miércoles, 11 de mayo de 2011

ALGUNAS SENTENCIAS JUDICIALES NO CONTRIBUYEN A MEJORAR LA IMAGEN DE LA JUSTICIA


La noticia que recorre todo el país y que tiene su origen en una sentencia de la Audiencia provincial de Murcia, según la cual un conductor que cuando por fin fue detenido, mostró tasas de 0,45 y 0,43 gramos por litro de aire expirado, ha sido declarado inocente porque, según la sentencia que les comentamos, fue capaz de conducir con plena de pericia y velocidad mientras escapaba de los agentes que le perseguían. De acuerdo con ésta, para los magistrados firmantes del fallo, no importa que los policías reflejaran en el atestado que los síntomas externos que mostraba el conductor evidenciaban una altísima afectación alcohólica, como tampoco que huyera del control a lo largo de unos dos kilómetros, durante los cuales, rebasó todos los semáforos que encontró en su trayectoria incluso con luz roja, y derrapando en las curvas.

Así, lo que parece interesar a estos magistrados es que la persecución a que fue sometido no le supuso en ningún momento la pérdida del control del vehículo. De acuerdo con esta descripción e interpretación de los hechos, debemos entender que ha sido suficiente para concluir que no debía de ir tan ebrio como asegura la policía, y suficiente, por lo tanto, para retirarle al protagonista el delito de conducción bajo los efectos del alcohol. Tendremos que decir que no todo es tan sencillo y que las valoraciones que podamos hacer sobre este tema deberemos plantearlas desde la óptica de los magistrados. Para empezar, es necesario señalar que para ser condenado no basta con dar una tasa de alcohol superior a los 0,25 gramos, porque el delito como tal se comete automáticamente cuando se superan los 0,60, sino que además es necesario demostrar que el conductor tenía sus capacidades realmente afectadas por el consumo de esa sustancia. Esto es, que la bebida le hubiera producido alteraciones físicas o psíquicas que acrediten objetivamente que el infractor no estaba en condiciones de llevar un coche.

El caso que ha motivado esta sentencia, como ya les hemos adelantado, tuvo lugar en las calles de Murcia el 8 de abril del año pasado. Y se trata de un joven que no atendió las señales de los agentes locales que realizaban un control rutinario de alcoholemia y que acabó huyendo a toda velocidad. Los agentes, además de reflejar en el atestado las graves infracciones a la seguridad vial que habría cometido el conductor, señalaron que su aliento tenía olor a alcohol, que mostraba un deambular vacilante y que tenía el habla pastosa, así como que todas las pruebas de coordinación que le propusieron, como llevarse el dedo a la nariz o contarse los dedos de las manos, entre otras, no fue capaz de realizarlas correctamente.

Seguro que los magistrados que sentenciaron de esta forma al conductor ebrio y peligroso por como huyó de los agentes de la autoridad, habrán tenido razones jurídicas en las que basarse para lo que en la calle se entiende como un disparate. Y es así porque, entre otras consecuencias, habilita a miles de personas a plantearse seriamente si detenerse o no en un control de alcoholemia, una vez han comprobado cómo se las gastan estos jueces. Al mismo tiempo, la situación en la que dejan a los policías locales de la capital murciana no es precisamente la más adecuada para sus tareas, ya que después de jugarse la vida en la persecución, el juzgado decide que no es culpable de nada: ni de conducir ebrio, ni de superar con creces la velocidad permitida en las ciudades, de saltarse los semáforos, de derrapar en las curvas y rotondas, y de generar un serio peligro a los usuarios que en esos momentos circulaban por las mismas calles.

No seremos nosotros los que volvamos repetir las palabra del por entonces alcalde de Jerez, pero sí mostrar nuestra preocupación por cómo evoluciona la Justicia en nuestro país. Sólo hay que releerse esta sentencia, o las cientos ligadas a la violencia sobre las mujeres, a las que tienen como protagonistas a los menores y su relación familiar, o la que obliga en estos momentos a sentarse al juez Garzón en el banquillo de los acusados. Y luego lleguen ustedes a las conclusiones que más les agraden.