lunes, 9 de marzo de 2009

LA CONMEMORACIÓN DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER HA PASADO SIN PENA NI GLORIA: TODO SIGUE IGUAL



Como han podido comprobar, el día internacional de la mujer ha sido ser observado desde lejos, con escasa o nula implicación de personas y entidades, y usado en muchos casos sólo como una noticia que se repite cada año, y poco más. Sólo si se hubiera producido el asesinato de una mujer justo en su conmemoración, a alguien se le hubiera ocurrido unir el suceso con el evento y obtener así un paralelismo del que conseguir algo de brillantez informativa. No debemos extrañarnos porque así viene ocurriendo desde hace años y casi nadie percibe en esta dejadez un intencionado olvido y sí el delicado trabajo de una apasionadora que todo lo puede. Cierto que hemos escuchado y leído algunas frases o discursos repletos de intenciones y atinadas afirmaciones, pero seguimos en las mismas en cuanto al problema de la mujer, que, por encima de cualquier otra necesidad, demanda la implicación de la sociedad, a la que le pide comprensión y solidaridad para una situación que ha dejado de ser un fenómeno personal para convertirse casi en una epidemia.

Por supuesto, las y los que tienen responsabilidad política no han faltado a la cita de todos los años y han confeccionado un apretado programa de actuaciones y oratorias que han visto la luz en todos los medios de comunicación. Las mujeres que sufren malos tratos, como ustedes y nosotros, habrán asistido al espectáculo mediático de todos los 8 de marzo buscando la idoneidad de la oferta y, sintiéndolo mucho, han vuelto a escuchar lo mismo de siempre. Mientras tanto, la tragedia personal y familiar sigue su curso, porque a estas alturas de una situación harto conocida, no hemos sido capaces de hallar las fórmulas que les permitan huir en busca de libertad y, además, poder hacerlo con seguridad para ellas y el resto de la familia. Por ejemplo, aún no se han encontrado fórmulas de financiación para su sostenibilidad, como tampoco se ha conseguido el trabajo inmediato que las mujeres que dependían del maltratador necesitan para subsistir ahora que viven solas. La clase política, que está obligada a dar ejemplo de coherencia y solidaridad, sigue enzarzada en disquisiciones y enfrentamientos mientras asistimos atónitos a lo que a nosotros nos parece una permisividad administrativa muy peligrosa, ya que cuando el maltratador ha sido denunciado y la orden de alejamiento expedida, que se produzca un ataque sobre la mujer con causa de muerte nos parece una barbaridad y una objetiva dejación de funciones, si no en todos los casos, porque seríamos injustos, sí al menos en algunos de ellos.

Por otra parte, recordemos a la mujer maltratada que en muchos casos es ella la única responsable de su propia muerte, porque una y mil veces vuelve a las garras del compañero cuando éste le pide perdón y le jura que no volverá a levantarle la mano para partirle la cara. Que ocurra una primera vez ya es preocupante y un inútil acto de generosidad, pero que esta situación se produzca cuantas veces lo quiera el hombre de la casa, como les gusta a estos desalmados autodenominarse, supone una autorización tácita para el maltratador para seguir en la tarea de romperle todos los huesos. Y la misma circunstancia se da cuando no denuncia las palizas y disimula los hematomas que esconde por todo su cuerpo, suponemos que esperando el milagro del cambio, es decir, que su compañero recupere el sentido común y el supuesto amor que le tenía cuando lo conoció y decidieron compartir sus vidas.

Con todo, ha sido la mujer la que de verdad ha hecho algo por ella misma, la que ha presionado a la sociedad desde todos los frentes y la que ha conseguido de los partidos políticos su implicación en un problema que salpica a una gran mayoría de ellas. Queda por hacer sin duda lo más importante: aunar voluntades y criterios para cuando se necesite mandar a la cárcel a los maltratadores, que no debían acceder a instancias superiores para obtener una reducción de las penas echando mano de abogados de élite cuando lo que se juzga, se mire por donde se mire, es un asesinato. Y es que se da la circunstancia de que precisamente la que podía culparle y defenderse de su compañero, no puede porque el que busca una reducción de la primera condena le quitó la vida. La Justicia adquiere en estos casos un protagonismo que influye enormemente en la percepción que se tiene en la calle de lo que debe ser el enjuiciamiento de un criminal, y si no es capaz por sí misma de no perder de vista lo que en realidad se juzga, que sean los partidos políticos los que pongan orden en donde tanto descontrol se aprecia.