viernes, 18 de abril de 2008

LA ROMERÍA NOS EXIGE A TODOS Y A TODAS ESFUERZO Y DEDICACIÓN



Aunque nosotros estemos integrados entre los que ven siempre la botella media llena, entre que los vientos económicos no corren bien para nadie y que se anuncia una recesión a nivel mundial, la verdad es que cerramos la semana preocupados. Si a todo esto les unen ustedes el estado actual de nuestra economía y el desarrollo de los acontecimientos, seguro que deducen, como nosotros, que nuestros males se agudizan y que será necesaria la ayuda exterior para salir adelante lo menos heridos posible. Nos enfrentamos, por otra parte, al desarrollo y celebración de la romería de este año, que tendrá su culminación el fin de semana y que, según los datos que nos han hecho llegar desde el Ayuntamiento, éste invertirá nada menos que seiscientos mil euros para que quedemos contentos, aunque algunos, y con toda la legitimidad del mundo, no acepten que este dinero de todos se invierta en una festividad que no comparten, al menos no de la forma que discurre actualmente.

Es lógico que ante una cifra tan astronómica para cualquiera de nosotros, la preocupación y la crítica vayan a la par, porque si la economía no va bien para casi nadie, que de la caja de todos los ciudadanos se saquen nada menos que cien millones de las antiguas pesetas para invertirlas en una romería que dura poco más de cuarenta y ocho horas, la verdad es que hace saltar las alarmas. La imperiosa necesidad que tenemos de engrandecer lo que nació entre nosotros y para ello llamar a capítulo a todos los que quieran venir a vivirla, no sólo influye en la diversidad de problemas que debemos superar, sino que obligan a los responsables a invertir grandes sumas de dinero en que todo salga medio bien. Y no otro es el destino de los esfuerzos que vienen haciendo los implicados en esta celebración, desde la comunidad trinitaria hasta las peñas romeras: desproporcionar una romería en todos los órdenes, poniendo especial hincapié en aumentar el número de romeros anualmente, como si este detalle la aupara a rango superior, cuando en realidad lo que estamos haciendo es entorpeciéndonos nosotros mismos. Y no es cosa nuestra, sino de quienes cuando regresan del cerro coinciden en lo mismo cada año: en la falta de espacio, en la proliferación de celebraciones que nada tienen que ver con la romería y menos aún con la patrona, en que la permisividad con la que la autoridad asiste al desarrollo de esta hermosa fiesta permite que se consolide con fuerza un gran encuentro con el botellón de fondo y en que cada vez se parece menos a una cita mariana.

Este año, porque la realidad ha acabado imponiendo su opinión, los cambios influirán y decisivamente entre, por ejemplo, los integrantes de las carretas. Para ellas y ellos, que los levanten una o dos horas antes, que los obliguen a caminar con más ligereza o cualquier otra imposición oficial, les parece bien. Con lo que no están de acuerdo es con que, camino del cerro, no puedan despedirse, en el Cuadro de la Virgen, de su Morenita, y, como han hecho siempre, rezarle y cantarle, además de pedirle su bendición para el camino. Evidentemente, las tradiciones se basan en las creencias de quienes las mantienen en su recuerdo y no todas son fáciles de eliminar, y más cuando vienen de siglos y, encima, no se ha compartido oficialmente la información precisa que hubiera facilitado la desaparición de este instante mágico para algunas y algunos. De hecho, los carreteros aseguran que el nuevo recorrido es cierto que aligerará el discurrir de las carretas hacia el Lugar Nuevo, pero que nadie eche las campanas al vuelo porque no se ha contado con las particularidades y caprichos de muchos de ellos, que sí que influyen negativamente en el cumplimiento de los horarios y que volverán a ser clave este año también en la estabilidad emocional de la gran mayoría.

Si de verdad se quiere aliviar el problema que suponen las carretas, y que sus integrantes sufren en primera persona, urge una comisión gestora que le plante cara al habitual desmadre que protagonizan casi siempre los mismos y que, con mano dura y sin contemplaciones, se les invite a que no formen parte de la caravana por el bien de todas y de todos. Seguir como hasta ahora, con reuniones informativas a las que asisten los pocos de siempre, con ausencia de obligaciones y con el único requisito de acudir a la cita de la mañana del sábado con el número que les asigna el Ayuntamiento, nos parece escaso bagaje para tan importante encuentro.