Esta semana culminará con una nueva corporación municipal en nuestro Ayuntamiento, independientemente de dónde caigan los votos. Dará igual que sigan los que están o que la ciudadanía decida el cambio, porque aunque algunos se estrenen y otros continúen con su proyecto, la realidad es que el salón de plenos será ocupado por recién llegados o recuperados por sus partidos de anteriores legislaturas. Así, a falta de una semana, los líderes de los respectivos partidos en liza ponen la maquinaria electoral a toda marcha, y estén seguros de que lo notarán, porque desde hoy y hasta el viernes, ya que el sábado es jornada de reflexión, seremos presionados sin compasión desde todos los frentes. Por lo demás, también los candidatos comparten la duda sobre el resultado que dará el recuento de las urnas, y aunque se muestren en público convencidos de su éxito, la realidad es que existen justificadas dudas sobre las intenciones del electorado, y no precisamente porque sus respectivos fieles los vayan a dejar tirados y sí porque el número de indecisos alcanza, de acuerdo con los datos de última hora, un número tan significativo como preocupante.
Evidentemente, es tiempo de promesas, que es lo mismo que decir que estamos en temporada de mentiras, y más cuando los que las han venido protagonizando estos últimos años, son conscientes de que les han dado resultado.
No les importa lo que les cuenten a los ciudadanos; lo que de verdad les interesa a estos mentirosos compulsivos es conseguir o mantener el poder, convencidos unos de que es el único cauce legal para mejorar la ciudad mientras otros lo que desean fervientemente es mantener su nivel de ingresos y las prebendas que han disfrutado hasta el momento. Desde luego y por lo que les contamos, lo que la ciudad debería sopesar es su futuro y no caer en el error de premiar con su voto a quienes intuyen que no serán capaces de mejorarles sus condiciones de vida, o sea y como simples ejemplos, seguridad laboral o trabajo, dependiendo de su situación personal; una oferta cultural tangible, consensuada y a la altura de la ciudad en la que vivimos; posibilidades reales de practicar deporte y, sobre todo, dignificar a los clubes que han hecho posible, sin ayuda económica ni atención oficial que atendiera sus demandas, además de desarrollarlo bajo presión y en pésimas condiciones técnicas, de engrandecer el nombre de la ciudad sin que hasta ahora se lo hayan agradecido; en definitiva, una ciudad más equipada a todos los niveles? Podíamos seguir, naturalmente, pero ¿para qué? No serían pocos los que entenderían que lo que en realidad queremos es condicionarles y convencerles de que deben cambiar su intención de voto. Y como en las municipales lo que se valora es la gestión y no a personas o partidos, ustedes mismos.
Lo evidente es que Andújar no pasa por su mejor momento. También es verdad que, como el resto del país, no ha podido eludir el golpe de la crisis, pero si tenemos en cuenta que el dinero que ha llegado a las arcas municipales ha sido más que suficiente, y que ha supuesto un hito histórico que, sin embargo, no ha sido valorado como merece, se debe exclusivamente a la actitud de políticos menores e interesados en echar por tierra las políticas que les dan hechas aunque luego se aprovechan de ellas sin ningún tipo de escrúpulos. O sea, que muerden la mano que les da de comer, que es lo último que se sirve entre los desagradecidos.