jueves, 5 de febrero de 2009

MALOS TIEMPOS PARA EL OLIVAR Y SUS CULTIVADORES



Como aseguran los viejos del lugar y corrobora el refranero popular, los males no vienen solos. Y un buen ejemplo de ello podía ser la crisis económica internacional que padecemos, que nos llega acompañada de otra no menos importante, al menos para nuestra tierra, porque el aceite que aquí se produce anda errante en busca de compradores capaces de pagar por él lo que en realidad vale. Es tanto el mal que se le está haciendo al oro líquido, que la práctica totalidad de las organizaciones agrícolas se han echado a la calle en busca de apoyos sociales y políticos que le permitan remontar lo que por el momento no anuncia buenos augurios; unas, con el único objetivo del campo y los agricultores, y otras, además, intentando dañar a las instituciones. La clase política, especialmente la Junta de Andalucía, insiste en que sólo la unión de los hombres y las mujeres del campo podría acabar con el compadreo de las multinacionales, que han acabado haciéndose con el mercado y, consecuentemente, marcando los precios. Para nosotros, y por poco que se entienda de economía de mercado, lo que evidencia la situación es que las grandes marcas están haciendo su agosto con el aceite de oliva, y que por el momento no muestran ni siquiera ganas de sentarse a dialogar.

Por lo tanto, aprovechándose descaradamente de la situación general del campo, en la mayoría de los casos en manos de personas poco conocedoras de los entresijos legales, y casi siempre necesitados de dinero para reinvertir en sus fincas, estos gigantes del mercado han ido arrinconando las demandas del mundo agrario y desde hace años prácticamente son simples monigotes en sus manos. Los sindicatos, que por fin parece que han cogido el paso, lo primero que han hecho es reclamar ante las instituciones políticas, aunque éstas aseguran que poco pueden hacer si se mantienen las fórmulas de comercialización del producto, que las califica de obsoletas y muy alejadas de la realidad del mercado. Y no creemos que se equivoquen del todo, porque con sólo echar un vistazo a nuestro alrededor comprobamos que la unión de productores es por el momento un sueño de complicada realización. Y cuando entre vecinos no existe confianza, no alcanzan un acuerdo quienes tienen sus propiedades agrícolas separadas a veces por un carril, y que finalmente acaban creando su propia almazara o comparten su producción con una cooperativa diferente, se entiende que la situación que viven ahora parece una mala consecuencia de una nefasta gestión, ya que con sólo poner en práctica la máxima de divide y vencerás, la mitad del camino está andado.
Conseguir la implantación de una gran comercializadora, elegir un nombre común para una denominación de origen fuerte y económicamente preparada, y tener una sola voz en todos los foros que se mantengan con los compradores, parece que ayudaría a defender la auténtica realidad económica de nuestra tierra, porque recordemos que la provincia de Jaén, además de ser la primera productora de aceite de oliva frente al mundo, basa la práctica totalidad de su poder económico en la producción de este fruto. Del campo de Jaén se han aprovechado todos los que se lo han propuesto, desde la banca a las multinacionales comercializadoras, que encuentran en este mercado todo tipo de facilidades para obtener un gran rendimiento económico sin mucho esfuerzo y sin exponer grandes sumas de dinero que no puedan recuperar. El Estado, que pone la mano sin rubor ni remilgos y se lleva buena parte de los beneficios que consiguen los agricultores del rendimiento de la oliva, está obligado a ponerse al frente de una crisis que, de mantenerse, puede acabar con el cultivo del olivar y, por tanto, con el “modus vivendi” de miles de personas. La capacidad de control de las instituciones, y su posibilidad de organizar todo tipo de encuentros y de ellos obtener las nuevas políticas en las que están obligados a desenvolverse unos y otros, es urgente que entre a participar en lo que por el momento es una lucha con un claro perdedor: el campo. Y los que estamos fuera, los que observamos la particular crisis del olivar como si nada tuviera que ver con nosotros, cuanto antes mostremos nuestra solidaridad mejor para todos.