Por fin parece que la estación de autobuses ha encontrado a la persona o personas que se han apiadado de ella, y de rechazo de nosotros, y han decidido ponerle fin en unos meses. A la vista del expediente que acumula a lo largo de los años que ha estado detenida la intervención de la Junta de Andalucía, es evidente que ha existido un desliz u olvido entre el funcionariado de Sevilla y de Jaén, y que éste ha sido determinante para la prolongación de la espera. De otra forma no se entienden los detalles dados por el delegado de la Consejería en la provincia, que achaca el sí y el no de la ampliación de la estación de autobuses a asuntos burocráticos y de fondo, es decir, de la recomposición del primitivo proyecto de ampliación, especialmente en el apartado de la techumbre, y la necesidad que tenían estas obras de la ampliación del presupuesto aprobado en su día. Aceptamos los detalles y los agradecemos, pero no los compartimos porque tiempo han tenido más que de sobra para hacer un proyecto nuevo, de presupuestarlo dos o tres veces y de hacer una estación de autobuses nueva.
Malos principios tuvo la ubicación de esta estación, que fue rechazada por el Partido Popular, entonces encabezado por Luis de Torres, porque entendía (y no estaba solo en este rechazo, porque la práctica totalidad de los vecinos afectados acompañaba al partido en su exigencia de cambiarla de lugar), que quedaba muy lejos del centro de la ciudad y porque influiría en el descanso de los vecinos próximos a este nuevo recinto. El lugar propuesto por los populares era santa Úrsula y nunca lo denominaron como estación de autobuses, sino como apeadero, contribuyendo de esta forma al ambiente pueblerino en el que por entonces se desenvolvía Andújar. Llevaron a los tribunales la decisión del entonces equipo de gobierno y ahí estuvo perdiendo un tiempo precioso que influyó en la imperiosa necesidad que tenía nuestra ciudad de retirar de las calles la infinidad de paradas de autobuses que existían repartidas por todo el casco urbano. Finalmente salió adelante y se acabó no sin sobresaltos, porque su expediente fue casi el mismo que el de la ampliación, es decir, con paradas técnicas que hacían peligrar su continuidad.
Unas veces por los de dentro y otras por los de fuera, parece que nuestro destino ha sido firmado por incompetentes, por figurones que sólo buscan protagonismo barato y por quienes en realidad les importa un pito lo que sea de nosotros. Desde que tenemos memoria, si dejamos a un lado el hospital y, por ahora, lo que será la futura sede de los discapacitados intelectuales, no conocemos una sola obra pública que no haya superado con creces los plazos de ejecución. Una de las más emblemáticas y a la que aún no le auguramos un final programado, es la que pretende llevar agua al santuario, que por el momento ha formado parte de las promesas electorales socialistas al menos de tres legislaturas seguidas y, en la práctica, sigue como estaba, porque el que el pleno municipal diera vía libre al permiso que le pedía la Junta de Andalucía para el inicio de las obras, no significa nada más que eso. A partir de ahora, ateniéndonos estrictamente a los ejemplos que tenemos a nuestra disposición, como es el caso de la piscina municipal cubierta, el edificio de los juzgados, la sala escénica, las viviendas de protección oficial y la estación de autobuses, entre otros, todo indica un futuro de sequía que estamos seguros influirá en la dinamización que impulsa la comunidad trinitaria, que pide para el santuario el rango de basílica para una nueva etapa de prosperidad y proyección mundial que se vería dificultada por la carencia tan exagerada que tiene este lugar de los servicios mínimos que demandarían los miles de visitantes que se esperan. De hecho, el próximo año, que será jubilar y que promete convertirse en referencia en el mundo mariano, ya sufriremos estas carencias.
Eso sí, de anuncios sobre actuaciones inmediatas, de promesas de ejecución ejemplar y de otras justificaciones que sólo las conseguirían si las uniéramos a la necesidad que tienen algunos políticos de justificarse ante la ciudadanía, tenemos de sobra. La última, el hotel que emergerá en unos meses del barro de los Llanos del Sotillo. Desde el Ayuntamiento ya han vendido la cafetería, el equipamiento de las habitaciones y un futuro esplendoroso. Lo que no han hecho aún es decirnos a cargo de quién se hará las obras o qué cadena hotelera se encargará de explotarlo. Lo dicho, señores y señoras, algunos, con tal de quedar bien con la ciudad, no dudan en afirmar sandeces. Y si no es así, que nos presenten el proyecto, que nos digan de dónde obtendrán el dinero para su construcción y su plazo de ejecución. Y si no, que se vayan con sus mentiras a otra parte.