Se entiende que lo de no tener dinero para casi nada, lo primero que demanda es coherencia y austeridad en el gasto, y si el que se maneja es público, con más sentido. En el caso de nuestro Ayuntamiento, suponemos que eso es lo que habrá determinado que, cuando decidió dar autorización al grupo de teatro Diónisos para que representara “Don Juan Tenorio”, no pusiera en funcionamiento el sistema de calefacción que creemos está instalado. El resultado se lo pueden ustedes imaginar y es bueno que dejemos constancia de las críticas de los asistentes, que son, por otra parte, las que justifican el comentario de hoy. En cuanto al desarrollo de las representaciones teatrales, ha discurrido como se esperaba, con gran éxito para los actores y la dirección, y con un frío que heló a los asistentes, sobre todo a quienes la vieron a partir de la cuarta fila, además de los que deambulaban por el interior del teatro, como es el caso de los técnicos y de los actores.
Creemos que debería de buscarse la fórmula que permitiera, en todos los casos y sea quien sea el que use del teatro de todos y no del concejal responsable, que los asistentes no sufrieran semejante menosprecio y pudieran asistir al acontecimiento cómodos, sin necesidad de estar ocupando su localidad con prendas de abrigo porque el frío reinante en la sala no les permite desprenderse de ellas. Es más, si no es posible hacer uso de la calefacción por razones económicas, antes de negarles la autorización debía hablarse con los solicitantes exponiéndoles que son ellos y nadie más los que deben abonar la factura eléctrica que se derive del uso de la maquinaria. Además de sencillo es sincero y se hubiera evitado de esta forma el mal sabor de boca y el dolor de huesos y no pocos constipados que se han llevado algunos asistentes y muy especialmente los escolares que llegaron hasta nuestra ciudad para asistir expresamente a las representaciones de Diónisos. A la pregunta de qué les había parecido el “Don Juan Tenorio” del grupo local, su respuesta siempre fue la misma: frío, mucho frío, que, hasta que pudimos cerciorarnos de la intención de la sincera respuesta, creíamos que se trataba de una crítica directa a la supuesta frialdad con la que los actores habían representado la obra de Zorrilla.
En cuanto al grupo, decirles que estuvieron magníficos, que es lo mismo que decir en su línea habitual de trabajo y entrega. La puesta en escena, con un gran derroche de imaginación y profesionalidad, fue fundamental para el desarrollo y éxito de la obra. No podemos ni debemos excluir a nadie ni tampoco magnificar la labor de ninguno de ellos y ellas, porque finalmente es el trabajo de un equipo que confirma y reivindica públicamente su amor y pasión por el arte escénico de manera desprendida y altruista. En una sociedad tan materializada y deshumanizada, comprobar cómo personas de todas las edades y estamentos sociales se involucran en algo tan poco valorado entre nosotros como es el teatro, lo menos que se nos ocurre es mostrarles nuestra admiración. Ellas y ellos, sin ayudas ni apoyos políticos, y tampoco mediáticos, buscando tiempo de donde no tienen e incluso costeándose ropajes y decorados, nos muestran otra posibilidad más para el ocio y la cultura.
Conocido es de todos que Diónisos ha sufrido como pocos los empujones de una clase política que muestra una incultura funcional peligrosa para nuestro futuro como ciudad, que, aunque les pese, resulta ser cabecera de comarca y hacia ella miran los vecinos y vecinas de las ciudades colindantes en busca de espectáculos que les alivien del habitual tedio de poblaciones menores. Y precisamente por eso la cultura es un extraordinario vehículo económico del que obtener beneficios casi sin esfuerzo; y precisamente por eso las organizaciones empresariales que tienen que ver con el futuro de nuestra industria y el comercio debían ponerse al frente de las reivindicaciones ciudadanas que exigen una programación cultural durante todo el año y no coincidente con ferias y romerías, que eso, eso, lo hace cualquiera. La cultura es poco exigente, pero sí terriblemente sensible, y quizá por esto cualquier maltrato que le infrinjan lo recuerda de por vida. En el caso de nuestra ciudad, señores y señoras, no creemos sinceramente que nos perdone nunca.
Creemos que debería de buscarse la fórmula que permitiera, en todos los casos y sea quien sea el que use del teatro de todos y no del concejal responsable, que los asistentes no sufrieran semejante menosprecio y pudieran asistir al acontecimiento cómodos, sin necesidad de estar ocupando su localidad con prendas de abrigo porque el frío reinante en la sala no les permite desprenderse de ellas. Es más, si no es posible hacer uso de la calefacción por razones económicas, antes de negarles la autorización debía hablarse con los solicitantes exponiéndoles que son ellos y nadie más los que deben abonar la factura eléctrica que se derive del uso de la maquinaria. Además de sencillo es sincero y se hubiera evitado de esta forma el mal sabor de boca y el dolor de huesos y no pocos constipados que se han llevado algunos asistentes y muy especialmente los escolares que llegaron hasta nuestra ciudad para asistir expresamente a las representaciones de Diónisos. A la pregunta de qué les había parecido el “Don Juan Tenorio” del grupo local, su respuesta siempre fue la misma: frío, mucho frío, que, hasta que pudimos cerciorarnos de la intención de la sincera respuesta, creíamos que se trataba de una crítica directa a la supuesta frialdad con la que los actores habían representado la obra de Zorrilla.
En cuanto al grupo, decirles que estuvieron magníficos, que es lo mismo que decir en su línea habitual de trabajo y entrega. La puesta en escena, con un gran derroche de imaginación y profesionalidad, fue fundamental para el desarrollo y éxito de la obra. No podemos ni debemos excluir a nadie ni tampoco magnificar la labor de ninguno de ellos y ellas, porque finalmente es el trabajo de un equipo que confirma y reivindica públicamente su amor y pasión por el arte escénico de manera desprendida y altruista. En una sociedad tan materializada y deshumanizada, comprobar cómo personas de todas las edades y estamentos sociales se involucran en algo tan poco valorado entre nosotros como es el teatro, lo menos que se nos ocurre es mostrarles nuestra admiración. Ellas y ellos, sin ayudas ni apoyos políticos, y tampoco mediáticos, buscando tiempo de donde no tienen e incluso costeándose ropajes y decorados, nos muestran otra posibilidad más para el ocio y la cultura.
Conocido es de todos que Diónisos ha sufrido como pocos los empujones de una clase política que muestra una incultura funcional peligrosa para nuestro futuro como ciudad, que, aunque les pese, resulta ser cabecera de comarca y hacia ella miran los vecinos y vecinas de las ciudades colindantes en busca de espectáculos que les alivien del habitual tedio de poblaciones menores. Y precisamente por eso la cultura es un extraordinario vehículo económico del que obtener beneficios casi sin esfuerzo; y precisamente por eso las organizaciones empresariales que tienen que ver con el futuro de nuestra industria y el comercio debían ponerse al frente de las reivindicaciones ciudadanas que exigen una programación cultural durante todo el año y no coincidente con ferias y romerías, que eso, eso, lo hace cualquiera. La cultura es poco exigente, pero sí terriblemente sensible, y quizá por esto cualquier maltrato que le infrinjan lo recuerda de por vida. En el caso de nuestra ciudad, señores y señoras, no creemos sinceramente que nos perdone nunca.