lunes, 12 de enero de 2009

EL MUNDO MANTIENE SU HABITUAL DEMENCIA



Recuperamos nuestra habitual tarea informativa justo al inicio de la cuesta de enero, un período de tiempo que viene con el matasellos de “o te ajustas el cinturón o estás perdido”. Luego resulta que la realmente complicada es la de febrero, que, aunque más corta, acumula aún el desgaste propio de diciembre y enero. La de marzo, que desde siempre la hemos tomado con suavidad, parece que la crisis económica que nos acompañada desde el verano del año pasado, viene a complicar esta tendencia y todo indica que nos costará bastante más de lo habitual superarla. De hecho, convencidos estamos que este año no dispondremos ni siquiera de un mes para la relajación y deberemos recorrerlo sujetando las bridas del control del gasto en todo momento, si no queremos complicarnos aún más la existencia. Todas las crisis económicas tienen el mismo origen y el mismo fin, y todas también acaban sufriéndolas los que menos tienen, precisamente los que más confían en el milagro y o en lo divino, quizá porque se vean incapaces de superar momentos tan complicados y amargos por sí solos.

Mientras tanto, por si al panorama le faltara alguna guinda que añadirle, la guerra que han organizado palestinos y judíos amenaza al mundo con extenderse. Lo que han conseguido por el momento ha sido que nos salpique la sangre de los miles de inocentes caídos por este desastre sin que organizaciones como las Naciones Unidas hayan sido capaces de imponer su control deteniendo una masacre sin sentido, horrible por demás e inútil. Una vez más surge la pregunta sobre el papel de la ONU y el por qué de su existencia. Si es verdad que lo suyo es controlar al mundo y vigilar que nadie se exceda en sus atribuciones, especialmente en lo que tiene relación con la soberanía de los países libres, ¿cómo es posible que ante semejante muestra de barbarie como la que vemos se desarrolla en tierras israelíes y palestinas, no haya sido capaz de organizar algo más que la ayuda humanitaria que encabeza? ¿Cómo debemos interpretar lo del derecho al veto, que posibilita que el país que dispone de él pueda rechazar lo que el resto de países que forman parte de la comisión de seguridad han aprobado unánimemente? Es tan deshonroso su papel frente a los excesos y abusos de naciones y de personas, que ni siquiera sus mandatos acerca de territorios o de guerras son atendidos, y menos aún aceptados. Por lo tanto, si nos preguntamos el por qué de su existencia lo hacemos razonándolo, ya que cuando se instituye un organismo que tiene como misión el control del mundo, lo menos que puede hacer es confirmarlo en cada decisión que tome. Si no es así, sencillamente es que no sirve para nada.

A todo esto, el resto de la humanidad, incluidas las Iglesias con responsabilidad en las almas de sus millones de incondicionales, guarda un preocupante y escandaloso silencio. Es evidente que aquel viejo refrán de asegura que “a río revuelto, ganancia de pescadores”, mantiene firme su intencionalidad analítica, porque sabemos que alrededor de cualquier guerra se generan pingües beneficios, especialmente para las naciones fabricantes de armas y de quienes trafican con ellas. Y luego está lo de la reconstrucción de ciudades y territorios, tarea en la que nos hemos encontrado, y no una sola vez, a empresas de los mismos países que han organizado el enfrentamiento armado, y no tenemos que irnos muy lejos en busca de algunas de ellas, porque incluso a nuestro país, que optó por la recuperación de Iraq apoyando previamente la invasión, luego le saldría el tiro por la culata a sus promotores.

El antagonismo entre judíos y palestinos viene tan de lejos como la seguridad que muestran los analistas afirmando que no acabará nunca. Las razones las proporcionan los propios acontecimientos, ya que las miles de muertes que se contabilizan entre los dos pueblos a causa de guerras y atentados terroristas, contribuyen contundentemente a la consolidación del odio más radical entre sus ciudadanos. Entre ellos, lo del la ley de diente por diente está más que asumida, y no podemos esperar milagro alguno que evite lo que está por venir. Y que nadie olvide que el resto del mundo musulmán, que supera con creces al católico-cristiano, cada día que pasa aguanta peor el sufrimiento y el asesinato de los suyos.