viernes, 24 de octubre de 2008

EL TRÁFICO NUESTRO DE CADA DÍA



Este mismo día de la semana pasada nos referíamos al calvario por el que pasaban los residentes en las calles Meloneras y, con menor intensidad, Velillos. Hoy hacemos lo propio, pero con una perspectiva muy diferente, ya que la Concejalía responsable, bien atendiendo nuestros razonamientos, las demandas de los vecinos o el sentido común, ha respondido con urgencia y ha eliminado el trasiego de vehículos que contabilizaban estas vías, ambas muy estrechas y con los residentes sometidos a salir de sus domicilios sólo cuando era estrictamente necesario. Evidentemente, se trataba de algo justo que debía atenderse en beneficio de la vecindad, que, por otra parte, es la misión que tienen encomendada los representantes que están al frente del Ayuntamiento.

Afortunadamente, el estado de las obras de la calle La Plaza anuncian que pronto llegarán a su fin y los conductores, que también en este tema tienen mucho que decir, se verán liberados de han recorrido inútil por extenso y peligroso, porque, recordemos, tienen que vérselas con una vía de comunicación saturada a cualquier hora y muy mal señalizada y, sobre todo, con una salida hacia la calle Pino, justo en el antiguo matadero, muy conflictiva y no menos peligrosa. Por lo tanto, la decisión municipal debemos valorarla como merece, es decir, por su rapidez y valentía, porque suponemos que no debe haber sido fácil decidir casi sobre la marcha el cierre al tráfico rodado de estas dos vías, y más teniendo en cuenta que, aparte de la calle Larga, eran las únicas que unían las calles Magdalenas y Pino.

De hecho, si lo ejecutado fuera un aviso de las verdaderas intenciones de la Concejalía de Tráfico con respecto a la circulación en nuestra ciudad, seríamos los primeros en situarnos a la cabeza de los agradecidos. Por lo tanto, y por si les sirve de algo a los técnicos que responden de esta delegación municipal, que se plantearan el actual itinerario que obliga a los vehículos provenientes de la calle Quintería (recuerden que no se trata sólo de los coches del aparcamiento, sino incluso de vehículos industriales de gran tamaño, aunque sus conductores hacen caso omiso de la señalización y salen por la calle Las Monjas) a recorrer la ciudad por calles serpenteantes, estrechas y con dos centros escolares de por medio, como es el caso del Capitán Cortés y La Salle. Ver la posibilidad de cambiar el actual sentido del tráfico de las calles Los Civiles y Ramón y Cajal estamos seguros de que aliviaría significativamente vías como las plazas de la Constitución y de España, y las calles La Feria, Argentina y Serpiente, todas ellas de unas dimensiones peligrosas cuando coinciden peatones y vehículos.

Para saber del actual estado de la circulación en nuestra ciudad, nada mejor que preguntar a quienes tienen que vérselas con ella diariamente. Es el caso de los conductores de taxis, de los repartidores y del autobús urbano y del transporte escolar, cualquiera de los cuales puede contar su particular enfrentamiento y las vueltas que deben dar hasta conseguir un lugar en donde poder dejar el vehículo para hacer sus respectivos trabajos, porque todos sabemos que encontrar un hueco en los vados de carga y descarga es difícil. Incluso los taxis tienen que vérselas con desaprensivos que no dudan en ocupar el espacio claramente delimitado de que disponen, y no menos las personas con discapacidad física que también cuentan con una zona acotada para sus vehículos.

Aunque la Concejalía se escuda en que detrás de sus decisiones hay una comisión de tráfico formada por técnicos y ciudadanos que las aprueban después de consensuarlas, sabemos que no es así. Al contrario, cuando se ha reunido, que ha sido una excepción, ha sido sin tiempo para tomar decisiones, es decir, que no han podido estudiarse las propuestas y responder acorde con su experiencia y conocimientos. De hecho, el caos circulatorio en el que nos desenvolvemos diariamente confirma lo que les decimos: que no se tiene en cuenta la opinión de nadie.