
La Universidad de Comillas, en Santander, hace unas semanas que dio a conocer un informe sobre los resultados de la encuesta que había realizado meses atrás con la infancia y sus demandas como objetivo. Ahora que acaban de comenzar las clases, que los críos y crías acuden a los centros de enseñanza en busca de conocimientos que incorporar a su “currículum” personal, quizá nos convendría recapacitar sobre los datos que han barajado los profesionales y que han desmenuzado de acuerdo con lo que les han ido contando los menores que han participado en la citada encuesta. Al fin y al cabo, cuanto mejor conozcamos lo que para ellos son deficiencias o aciertos, necesidades o caprichos, seguros estamos de que podrían evitarse situaciones entre ellos y sus familias que para nada ayudan a la convivencia.
De acuerdo con las opiniones expresadas, y si tenemos que elegir de entre los datos que más nos han llamado la atención e incluso impactado, sin duda saber que nada menos que el 27 % de ellas y ellos se sienten solos o que el 41 % piensa que sus padres, especialmente el padre, están poco tiempo en casa. Podríamos simplificarlo interpretándolo como que se sienten mal atendidos materialmente hablando, pero no es así; es aún más preocupante, ya que sus quejas responden a la falta del calor humano que necesitan de sus padres y no de las cosas que éstos puedan comprarles, como algunos creen y practican a diario, como queriendo compensar su ausencia con un juguete o una chuchería. En este punto los escolares han sido especialmente exigentes y se han quejado de cómo sus mayores interpretan lo que deben ser sus vidas y los derroteros que deben seguir.
Luego de darle vueltas a los datos que nos han proporcionado y sin querer amarillear su resultado, y menos usar la demagogia barata que supone utilizar a los niños en contra de los adultos, parece como si los mayores nos hubiéramos equivocado a la hora de dimensionar correctamente la importancia de la familia y, muy especialmente, cómo queremos que ésta sea. Entre otras deficiencias, anotamos el miedo que tenemos a perder el actual nivel económico, además de estar convencidos de que, trabajando la madre y el padre les proporcionamos a nuestros hijos lo mejor, que es lo mismo que decir lo material, lo más caro, pero es evidente, y a los resultados de la encuesta nos remitimos, que no lo que ellos necesitan.
Algunos de los escolares entrevistados han ido más lejos en los detalles y le han asegurado al entrevistador que sus padres no han querido darle un hermanito porque deseaban lo mejor para él, lo que les hace sentirse solos y algunos hasta han llegado a sentirse culpables. Si a esto le añadimos que no han faltado quejas ante la falta de que carecen de los mimos y caricias de sus madres o los juegos con sus padres, que no acaban de aceptar los deberes escolares porque los hacen solos, y a ellos les gustaría compartirlos con sus progenitores. Algunas de las chicas han respondido tajantes que no quieren ver televisión, ni tener un móvil ni una “play”; que prefieren unos hermanos con los que hablar y compartir.
Parece claro que conviene no perder de vista el resultado y las conclusiones a las que han llegado los técnicos que han confeccionado esta encuesta, si de verdad queremos entender a los más pequeños. Sirve para la familia y no menos para sus profesores, que son precisamente las personas con las que más tiempo comparten y quizá los que menos los conozcan. Es evidente que la mayoría de los alumnos encuestados opta por el ser y no por tener, que huye de lo material y demanda cariño y comprensión. A partir de estos apuntes, que son escasos pero contundentes, algunas y algunos debían plantearse si han escogido lo mejor para los suyos y ellos mismos; si vale la pena dedicarle más tiempo al trabajo que a la familia o si el esfuerzo físico que llevan a cabo diariamente compensa el no tener a sus hijos cerca.