieta, parece que no les interesa, o que lo disimulan muy bien, que también puede ser. Quizá es que nosotros formamos parte de la vieja escuela, de esa que cree a pies juntillas que todo el mundo es bueno y que nuestros representantes hacen lo que pueden. Ocurre, no obstante, que a base de golpes y bofetones no nos ha quedado más remedio que amoldarnos a una situación que no compartimos ni de lejos: Los que venimos del mundo del trabajo, que es lo mismo que decir la práctica totalidad de la población, sabemos que o le eres rentable al patrón o te quedes sin trabajo en poco tiempo. La clase política, que no tiene que responder en la práctica ante nadie, que muchos de ellos no van más allá de votar sí o no cuando el partido se lo diga, lo tiene mucho más fácil. Y no digamos nada de los sueldos que reciben por su escasa dedicación, que debe por eso, por la comodidad de la tareas que les encomiendan y por la alta rentabilidad que obtienen de ello, que en época electoral los veamos ir de un lado para otro como alma que lleva el diablo.

Con todo, esto acaba de comenzar. La campaña electoral se endurecerá en poco tiempo y es cosa de que nos lo tenemos con calma si no queremos morir en el intento.