Entre nosotros, lo normal es que no le demos importancia a lo que nos pertenece. Sólo cuando nos molesta o nos limita los movimientos, caemos en la cuenta sobre la importancia que tiene para nuestras vidas, por ejemplo, una pequeña herida en la mano, o el brazo, o en la pierna, aparentemente sin importancia, pero hay que ver la lata que nos da mientras cura. Y es que, ya lo hemos dicho, no somos conscientes de lo trascendente que puede llegar a ser lo más insignificante en el día a día. La huelga del transporte por carretera, sin ir más lejos, no nos había preocupado hasta que hemos comprobado que nos podemos quedar sin alimentos y sin combustible para los vehículos. De hecho, cuando salimos a la carretera vemos a camiones de todo tipo y tamaño por ambos lados de la vía, pero pocos habrán sido los que habrán caído en la importancia que tiene en nuestras vidas el esfuerzo del camionero, al que a veces hasta les criticamos injusta y duramente.
Lo primero que debemos saber es que el aumento del precio del petróleo ha sido el que ha marcado los tiempos de esta crisis en toda Europa, porque recordemos que han sido los camioneros del Viejo Continente los que han plantado cara a sus respectivos Gobiernos y la mismísima Unión Europea, exigiéndoles estos días por ciudades y carreteras precios especiales para el combustible, porque han perdido los márgenes de la explotación de su negocio y no pueden mantener por más tiempo la situación. Esto quiere decir que no se trata de un problema estrictamente español y que, por si fuera poco, no puede solucionarse con medidas económicas particulares, porque la Comisión Europea no lo permitiría, que para eso tiene establecidos unos sistemas de control que no admiten medidas especiales a ningún Gobierno que forme parte de la Unión. Así las cosas, el precio de los carburantes es un asunto que en estos momentos tratan de solventar desde Bruselas y desde el resto de los países que tienen la mayoría de la flota de sus camiones en huelga. Resumiendo, que es asunto peliagudo que estamos seguros necesitará de un gran esfuerzo de las partes en litigio para conseguir reducir las consecuencias negativas que tendrá para todos.
En lo que se refiere estrictamente a nuestra ciudad y comarca, sabemos que algunas de nuestras estaciones de servicio, por falta de previsión o por aumento de las ventas, se han quedado sin gasoil, y la gasolina comienza a escasear, lo que seguro que dificultará el movimiento de todo tipo de vehículos y, consecuentemente, la facturación de muchas de nuestras empresas. En cuanto al abastecimiento de alimentos, la otra gran preocupación, parece que no es necesario que aumentemos las compras porque está asegurado el suministro, al menos para aguantar unos días sin problemas. Es posible que algunos alimentos concretos, porque necesiten de transportes especiales, se echen de menos en las estanterías, pero repetimos que la propia patronal nos confirma que por el momento lo mejor es mantener la calma, entre otras razones porque una compra masiva llevaría aparejada el aumento del precio, y es lo que nos faltaba y lo que ya está ocurriendo.
Con estos datos referenciales básicos, lo único que se nos ocurre es confiar en que las partes alcancen pronto un acuerdo y que finalice la huelga por el bien de todos. Cualquier decisión que la dilate en el tiempo contribuirá al empobrecimiento de los profesionales del sector del transporte, y a las empresas y las personas que dependen directamente de ellos. Quizá ahora, viviendo como estamos unos momentos complicados, valoraremos en lo que vale el trabajo de estas personas y observemos a sus camiones y a ellos con otros ojos. De ser así, el refrán que asegura que no hay mal que por bien no venga, conseguirá un gran refrendo popular.
En cuanto a los que políticamente quieren aprovechar el tirón que supone que la práctica totalidad de la flota de camiones españoles esté detenida, no se crean del todo lo que les cuentan. Como les hemos dicho, no es un problema exclusivo de España. A veces hay que dirigir la vista a donde no nos alcanza, porque es evidente que la OPEP, que es como la gran patronal del petróleo, tiene mucho que decir en la crisis económica que actualmente vive el mundo entero. Por ejemplo, hace sólo un año, el barril no superaba los ochenta dólares; hoy, 140.