
Los movimientos o meneos, como prefieran, que estos días acaecen en el interior de los partidos políticos, es decir, en sus respectivas ejecutivas, que es donde nos encontramos con las personas que de verdad le sacan provecho a la política y que muchos de ellos y ellas sólo por eso están en ella, no pasa desapercibido en la calle. Los medios de comunicación, una vez más, nos hemos convertido en referencia informativa, pública y privada, de quienes quieren ir más allá de lo que a los responsables de estas organizaciones les interesa que se conozca, o sea, que son conscientes de que las verdaderas consecuencias de las votaciones del pasado 9 de marzo aún están por llegar. Los perdedores han sido los primeros en dar carpetazo a la situación, evitando así que desde fuera puedan percibirse dudas o contradicciones. Como era de esperar, irse no se va nadie o casi nadie (porque Gaspar Llamazares ya ha anunciado que no se presenta a la reelección), y no por ninguna de las formas conocidas de mostrar sentimientos y querencias y sí por los beneficios directos que obtienen de esta dedicación. Por otra parte, que la cúpula de un partido apoye a su candidato con todas las consecuencias, lo único que hace con esta posición intransigente es confirmar que, de marcharse el “jefe”, ellas y ellos deben de ir detrás, y repetimos que no quieren. Por lo tanto, ya se sabe cuál debe ser el mensaje: repetir cansinamente que ha sido una campaña política extraordinaria de la que se han obtenido más votos que en las anteriores y que tenemos líder para rato. Suponemos que en el fondo, aunque sea muy profundo, serán conscientes de que han sido dos las citas y que en las dos han perdido, que no sabemos si debe o no servir al menos para reflexionar sinceramente sobre qué se haya hecho mal.
En ocasiones, cuando algún líder político o personaje famoso protagoniza decisiones más o menos trascendentes, que casi siempre tienen como objetivo impactar en las gentes y que están muy alejadas de posiciones éticas, éstas acaban siendo referencia obligatoria para todo lo que alrededor de esta persona acontezca. Por ejemplo, el señor Aznar, a la sazón presidente del Gobierno durante dos legislaturas, que, justo cuando gana la segunda, afirma que será su último mandato y en pleno éxito hace efectiva su decisión, suponemos que por parecerse lo más posible a su admirado presidente norteamericano Busch. Entonces aparece el señor Rajoy y es nombrado a dedo como sucesor de don José María. Se presenta a dos elecciones y las pierde. Según sus biógrafos, la primera fue a consecuencia de la guerra de Irak y del atentado del 9 de marzo de 2004 en Madrid, con nada menos que 192 muertos; la segunda, por el asesinato del concejal socialista Isaías Guerrero. Ahora, desoyendo el ejemplo del presidente de honor de su partido, el señor Aznar, sigue al frente de éste y ya se prepara para las elecciones del 2012. Que no es que nosotros estemos en desacuerdo con su actitud y posición ante el futuro, que eso es algo muy suyo y que a nosotros no nos importa, pero que extraña que quien le precedió optara por mandatos de dos legislaturas como máximo y que su sucesor parezca estar dispuesto a mantenerse firme en la oposición hasta que consiga ser presidente electo de España. Y no digamos nada sobre el caso del señor Arenas en Andalucía, que acumula derrota electorales como orejas los toreros y sigue fuerte como el primer día.
En el caso de sus oponentes, o sea, los socialistas, al menos tienen el marchamo de garantía que supone ser los dirigentes de esta tierra desde el inicio de la democracia, aunque aceptemos que más de uno de ellos y ellas debían haberse marchado hace tiempo de la política y permitir el acceso a quienes vienen como corredores de fondo y con muchas posibilidades de mejorarnos la vida. Ocho años es tiempo suficiente para realizar los proyectos y los sueños con los que se acude a la política. Los primeros cuatro años son para dedicarlos a poner en marcha todos los programas aprobados, y los segundos para finalizarlos. Luego, vuelta a sus tareas y dedicaciones habituales, y paso libre a las nuevas generaciones, que para eso llegan estudiadas, “masterizadas” y “marketinzadas” a los puestos que les hayan dejado sus predecesores. Mientras se mantengan los mismos criterios y los que llegan a la política sean conscientes que de ella pueden vivir toda su vida laboral y que del rendimiento económico que obtengan sacarán adelante a su familia en condiciones óptimas para que estudien en donde quieran, disfruten de vacaciones de lujo y puedan emanciparse de sus padres porque no se les será difícil obtener una vivienda, comprenderán ustedes que no se quieran ir por nada del mundo.