Hace unos días recibíamos un correo electrónico en el que una oyente tuvo la amabilidad de compartir sus inquietudes con nosotros, quejándose, creemos sinceramente que con toda razón, de las defecaciones de los perros que encuentra a su paso en la zona en la que vive, que es la barriada Virgen de la Cabeza, y también en la calle Menéndez Pidal. Concretamente nos decía, después de identificarse, que se ponía en contacto con nosotros para ver si le podíamos echar una mano, “aunque en realidad sería a toda la barriada Virgen de la Cabeza y la calle Menéndez Pidal, que es por donde normalmente me muevo”. Mi denuncia, nos decía en su correo, es que la gente parece no darse cuenta de los problemas y consecuencias que tiene el que sus animales hagan sus necesidades en las aceras, el asfalto y en los jardines. Deberían saber que hay muchos niños pequeños que lo pisan todo, que recogen lo que ven en el suelo e incluso en ocasiones se lo llevan a la boca. Sinceramente, insiste, ”es una situación muy incómoda, sucia y vergonzosa”. Nos dice que en la zona en la que se reside convive con unas 170 a 180 familias y que unas treinta de ellas tienen perro. Con excepciones, nos confirma en su correo que casi todos sus dueños permiten que hagan sus necesidades en plena calle sin impedírselo y, lo que es peor, sin retirarlas, lo que le lleva a plantearse por qué tienen que aguantar esta situación. Nos dice que a la puerta de su casa existen dos jardines grandes y un acerado no menos generoso y, sin embargo, salir de casa con el carrito del niño es observar un panorama patético que le obliga a ir esquivando la infinidad de cagadas que encuentra por todos lados. De hecho, insiste, “hay días en los que me veo obligada a dar la vuelta por otra calle, porque hasta huele fatal”. No percibe solución para este sucio y oloroso problema porque, anuncia, parece que no molesta a nadie. Asegura que no está en contra de estos animalitos porque le gustan y los aprecia como el que más, pero respetando el espacio que cada cual tiene asignado. Comprende que dan mucha compañía, que son listos, que se les llega a tomar cariño, pero que esto no legitima a sus dueños a no recoger sus defecaciones, y que debían ser conscientes de ello. Termina su carta con algunas preguntas y dudas; por ejemplo: que ¿cómo es posible que haya gente tan marrana y cochina?, o ¿por qué no permiten que defequen en sus casas, si están tan conformes?, o ¿acaso a ellos les gustaría que sus hijos tuvieran que convivir con tantas cagadas de perro en la calle por la que pasan a diario o en donde juegan?
Como ven, se trata de la carta de una ciudadana preocupada por la permisividad con la que la ciudad en general y la autoridad competente en particular observan cómo los perros hacen sus necesidades en la vía pública y que, ¡y ahí radica su justificada queja!, no las retiren al instante. ¿Cómo puede mirarse para otro lado cuando se trata de una acción que tiene lugar en toda la ciudad y, encima, cada día cuenta con más adeptos? Por el momento, los responsables del área municipal cuestionada envían de vez en cuando mensajes a la ciudadanía recordándoles que incurren en desacato cada vez que su perro defeca en la calle y no recogen sus excrementos, puesto que está expresamente prohibida esta práctica, pero no se ha preocupado de perseguirla y obligar a sus dueños o tutores a cumplir con esta exigencia municipal y, además, al pago de la sanción que supone desobedecer las ordenanzas municipales.
La carta, firmada por Yolanda, nos devuelve a una realidad que, quizá por estar acostumbrados a convivir con ella a diario, la arrinconamos a la espera de que alguien la erradique. Por el momento, y a las pruebas nos remitimos, la Concejalía responsable no ha estado a la altura de las necesidades de la ciudadanía. Ya veremos en qué acaba la queja, si en un nuevo bando recordándonos nuestras obligaciones, y ahí te las apañes, o controlarán las calles más concurridas por estos animales y sus dueños para evitar que continúe esta práctica. Ya veremos.