
Quizá sea una apreciación nuestra, pero detectamos en muchos de ustedes un particular interés por las lluvias que han caído y que, aseguran los que saben del tema, nos dejarán por unos días. Nunca como ahora hemos notado tanto nivel de sensibilidad en todo lo que tiene relación con el agua, con su consumo y con el nivel de los pantanos. Y eso es bueno, porque hemos dado un paso hacia el mejor control del uso y de la distribución del agua para el consumo humano, aunque echemos de menos el ejemplo de quienes tienen más obligación que nosotros en controlar el agua. El ejemplo de Barcelona, que sufriría la escasez de agua potable en el mes de octubre de seguir la pertinaz sequía que padecemos en todo el territorio nacional, ha motivado a quienes ven el problema o la necesidad desde la perspectiva de solidaridad que requiere este delicado asunto y también entre quienes lo observan desde la atalaya política, que necesitan de este tipo de conflictos con fines puramente políticos e interesados. Sin embargo, de acuerdo con los informes de los técnicos y los estudios que vienen desarrollándose desde hace años, el problema de la Ciudad Condal no tardará en llegar a otras zonas de nuestro país, y demanda desde ya sentido común en la interpretación de esta realidad. Cuando lo que está en juego es el ser humano, la clase dirigente no tiene más remedio que aceptar de buena gana las decisiones que tome la mayoría y que tengan como objetivo el remediar el problema.
En nuestro caso, es evidente que los más de cien litros caídos en nuestra ciudad y bastantes más en la sierra, influirán en el nivel del pantano del Rumblar, que es de donde nos surtimos, pero sin exageraciones, porque los niveles actuales siguen estando por debajo de los mínimos y es fundamental que entre la población se mantenga el rigor demostrado hasta ahora en todo lo que tiene que ver con el uso que le damos al agua potable. La agricultura en general y la sierra en particular, han recibido la bendición de la lluvia de la única forma que sabe, es decir, ayudando a la floración y a la generación de vida, permitiendo que la fauna y la flora mantengan sus niveles de seguridad y que esta primavera-verano disfrutemos de un entorno repleto de paisajes con un verdor inusitado. Para este fin de semana, que ya habrán pasado unos días y por tanto algo se habrá secado el entorno, notaremos la importancia de la lluvia en los campos a los que accederemos para plantar nuestros reales y asistir a la romería más antigua de España y quizá también la más desorganizada, ya que los controles existentes se limitan a unas zonas concretas en favor del detrimento de otras que también forman parte de la celebración y para las que parece no existir interés oficial. Sí cuentan con interés particular, que perciben inmediatamente quienes nos visitan y en forma de pago obligatorio para aparcar sus vehículos, montar sus tiendas de campaña, usar de letrinas y duchas, etc. Desde hace semanas, los que acuden al entorno del santuario, más que ver escritos sobre la devoción a María Santísima de la Cabeza, de llamadas al rezo y al silencio, de horarios de misas y demás oficios, lo que pueden leer son ofertas de precios para aparcamientos y zonas de acampada, con unas tarifas, por cierto, que le permiten a los que las cobran vivir todo el año de estos ingresos.
Un par de semanas antes de la que comienza hoy, los lugares habituales en los que suelen radicarse los que llegan con tiempo y con sus tiendas de campaña, caravanas y autocaravanas, estaban perfectamente delimitados por todo tipo de elementos visibles y disuasorios para quienes se iban incorporando días después a este espacio en busca de un lugar en donde depositar su carga y plantar lo que será su particular castillo estos días. La lluvia que ha caído, intensa y en cantidad, ha participado activamente en el deterioro de todo lo que allí se había construido y estamos seguros de que, los que aún han quedado en pie, necesitarán del trabajo de sus propietarios para su recuperación, aunque de no haberse secado la tierra, seguro que los problemas se multiplicarán. Pero así ha sido desde siempre, porque las lluvias casi nunca han faltado a la romería, y estamos seguros que no influirá en la presencia de personas que contribuyen con su presencia al desarrollo y esplendor de la misma.