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La historia que compartimos hoy con ustedes quizá no tenga mayor trascendencia y le estemos dando demasiada importancia. Sin embargo, por estar tan de moda los teléfonos móviles, por saber que algunos los usan para grabar palizas y borracheras para luego colgarlas en las redes sociales, y porque estamos convencidos de que se trata de un fenómeno social al que todavía no le hemos dado la importancia que realmente tiene, la hemos incorporado a nuestras tareas y se la contamos. Se trata de un joven de 19 años que ha sido detenido por un policía de paisano que le escuchó, mientras hacían en autobús el recorrido Málaga-Madrid, cómo contaba a través de su teléfono móvil que acababa de matar a un hombre. Así es. Este chico, quizá embargado por la locura que debe suponer asesinar a alguien o simplemente porque estaba convencido de que su historia era mejor que la de cualquier otro amigo o compañero, no pudo aguantar el silencio que suponemos exigen estos actos y se puso en contacto desde el autobús, camino de la capital de España, con un amigo para contarle que en esos momentos iba hacia Madrid porque había asesinado a un hombre. Y se lo cuenta con todo tipo de detalles y delante de un pasajero que está en el asiento de al lado y que resultó ser un policía de paisano, y al que no conocía de nada.
Desde luego, de lo que estamos seguros de que no hubiera sido descubierto por esta causa si no hubiera usado el móvil, porque, además de ser un asesino con todas las de la ley, es un imbécil de tomo y lomo. Los teléfonos móviles o celulares, como los llaman y conocen en algunos países sudamericanos, han supuesto un gran paso adelante en el terreno de las comunicaciones entre personas, pero es evidente que el mal uso que algunos le damos supera con creces la ficción. Por el momento, el debate sobre el sí o el no de los móviles se encuentra en una situación preocupante, ya que mientras las compañías telefónicas hacen todo lo posible porque dependamos de ellos, en la familia no deja de ser un problema al que aún no se le ha dado solución, o al menos no del todo. Y es que hoy este aparatito está en manos de los niños como si de un juguete se tratara y sin que por el momento se haya podido justificar la razón. Para unos, que de esta forma están controlados o pueden pedir ayuda cuando la necesiten; para otros, que antes que dotarlos de un móvil lo que debe hacerse es convencerles de otras necesidades más reales y más ligadas a su edad.
Nos encontramos, por tanto, en pleno debate y les podemos asegurar que así seguiremos por muchos años y con final incierto, porque lo que no permitirán por nada del mundo las empresas que se dedican a la explotación de esos aparatos es que decaigan las ventas. Y como el enfrentamiento entre las partes tiene lugar en un mercado libre y una de ellas, además, tiene algo que a nosotros nos falta y que no es otra cosa que dinero, mucho dinero, parece que el perdedor está anunciado con tiempo. No obstante, como en todas las guerras aparentemente perdidas no faltan las estrategias caseras que tan buenos resultados han dado a lo largo de la historia y que se basan fundamentalmente en el control que debe hacerse del dinero que reciben los menores, y en ningún caso aceptar que los gastos de sus teléfonos corra de nuestra cuenta, quizá sea un buen principio. Para empezar, y no debe ser sencillo, nos parece una buena medida. Otra sería ponerse en manos de un profesional de la psicología y confiar en su juicio y poner en práctica sus recetas. Lo que nos ha contado la Policía sobre el caso del chico que salió de Málaga camino de Madrid después de haber cometido un crimen, si no fuera porque la noticia nos llega con el sello oficial del Cuerpo, no la hubiéramos creído de ninguna de las maneras. Pero ha ocurrido y nos dibuja el perfil de muchos jóvenes de hoy, incapaces de enfrentarse a sí mismos en momentos de tanta trascendencia para sus vidas como es la crisis económica y la falta de trabajo, y sí de echar mano del móvil y contarle al amigo que ha matado a un hombre o una menudencia absurda. En el caso que nos ocupa, está claro que el móvil, que suponemos debemos usarlo sólo para cosas útiles, ha cumplido a rajatabla con su papel, puesto que ha metido entre rejas a un asesino confeso. O que es lo mismo, a un imbécil de cuidado, porque hay que ser muy idota para contarle a un amigo por teléfono y en público el relato del asesinato.