
No sabemos si se trata de una estrategia política concienzudamente programada o simplemente es cosa de la torpeza que muestran algunos integrantes del Partido Popular cuando de referirse a nuestra comunidad se trata, pero la realidad es que de vez en cuando, últimamente con más insistencia y contenido más agrio, nos alcanzan algunos de sus envenenados dardos sin que nada los justifique. La última llamarada la firma una parlamentaria catalana, según la cual, Magdalena Álvarez, a la sazón ministra de Fomento, tiene una voz de chiste. Por si le faltaba algún detalle a su desgraciado planteamiento verbal, le añadió que el presidente de la Junta de Andalucía, señor Chaves, supo en su día quitarse de en medio “esa cosa”, refiriéndose a la ministra, colocándola en el Gobierno de la nación. Ítem más, añadió algún adjetivo peyorativo que otro a nuestra forma de hablar, a nuestra lengua al fin y al cabo, dejando alto y claro que no damos la talla en el contexto nacional. Evidentemente, esta representante popular da por hecho que por hablar otra lengua es un ser superior y, cuando presume públicamente de ello, cae en el error de menospreciar al resto del mundo. Y como por esas tierras de mosén Tarradellas están convencidos de que los andaluces vivimos del cuento y especialmente de lo que ellas y ellos aportan a las arcas del Estado, difícil será erradicar la imagen que tienen de todo lo andaluz.
Confirmando lo anterior, a este caso debemos añadirle el que protagonizó hace unos meses Ana Mato, por entonces parlamentaria europea, quien, a su regreso a la política nacional como militante del Partido Popular por Aragón, aseguró sin ruborizarse que los niños andaluces son todos unos analfabetos. Y la señora se quedó tan pancha. Nadie de su partido, ni siquiera los que aquí desarrollan su labor política y mantienen sus objetivos personales con dinero andaluz, dijo nada a favor de un pueblo que ha sabido, quizá más que ningún otro, ganarse a pulso un puesto de prestigio en España. Sus compañeros hicieron oídos sordos a tan desafortunada aseveración y, que se sepa, ninguno le mostró la realidad de los menores andaluces, a años luz de la idea que tiene esta importante militante popular. A todo esto, recuerden el desgraciado parlamento que firmó un diputado de Esquerra Republicana de Cataluña, que vino a decir, en esta ocasión refiriéndose a los niños extremeños, que los catalanes harían bien si adoptaran a estos menores, según él, porque sus necesidades mínimas no estaban siendo cubiertas.
En el caso de Esquerra, la verdad es que al día siguiente nos llegó la solicitud de perdón firmada por el mismo parlamentario y su propio partido, reconociendo un exceso verbal absurdo y desde luego injustificado. En el caso de las dos representantes del Partido Popular, sólo para la ciudadana catalana ha habido una ridícula llamada al orden por parte de sus compañeros de partido en Andalucía, pero en el de Ana Mato aún esperamos sus disculpas, entre otras razones porque es una soberana mentira. Y cuando un partido político que tiene intención de gobernar nuestra autonomía y el Estado, firma este tipo de desatinos, es evidente que anda errante en busca del poder sin fijar con fuerza sus objetivos, porque no existe duda de que este tipo de mensajes no son precisamente los mejores que pueden enviarse a quienes pronto tendrán que pedir su apoyo. Y más cuando de todos es conocido que Andalucía se ha situado entre las autonomías más prestigiosas y con mejor futuro sin su ayuda, porque recordemos que durante los ocho años que estuvieron el frente del Gobierno de la nación, incluso con un vicepresidente como el señor Arenas, no miraron precisamente hacia nosotros para beneficiarnos en algo.
Aunque para algunos se trate de una situación menor, de un desliz al que no debe dársele mayor importancia, nosotros entendemos que estas apreciaciones expresadas en público forman parte de la idea general que el Partido Popular tiene de Andalucía y sus habitantes. La consigna debe ser que se cuide el fondo y la forma, que el mensaje nos llegue generando autoestima entre nosotros, pero como no todos aceptan de buena gana esta imposición, acaban por sacar los pies del plato y dicen lo que piensan. En realidad, bien visto lo ocurrido, lo que debíamos hacer es darles las gracias por su sinceridad.
Confirmando lo anterior, a este caso debemos añadirle el que protagonizó hace unos meses Ana Mato, por entonces parlamentaria europea, quien, a su regreso a la política nacional como militante del Partido Popular por Aragón, aseguró sin ruborizarse que los niños andaluces son todos unos analfabetos. Y la señora se quedó tan pancha. Nadie de su partido, ni siquiera los que aquí desarrollan su labor política y mantienen sus objetivos personales con dinero andaluz, dijo nada a favor de un pueblo que ha sabido, quizá más que ningún otro, ganarse a pulso un puesto de prestigio en España. Sus compañeros hicieron oídos sordos a tan desafortunada aseveración y, que se sepa, ninguno le mostró la realidad de los menores andaluces, a años luz de la idea que tiene esta importante militante popular. A todo esto, recuerden el desgraciado parlamento que firmó un diputado de Esquerra Republicana de Cataluña, que vino a decir, en esta ocasión refiriéndose a los niños extremeños, que los catalanes harían bien si adoptaran a estos menores, según él, porque sus necesidades mínimas no estaban siendo cubiertas.
En el caso de Esquerra, la verdad es que al día siguiente nos llegó la solicitud de perdón firmada por el mismo parlamentario y su propio partido, reconociendo un exceso verbal absurdo y desde luego injustificado. En el caso de las dos representantes del Partido Popular, sólo para la ciudadana catalana ha habido una ridícula llamada al orden por parte de sus compañeros de partido en Andalucía, pero en el de Ana Mato aún esperamos sus disculpas, entre otras razones porque es una soberana mentira. Y cuando un partido político que tiene intención de gobernar nuestra autonomía y el Estado, firma este tipo de desatinos, es evidente que anda errante en busca del poder sin fijar con fuerza sus objetivos, porque no existe duda de que este tipo de mensajes no son precisamente los mejores que pueden enviarse a quienes pronto tendrán que pedir su apoyo. Y más cuando de todos es conocido que Andalucía se ha situado entre las autonomías más prestigiosas y con mejor futuro sin su ayuda, porque recordemos que durante los ocho años que estuvieron el frente del Gobierno de la nación, incluso con un vicepresidente como el señor Arenas, no miraron precisamente hacia nosotros para beneficiarnos en algo.
Aunque para algunos se trate de una situación menor, de un desliz al que no debe dársele mayor importancia, nosotros entendemos que estas apreciaciones expresadas en público forman parte de la idea general que el Partido Popular tiene de Andalucía y sus habitantes. La consigna debe ser que se cuide el fondo y la forma, que el mensaje nos llegue generando autoestima entre nosotros, pero como no todos aceptan de buena gana esta imposición, acaban por sacar los pies del plato y dicen lo que piensan. En realidad, bien visto lo ocurrido, lo que debíamos hacer es darles las gracias por su sinceridad.