Acabamos con la semana al mismo tiempo que lo hacemos con el mes de noviembre. A partir del lunes, cánticos, escaparates e incluso gestos y atenciones de personas que ni conocemos, pero que caen en las redes del mes más solidario y humano de todo el año. Diciembre ha sido, al menos desde que tenemos memoria, el de los reencuentros, el de las compras, el de las comidas y las fiestas. Es un período especialmente propicio para el replanteamiento de actitudes y comportamientos, es el mes escogido por la mayoría de las personas para hacerle saber a sus familiares y amigos que los quieren y que siempre estarán a su lado. Son los treinta y un día más solidarios de todo el ejercicio, la época del año en la que somos más desprendidos y participamos más activamente en solventar, aunque sea sólo por unos días, el hambre y los padecimientos de los demás. De hecho, y seguro que ustedes también, es en este tiempo cuando más escuchamos parabienes y sinceros deseos de paz y felicidad procedentes de todas partes.
Quizá este año, porque la crisis económica que padecemos acabará imponiendo sus condiciones y nos obligará a contener el gasto, escuchemos más que recibamos. Pero sabremos solventar los malos momentos que nos quedan por venir como siempre hemos sabido solucionar los problemas que se nos han venido encima: convencidos de que todo pasa y que los malos tiempos no se quedarán para siempre entre nosotros. Sin embargo, no conviene perder de vista que desde hace unos meses son muchos los trabajadores que han perdido sus empleos y que su situación, penosa e injusta, acabará influyendo en el ánimo de sus familiares y allegados, y que éstos a su vez harán lo propio en los ambientes en los que normalmente se desenvuelvan, con lo que sobre todos nosotros caerá la pesada losa de la preocupación por el porvenir. Es como una cadena, como una sucesión de acontecimientos que inevitablemente acabarán salpicándonos y, consecuentemente, marcándonos anímicamente cuando de celebrar acontecimientos como los que se desarrollan este mes se trata.
Quizá por todo esto, las navidades sean este año diferentes. A lo mejor no tanto de cara al exterior, de cara a la calle, como en familia, pero claramente diferenciadas de las que hemos vivido hasta ahora. Por tanto, saber de los problemas personales y económicos en los que se desenvolverán muchas familias de nuestra ciudad y estar prestos a mostrarles nuestro apoyo y nuestra ayuda, no parece que sea algo desproporcionado o que no podamos hacer. Y no crean que tratamos de pedirles ayuda económica para ellos o ellas; es mucho más sencillo que todo eso, puesto que a veces con que sepan que nos tienen cerca, que cuentan con nosotros para conseguir sus proyectos y echarles una mano que les sirva para reinventarse su futuro laboral, sea más que suficiente.
Quizá no seamos nosotros precisamente los más adecuados para recabar de personas tan generosas como ustedes que, con las prisas, permitan que se queden muy atrás quienes, cuando corrían tiempos mejores, formaban parte de nuestras amistades. Los que han perdido su puesto de trabajo, y créannos que son muchos, conocen más que de sobra sus posibilidades y están dispuestos a plantarle cara a la vida con tal de salir del agujero negro en el que, a veces por una mala gestión empresarial y otras porque el mercado se ha hundido, les han metido sin su participación ni consentimiento.
El parón económico que vive el mundo, del que tanto hablan políticos y empresarios, del que tanto parecen conocer tertulianos y columnistas y que tanta trascendencia y preocupación ha proporcionado a las familias, nos obligará a todos a resituarnos en el mercado laboral y muchos ni siquiera tomando esta decisión lo podrán conseguir en poco tiempo, pero hemos conocido tiempos peores y hemos sabido salir adelante. Convencidos de que lo peor de la crisis económica y de sus consecuencias es sufrirla en soledad, el mensaje que hoy queremos hacerles llegar es que nos preparemos especialmente este mes para compartirla con quienes la sufren, porque ocasiones no nos van a faltar. Una vez más, por tanto, debemos exigirnos sentido común y solidaridad.
Quizá este año, porque la crisis económica que padecemos acabará imponiendo sus condiciones y nos obligará a contener el gasto, escuchemos más que recibamos. Pero sabremos solventar los malos momentos que nos quedan por venir como siempre hemos sabido solucionar los problemas que se nos han venido encima: convencidos de que todo pasa y que los malos tiempos no se quedarán para siempre entre nosotros. Sin embargo, no conviene perder de vista que desde hace unos meses son muchos los trabajadores que han perdido sus empleos y que su situación, penosa e injusta, acabará influyendo en el ánimo de sus familiares y allegados, y que éstos a su vez harán lo propio en los ambientes en los que normalmente se desenvuelvan, con lo que sobre todos nosotros caerá la pesada losa de la preocupación por el porvenir. Es como una cadena, como una sucesión de acontecimientos que inevitablemente acabarán salpicándonos y, consecuentemente, marcándonos anímicamente cuando de celebrar acontecimientos como los que se desarrollan este mes se trata.
Quizá por todo esto, las navidades sean este año diferentes. A lo mejor no tanto de cara al exterior, de cara a la calle, como en familia, pero claramente diferenciadas de las que hemos vivido hasta ahora. Por tanto, saber de los problemas personales y económicos en los que se desenvolverán muchas familias de nuestra ciudad y estar prestos a mostrarles nuestro apoyo y nuestra ayuda, no parece que sea algo desproporcionado o que no podamos hacer. Y no crean que tratamos de pedirles ayuda económica para ellos o ellas; es mucho más sencillo que todo eso, puesto que a veces con que sepan que nos tienen cerca, que cuentan con nosotros para conseguir sus proyectos y echarles una mano que les sirva para reinventarse su futuro laboral, sea más que suficiente.
Quizá no seamos nosotros precisamente los más adecuados para recabar de personas tan generosas como ustedes que, con las prisas, permitan que se queden muy atrás quienes, cuando corrían tiempos mejores, formaban parte de nuestras amistades. Los que han perdido su puesto de trabajo, y créannos que son muchos, conocen más que de sobra sus posibilidades y están dispuestos a plantarle cara a la vida con tal de salir del agujero negro en el que, a veces por una mala gestión empresarial y otras porque el mercado se ha hundido, les han metido sin su participación ni consentimiento.
El parón económico que vive el mundo, del que tanto hablan políticos y empresarios, del que tanto parecen conocer tertulianos y columnistas y que tanta trascendencia y preocupación ha proporcionado a las familias, nos obligará a todos a resituarnos en el mercado laboral y muchos ni siquiera tomando esta decisión lo podrán conseguir en poco tiempo, pero hemos conocido tiempos peores y hemos sabido salir adelante. Convencidos de que lo peor de la crisis económica y de sus consecuencias es sufrirla en soledad, el mensaje que hoy queremos hacerles llegar es que nos preparemos especialmente este mes para compartirla con quienes la sufren, porque ocasiones no nos van a faltar. Una vez más, por tanto, debemos exigirnos sentido común y solidaridad.