En 1954, la Asamblea General de la ONU recomendó que todos los países instituyeran el Día Universal del Niño, fecha que se dedicaría a la fraternidad y a la comprensión entre los niños del mundo entero y se destinaría a actividades propias para promover el bienestar de los niños del mundo. La Asamblea sugirió a los gobiernos que celebraran el día en la fecha que cada uno de ellos estimara conveniente. El día 20 de noviembre marca la fecha en que la Asamblea aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959 y la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
En septiembre de 2000, durante la Cumbre del Milenio, los líderes mundiales elaboraron los ocho objetivos de desarrollo del Milenio, que abarcan desde la reducción a la mitad de la pobreza extrema hasta la detención de la propagación del sida y la consecución de la enseñanza primaria universal para el año 2015. Aunque los objetivos del Milenio están dirigidos a toda la humanidad, se refieren principalmente a la infancia. UNICEF nota que seis de los ocho objetivos incumben directamente a la infancia y que la realización de los dos últimos también traerá mejoras fundamentales a las vidas de los niños y niñas.
En el 42 aniversario de la declaración de los derechos de los niños, se aceptaron por todos los países estos diez puntos como de obligado cumplimiento:
El niño y la niña disfrutarán de todos los derechos de esta declaración, sin excepción alguna; tienen derecho a una protección; derecho a un nombre y a una nacionalidad; derecho a vivienda, alimentos, recreo y servicios adecuados. El niño y la niña con problemas físicos o mentales deben recibir tratamiento, educación y un cuidado especial. El niño y la niña, para el buen desarrollo de su personalidad, deben tener amor y comprensión; tienen derecho a recibir educación gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales; derecho a ser los primeros en recibir ayuda en caso de desastre. El niño y la niña deben ser protegidos contra toda forma de abandono, crueldad y explotación, y deben ser protegidos contra cualquier forma de discriminación racial, religión o de cualquier otra índole.
Evidentemente, se han dado grandes pasos hacia la normalización del papel de los menores en todo el mundo, pero pocos son los que no conocen que siguen siendo explotados incluso en países en los que la renta “per capita” no es precisamente de las más bajas. Si, como afirma el compromiso, para el 2015 la escolarización de los menores será completa y se habrá conseguido erradicar a los explotadores que los usan como bestias de carga y los obligan a descender a las minas en busca de mineral a cambio de una cama en un estercolero y comida basura, todos los esfuerzos serán dados como buenos, pero nos tememos que no será así, que seguirá siendo una utopía la consecución de estos objetivos. Algunos gobiernos, al mismo tiempo que asisten a asambleas de este tipo, en las que se toman acuerdos que se supone deben aceptar porque son aprobados por mayoría o unanimidad, permiten hipócrita y cínicamente que en sus respectivos países se explote a los pequeños por parte de negreros sin escrúpulos.
El hecho de que hoy los medios de comunicación dediquemos parte de nuestras tareas a reinventarnos derechos para los niños y las niñas, seguro que influirá en el ánimo de quienes practican este tipo de sofisticada tortura. Pero erradicarlos es un esfuerzo que sólo pueden interpretar los gobernantes del mundo, que son los que finalmente aprueban las leyes internacionales. Los que nos toca a nosotros es apoyar estas iniciativas y contribuir a que se cumplan.
Y recordemos que los abusos a los niños y los maltratos no nos quedan demasiado lejos. A veces los tenemos más cerca de lo que pensamos y no hacemos nada por evitarlos.