De nuevo viernes. Llegamos al final de esta corta semana (recuerden que la iniciamos, laboralmente hablando, el martes), mirando más el día 22 que al sábado y el domingo como días propios de relax y descanso. El sorteo del gordo y el del niño, que son las citas anuales que cuentan con el apoyo masivo de la práctica totalidad de la población, tienen a medio mundo pendiente de los décimos de lotería que han adquirido o que les han regalado, rogando a santos y bienhechoras que les echen una mano este año, que no están las cosas del trabajo y de la economía para tirar cohetes. Con diferencia, dicen los estudiosos de este tipo de fenómenos sociales, este año los sorteos estrella, que es lo mismo que decir que el Erario Público o el Estado, han conseguido captar a un mayor número de apostantes. Parece que los tiempos que corren han despertado el interés de muchos de nosotros en la caza y captura de un premio que nos permitiera cruzar el río de la crisis sin necesidad de barca. Tanto, que hasta las asociaciones de ludópatas en rehabilitación se han quejado ante las autoridades invitándoles a que reduzcan la publicidad lo máximo que puedan, con el fin de evitar la peligrosa invitación que se hace a favor de la participación masiva.
Miles de millones de euros dicen que se sortearán y más miles de millones de euros habremos invertido en la adquisición de números de terminaciones extrañas y caprichosas: que si la edad de Cristo, que si la fecha de nacimiento de los hijos, o el número de la calle en donde vivimos, o la matrícula del coche, o la fecha que acabamos el servicio militar... Los hay para todos los gustos, y tampoco faltan los que buscan con desesperación los raros, los que nadie quiere, todos los ceros o los que sólo contienen un número entre los cuatro ceros, amén de acudir a donde se haya producido una desgracia durante el año por el popular convencimiento de que será allí donde caerá el premio mayor... Evidentemente, los supersticiosos tienen en estos sorteos infinidad de posibilidades para conseguir apaciguar sus ánimos, aunque luego, como viene ocurriendo casi desde siempre, el premio gordo caerá en donde menos se espera.
No obstante, como tocar, toca, como finalmente estos grandes y esperados sorteos no siempre enriquecerán a quienes más lo necesitan, de lo que se trata es de adquirir algún décimo y alguna que otra participación de las miles que nos ofrecen en casi todos los establecimientos, por si acaso. Los que tienen memoria y conocen los entresijos de los sorteos de lotería en general y los del gordo y del niño en particular, aseguran que éstos se conocen entre los apostantes como “los de la salud”. La razón: que, una vez conocido el resultado y comprobado que no hemos sido tocados por la suerte, siempre acabamos diciendo la misma frase: “Yo lo que quiero es tener salud; lo del dinero me da igual”. Está claro que es una forma más o menos valiente de aceptar la derrota y de no caer en la tentación de lamentarnos, al menos en público, pero que esconde una terrible frustración para los sueños ydeseos que habíamos postergado hasta conocer el resultado.
Usando el viejo refrán que asegura que “mientras hay vida, hay esperanza”, este fin de semana nos echaremos a la espalda algo más que el descanso, y buscaremos entre los números que tenemos para estos dos sorteos aquellos que creamos más próximos al número del gordo que saldrá la mañana del lunes día 22. Los llevaremos con nosotros al santo o la santa de nuestra devoción, los pasaremos por la espalda de quien conocemos que la tiene milagrosa, o por la barriga de la embarazada, que aseguran posee vibraciones positivas. Caeremos en los mismos errores de siempre, pero lo haremos con ganas y convencidos de su positivo resultado. Y no les decimos nada si finalmente alguno de estos números resulta agraciado, porque entonces la santa o el santo, la espalda del amigo o la barriga de la chica serán para nosotros y para los sorteos que nos queden por vivir como un amuleto sagrado al que hay que mimar. El problema lo tendrá la embarazada, que estará en la obligación de quedar encinta todos los años...
Aún queda once días para que el cansino canturreo de los niños y niñas del colegio de san Ildefonso inunde la mañana del lunes y todavía disponemos de tiempo para seguir invirtiendo. Algunos se superarán a sí mismos jugándose un poco más que años anteriores y lo harán en la creencia de que esta vez sí, de que este año será el de su suerte. Nosotros desde aquí lo deseamos tanto como ellos. Ojalá, ojalá, ocurra el milagro.