Definitivamente, las tasas romeras han sido aprobadas. Evidentemente, no ha sido fácil y estamos convencidos de que los indignados romeros, que han hecho todo lo posible por evitar la aprobación del pleno del pasado jueves, tendrán en cuenta lo que entienden como una traición de su Ayuntamiento cuando éste les pida ayuda o comprensión para causas futuras. Nosotros nos posicionamos desde el primer día en el sí basándonos en una realidad que entendimos enseguida que asuntos de tanta envergadura e importancia económica debíamos compartirlos cuantos más mejor, porque el costo que representa para las arcas municipales es sencillamente insoportable, y más en tiempos como los que corren. Más de seiscientos mil euros anuales para la celebración de la romería que deben salir de nuestros bolsillos, porque este dato quizá no haya sido suficientemente detallado y debamos recordar a los que no están del todo convencidos, que lo paga el Ayuntamiento, pero es un dinero nuestro que proviene de nuestros impuestos y, tan necesitados que estamos de elementos imprescindibles, todo lo que suponga un ahorro debe ser bienvenido. Por lo tanto, sería conveniente entrar de lleno en el asunto y desenmarañarlo en favor de una mejor comprensión, no solo de quienes han mostrado su disconformidad, sino de toda la ciudadanía.
A nosotros se nos ocurre que, centrándonos en la estadística confeccionada por el equipo de gobierno, cuando menos debemos reflexionar antes de posicionarnos en el sí al pago o todo lo contrario. Luego, y como figura imprescindible cuando de valorar se trata, como asistentes habituales a la romería, obviar la contundencia que el paisaje nos ofrece durante y después que se levanta el campamento y nos marchamos prometiendo volver el año que viene, es como cerrar los ojos a lo que en poco tiempo nos deparará el futuro, porque la ruina del ecosistema no admite duda. Pues bien: toda la basura que se amontona a lo largo y ancho del terreno que ha sido ocupado durante estos días hay que retirarla, y esa operación representa un desembolso de muchos miles de euros que, volvemos a repetir, lo pagamos entre los que en Andújar vivimos. Con este argumento como situación disuasoria ante quienes no acaban de aceptar la aplicación de las tasas a partir de esta romería, creemos que debería ser suficiente para convencerles de que la necesidad debía superar cualquier obstáculo. El hecho de que seamos o representemos solo un cinco por ciento del total de las personas que acuden a la romería anualmente, por otra parte, nos debe animar aún más a entender la decisión municipal, ya que hasta ahora la ciudad ha venido soportando un gasto excesivo que disfrutan mayoritariamente las personas que vienen de fuera. Así las cosas, la distribución del gasto será más justa e incluso solidaria, sin que suponga, por otra parte, ningún tipo de clasificación previa, es decir, un costo para los de aquí y otro para los de fuera.
A partir de este punto quizá pudiéramos entrar de lleno en las tasas, convencidos de que en el detalle es posible que obtengamos una mejor planificación o distribución, ya que no son pocas las personas que acuden a la fiesta mariana con lo justo mientras otras muestran sus posibilidades económicas en público sin ningún tipo de pudor. Las tasas impuestas a las carretas, al caballo, a los vehículos, a las tiendas de campaña o los aparcamientos, que es otro capítulo de gran importancia, es posible que admitan retoques y que incluso podían resultar más justas, pero la única fórmula que conocemos si quiera para plantearlo no es otra que ponerse de acuerdo con la autoridad responsable de la medida, a la que debemos plantearle opiniones viables y basadas en la realidad y que se entiendan justas. De no ser así, de ir al enfrentamiento directamente, es posible que nos reporte satisfacción circunstancial, pero en ningún caso conseguiremos nuestro objetivo.