miércoles, 11 de enero de 2012

LAS ELECCIONES SON UNA COSA Y OTRA LA REALIDAD


No hace tanto que echamos mano de la misma narración que usaremos hoy para aproximarles a la situación en la que nos ha colocado la clase política en general y la nuestra en particular, y lo hacemos porque la creemos ajustadísima a lo que padecemos hoy y es posible que hasta nos sirva para abrirnos los ojos. El cuento, porque no otra cosa es, comienza el día en que fallece nuestro protagonista. Enseguida recibe la visita de todo tipo de seres superiores que le invitan a que haga uso de sus ofertas, porque, además de ser la mejor, le permitirán un eterno descanso divino y celestial. Uno de estos vendedores resulta ser ni más ni menos que Satanás, aunque ciertamente con un aspecto cambiadísimo a como nos han contado que es y con una educación exquisita. Y le expone a nuestro hombre las supuestas ventajas que encontrará en el Infierno con respecto al resto, especialmente la que le ha llegado de parte del Padre Supremo. Este hombre, indeciso, dudando de su capacidad para entender lo que le estaba ocurriendo, decide finalmente que antes de elegir la mejor debía conocerlas todas. Y así lo hace. Comienza un largo y no menos tedioso recorrido, y de todas ellas recibe mensajes de bienvenida plagados de ventajas.

El día que decide visitar el Cielo, que es como se conoce en la Tierra a la Casa de Dios allá en el éter, lo que ve no acaba de gustarle, ya que, amante que había sido de las juergas, observa demasiado silencio y rezos. Cuando acude a Satanás, éste le muestra un escaparate radicalmente distinto a lo que le habían contado de pequeño: mujeres hermosas, música actual, comida y bebida, y gente siempre presta a servirle. Con este panorama, su decisión final no parece que le costara mucho esfuerzo. Así fue: en unos segundos decidió que al día siguiente volvería con su equipaje al Infierno, y así se lo dijo al que lo atendió durante su visita. Pronto llegó el día y no se demoró ni un segundo, ya que lo que había observado le había trastornado el cerebro. Ansiaba incorporarse a las fiestas que había visto, departir con las chicas guapas que iban de un lugar a otro y comer y beber hasta caer rendido. Por eso la espera se le hizo larguísima.

Y llegó el gran día. Y llamó a las puertas enormes del Averno y su llamada fue atendida nada menos que por el mismísimo Satanás que le visitó cuando falleció. De entrada, no le gustó su forma de dirigirse a él, que fue agradable en el anterior encuentro, porque le gritaba insistentemente. Luego, el calor que salía de los cientos de oscuros túneles que observaba desde fuera, los gritos lastimeros que escuchaba por doquier y las penumbras infinitas que se intuían desde la puerta, fue la gota que colmó el vaso, y se digirió al Maligno razonándole la situación, ya que lo que veía e intuía no era lo que vio y palpó en la visita que hizo el día anterior. El jefe de todo aquello no tardó en responderle de forma sencilla y escueta. “Hijo, le dijo, pero es que, cuando te invité a venir a ver nuestras instalaciones, estábamos de elecciones. Hoy no, hoy no es tiempo electoral y lo que te hemos vendido ha sido un sueño”.

A partir de ese instante, la cruda realidad acabó imponiéndose y nuestro buen hombre suponemos que deberá andar aún vagando por los vericuetos del Infierno en busca de algo de paz y diversión, que seguro no ha encontrado aún.