jueves, 19 de junio de 2008

LA HUELGA DEL TRANSPORTE HA SIDO CERRADA EN FALSO




La huelga del transporte que aún colea, y de la que estamos convencidos seguiremos teniendo noticias a corto plazo porque se ha cerrado en falso, nos ha exigido una aproximación a la realidad de las personas que explotan este mercado para tener una opinión contrastada y válida para entenderla. No ha sido fácil, desde luego, porque en medio de todo este asunto nos encontramos con miles de personas, autónomos ellos y ellas, que sufren de manera contundente el alto precio del combustible y, por lo tanto, con historias personales y familiares de gran calado. Naturalmente, dependiendo de la perspectiva y de la situación en la que se encuentre el profesional del transporte por cuenta propia, así será su mensaje y sus intenciones.

No obstante, la realidad política que actualmente rige en nuestro país permite una serie de consideraciones que, lo queremos o no, deben ser tenidas en cuenta para interpretar correctamente el papel que en esta huelga ha jugado el Gobierno y el que suponemos interpretará a partir de ahora. De hecho, lo primero que se percibe de esta huelga, en la que los camioneros exigen un precio mínimo por sus servicios, es un evidente y preocupante desconocimiento del mundo en el que viven. Deberían de saber, y medios tienen para ello, aunque otra cosa es que sus dirigentes los quieran o no compartir con sus asociados, es que el Estado no tiene obligación de salvar nuestras empresas cuando tenemos el futuro complicado y difícil su continuidad. Y dará lo mismo que seamos camioneros o ingenieros, taxistas o constructores, ya que las reglas de juego que hemos aceptado, y que no las recordamos hasta que las cosas no nos van bien y dejamos de ganar dinero, nos dicen que la economía española es de mercado y que todos compiten contra todos y, consecuentemente, se puede ganar, pero también perder.

A lo más que puede llegar el que pasa por momentos de agobio y de penuria, es a pedirle al Ejecutivo que ponga en marcha sus mecanismos de defensa del mercado y que controle a quienes no juegan limpio, que son en realidad los verdaderos culpables de los contratiempos económicos que sufrimos. De todo lo demás está exento, y de hecho, como hemos podido ver, la capacidad de maniobra económica en la que se ha desenvuelto esta crisis ha sido escasa y siempre bajo la estricta vigilancia de la Unión Europea, que no ha permitido a ninguno de los países miembros que la han sufrido, excesos en ayudas de ningún tipo. Lo que ocurre, por otra parte, es que de este tipo de inestabilidad laboral no falta quienes quieren sacar provecho, ya sea político, de representatividad o económico, y lo complican todo y alargan el parón, que, por cierto, ha tenido un gran impacto económico y laboral.

Naturalmente, a nadie se le ocurre no ponerse al lado de quienes sufren la crisis petrolífera de la forma que lo hacen los profesionales que tienen en sus vehículos o en sus barcos su "modus vivendi"; sería un error y una falta de sensibilidad y solidaridad preocupantes. Lo que ocurre es que para todo hay soluciones, y que a veces hay que buscarlas sin intermediarios interesados y sin presiones que no conducen a nada y que, por el contrario, coadyuvan a la pérdida de imagen del profesional del camión, sobre el que finalmente han recaído todos los males que han devenido de esta huelga del transporte por carretera.

Decíamos al principio que ésta se había cerrado el falso y nos tememos que no tardaremos en comprobarlo, auque deseamos que no ocurra por razones obvias. Existen posibilidades reales de alcanzar acuerdos que sirvan a las partes a superar sus diferencias, aunque para ello ambas deban dejarse en el camino intereses personales y políticos. Si lo que se pretendía desde el mundo del camión era mostrar sus verdaderas posibilidades para detener el país, está claro que lo han conseguido. Sin embargo, a veces no siempre resulta rentable tal muestra de fuerza, porque puede volverse en contra de quienes la protagonizan. Por eso, hacer las cosas bien desde el principio supone casi siempre la consecución de los objetivos previstos.