Los enfrentamientos que con total normalidad mantienen entre sí los partidos políticos y sus integrantes es cierto que interesan bien poco. Sin embargo, de vez en cuando llegan hasta nosotros perlas informativas que no conviene que perdamos de vista, y en este caso con más razón porque detectamos una actitud machista y trasnochada en los representantes que el Partido Popular y el Partido Andalucista tienen en el Consejo Audiovisual de Andalucía. Ocurre que una ponente de la oposición presenta un informe de género que con la intención de acabar con la invisibilidad del deporte femenino en los medios de comunicación en general y en la televisión pública andaluza en particular. Las respuestas, como tendrán oportunidad de escuchar ahora, ni siquiera tienen relación con las propuestas, mostrando claramente que la intención de estos consejeros no era otra que la mofa y el menosprecio a la ponente.
Así, cuando ésta dice que la televisión puede y debe contribuir a que se alcancen modelos deportivos no discriminatorios por razón de sexo, impregnando de valores sociales la difusión por encima de la rentabilidad económica, la oposición le contesta que la visión de la ponente es bastante torcida y sectaria, y que la mayor parte del texto sólo puede responder a una contemplación iluminista, pseudoreligiosa o casi mística sobre la diferenciación entre sexos. Por otra parte, cuando la integrante del consejo se refiere a que es necesario que los medios de comunicación incrementen la presencia del deporte femenino tanto en sus programas informativos como en sus retransmisiones, reflejando los logros y esfuerzos de las deportistas, los oponentes populares y andalucistas responden que la secta pone la palabra igualdad en el frontispicio de lo que sea y se arroga su uso exclusivo. Cuando la protagonista de la ponencia recomienda a la televisión pública de Andalucía que en su próximo contrato de programas contemple acciones específicas para visualizar el deporte femenino en Canal Sur y Canal Sur 2, ellos aseguran que la autora incurre en una de las formas más torticeras, prepotentes y mendaces de manipulación, opresión y dictadura, pues invaden la autonomía individual y tratan de imponer su visión alucinada de la realidad. Finalmente, cuando se refiere a que el Consejo Audiovisual considera que las instituciones públicas pueden y deben contribuir a incentivar la difusión del deporte femenino, ya que ésta depende de factores económicos como el patrocinio, andalucistas y populares avisan de que desean hacer constar su sospecha de que con igualdad de género la ponente se refiera al deseo inconfeso de establecer una equivalencia entre la petanca, por femenino, y el fútbol, por masculino.
Como han podido escuchar, el enfrentamiento entre las partes debió ser de los tensos y desagradables, porque de todas las respuestas se desprende un manifiesto menosprecio de la persona y de la política, sin importar mucho el contenido de su ponencia. Por último, cuando ésta pidió al Consejo Audiovisual de Andalucía que evitara la emisión de anuncios de contactos en la televisión pública, algo que está muy de moda especialmente en algunas nacionales y en casi todas las locales y regionales, en donde incluso se proyecta en abierto cine porno XXL, los representantes del Partido Andalucista y del Popular aseguraron que “se parte de una visión sesgada, llena de estrechos planteamientos paternalistas y de valoraciones más propias de una sufragista de pacata moral victoriana obsesionada por criminalizar a aquellas personas que pudiesen desear intercambiar libremente, mediante pago o no, sus flujos corporales, actividades sobre las que el consejo no debiera pronunciarse”.
Evidentemente, nos encontramos ante una situación absurda que salpica, lo quieran o no, a las mujeres de manera injusta, porque tienen todo el derecho del mundo a exigir participar en las emisiones deportivas de la televisión pública cuando el deporte que practican adquiera un mínimo de notoriedad, y más teniendo en cuenta que este medio de masas es fundamental para el incremento de participantes. De las respuestas a la ponencia se desprende un alarde machista que debía preocupar a las cúpulas dirigentes de ambos partidos si quieren salir airosos de un asunto que acabará pasándoles factura en cuanto los colectivos de mujeres estudien este enfrentamiento. Es evidente que no era necesaria tanta expresión rebuscada en libros de sinónimos o diccionarios de la lengua, tanto descalificativo y tanto menosprecio a la mujer., a no ser, claro, que el interés final residiera en ridiculizar a la ponente.
Así, cuando ésta dice que la televisión puede y debe contribuir a que se alcancen modelos deportivos no discriminatorios por razón de sexo, impregnando de valores sociales la difusión por encima de la rentabilidad económica, la oposición le contesta que la visión de la ponente es bastante torcida y sectaria, y que la mayor parte del texto sólo puede responder a una contemplación iluminista, pseudoreligiosa o casi mística sobre la diferenciación entre sexos. Por otra parte, cuando la integrante del consejo se refiere a que es necesario que los medios de comunicación incrementen la presencia del deporte femenino tanto en sus programas informativos como en sus retransmisiones, reflejando los logros y esfuerzos de las deportistas, los oponentes populares y andalucistas responden que la secta pone la palabra igualdad en el frontispicio de lo que sea y se arroga su uso exclusivo. Cuando la protagonista de la ponencia recomienda a la televisión pública de Andalucía que en su próximo contrato de programas contemple acciones específicas para visualizar el deporte femenino en Canal Sur y Canal Sur 2, ellos aseguran que la autora incurre en una de las formas más torticeras, prepotentes y mendaces de manipulación, opresión y dictadura, pues invaden la autonomía individual y tratan de imponer su visión alucinada de la realidad. Finalmente, cuando se refiere a que el Consejo Audiovisual considera que las instituciones públicas pueden y deben contribuir a incentivar la difusión del deporte femenino, ya que ésta depende de factores económicos como el patrocinio, andalucistas y populares avisan de que desean hacer constar su sospecha de que con igualdad de género la ponente se refiera al deseo inconfeso de establecer una equivalencia entre la petanca, por femenino, y el fútbol, por masculino.
Como han podido escuchar, el enfrentamiento entre las partes debió ser de los tensos y desagradables, porque de todas las respuestas se desprende un manifiesto menosprecio de la persona y de la política, sin importar mucho el contenido de su ponencia. Por último, cuando ésta pidió al Consejo Audiovisual de Andalucía que evitara la emisión de anuncios de contactos en la televisión pública, algo que está muy de moda especialmente en algunas nacionales y en casi todas las locales y regionales, en donde incluso se proyecta en abierto cine porno XXL, los representantes del Partido Andalucista y del Popular aseguraron que “se parte de una visión sesgada, llena de estrechos planteamientos paternalistas y de valoraciones más propias de una sufragista de pacata moral victoriana obsesionada por criminalizar a aquellas personas que pudiesen desear intercambiar libremente, mediante pago o no, sus flujos corporales, actividades sobre las que el consejo no debiera pronunciarse”.
Evidentemente, nos encontramos ante una situación absurda que salpica, lo quieran o no, a las mujeres de manera injusta, porque tienen todo el derecho del mundo a exigir participar en las emisiones deportivas de la televisión pública cuando el deporte que practican adquiera un mínimo de notoriedad, y más teniendo en cuenta que este medio de masas es fundamental para el incremento de participantes. De las respuestas a la ponencia se desprende un alarde machista que debía preocupar a las cúpulas dirigentes de ambos partidos si quieren salir airosos de un asunto que acabará pasándoles factura en cuanto los colectivos de mujeres estudien este enfrentamiento. Es evidente que no era necesaria tanta expresión rebuscada en libros de sinónimos o diccionarios de la lengua, tanto descalificativo y tanto menosprecio a la mujer., a no ser, claro, que el interés final residiera en ridiculizar a la ponente.