
Hoy es el Día Internacional del Mayor, que, por dejar las cosas en su sitio, debíamos decir de los mayores y así quedamos bien con los dos sexos. Como ven, una efemérides la mar de mayestática y no menos hipócrita, porque la realidad es que los mayores les importan poco a estos señores que, como trabajo visible, se dedicaron en su día a buscar qué celebrar todos los días del año y el día de hoy no tiene más significación que la que ustedes y nosotros podemos comprobar.
Los mayores siguen siendo los grandes olvidados en cualquiera de los foros en los que se discute el futuro de la humanidad, los que menos cuentan a la hora de distribuir la riqueza y los que menos reciben luego de haber pagado religiosamente las cuotas que le exigían los Estados y de haber contribuido con su inteligencia y esfuerzo a la mejora de las condiciones de vida de todos nosotros. Es más, en muchos casos ni siquiera en la familia son bien atendidos y, si quieren continuar conviviendo con los suyos y no verse arrinconados en un geriátrico o residencia para mayores, deben aceptar las condiciones que les imponen sin rechistar. No hace mucho nos referíamos precisamente a este tema, y decíamos entonces que el teléfono del mayor, activado especialmente para que estas personas denuncien lo que entienden que es negativo para ellos y ellas, contabilizó casi tres mil llamadas en los primeros seis meses del año. Y todas justificadas en los abusos y palizas a las que eran sometidos por sus propios familiares, que los vejaban siempre que tenían oportunidad y que no les permitirían usar de su libertad. Algunos incluso habían sido despojados de la vivienda que consiguieron con su esfuerzo de años y ahora debían compartirla, en precarias condiciones, con sus descendientes.
Esta es también la realidad de los mayores. Que no son todos, es verdad afortunadamente, pero sí una gran mayoría, y para quienes viven en estas condiciones debían activarse políticas que velaran por ellos. Si el teléfono del mayor va más allá de una simple encuesta, si de verdad sirve para exigir al maltratador respeto por sus padres o abuelos y recuperar para ellos el dinero de sus pensiones y la vivienda, lo validamos. Pero nos tememos que se trata de una puesta en escena más del ministerio o la consejería correspondiente que sólo busca justificar sus inversiones y no lo que de verdad importa a estas personas.
Por las mismas, si del Día Internacional de los Mayores podemos obtener beneficios que mejoren sus vidas, cualquier actuación que hagamos en su favor tendrá sentido. Pero, ¿quién controla algo tan exagerado? ¿Quién o quiénes se encargan de acumular pruebas para conocer la respuesta internacional que ha tenido esta celebración? Creemos que debían ser los Estados y sus legisladores los que implantaran sistemas o normas de obligado cumplimiento, en las que la figura del mayor recibiera los honores debidos a un trabajo casi siempre bien hecho y casi nunca en condiciones laborales idóneas. En nuestro caso, con una guerra civil sobre sus espaldas y un sistema de pensiones que ahora comienza tenerlos en cuenta, aunque sigue siendo insuficiente, más debíamos insistir en que el respeto y la consideración debidas estuvieran reflejadas en leyes y decretos.
La proximidad de algunos casos concretos, que hemos vivido muy de cerca y que aún nos tienen marcados, nos anima a rogarles a ustedes un gesto de agradecimiento a quienes han contribuido con todas sus fuerzas, y muchas y muchos se quedaron en esta lucha por el camino, a que hoy ustedes y nosotros disfrutemos, por ejemplo, de la democracia como sistema de gobierno y convivencia; o a que las relaciones laborales entre empresas y trabajadores estén controladas por organismos independientes; o a que la distribución de la riqueza sea más equitativa... Nos vamos recordando que un pueblo que se queda sin memoria tiene todas las papeletas para volverla a vivir.