jueves, 22 de marzo de 2012

DEMASIADA RESPONSABILIDAD PARA GENTE POCO PREPARADA


Este fin de semana se dilucidará quién o quiénes serán los gestores de nuestra comunidad autónoma. Aunque hemos ido conociendo las previsiones sobre lo que ocurrirá en el recuento y al partido político que resultará más votado, no es menos cierto que incluso entre los populares, que vienen recibiendo felicitaciones adelantadas desde hace meses, no existe convicción real de lo que finalmente decidirá la ciudadanía. Por lo tanto, y en beneficio de la totalidad de las organizaciones políticas que concurren a estas elecciones, conviene dejarlo todo hasta la noche del domingo, que será cuando se dará oficialmente el nombre del ganador. Luego, como es habitual en democracia, algunos partidos, sumando y restando, quitando de aquí y poniendo allí, situándose de un lado o de otro, gestionando favores o exigiendo determinadas parcelas de poder, siempre de acuerdo con el número de votos que hayan recibido, formarán un gobierno que en realidad no responderá al interés ciudadano, pero sí al suyo. En la calle, ante semejante disparate, porque recordemos que no todos aceptan los acuerdos de gobierno y sí que gestione la comunidad el más votado, nos volveremos a sentir desamparados y con un miedo justificado por cómo será nuestro futuro.

A los políticos, más acostumbrados que están ellas y ellos a hacer y deshacer sin consulta previa a sus incondicionales, este detalle ni les preocupa ni les entorpece su natural dinamismo en busca de poder. De ahí que no sean pocos los que se dejen olvidado en el camino mensajes, ideología y vergüenza. Por encima de todo, les interesa ser algo en política, y como el resultado final del recuento no les ha sido nada beneficioso, por no decir escandalosamente pobre, una vez se saben imprescindibles para que otro partido pueda conseguir con su ayuda la mayoría en la asamblea, se unen a él aunque resulte estar situado en las antípodas de su mensaje e ideología. En realidad, les importamos muy poco, aunque no faltarán los que nos tachen de exagerados. A la vista está, sin embargo, que no han sido pocos los que, con un puñado de votos, han resultado ser finalmente los definitivos en casi todas las votaciones que se han presentado en senados y parlamentos. Gracias a Cataluña, por ejemplo, conocimos lo que significaba “la pinza” en política, porque hasta entonces para la mayoría era solo un elemento imprescindible en la colada doméstica. ¿De dónde si no iba a conseguir esta comunidad el esplendor y el equipamiento del que ahora presume y que tanto la diferencia del resto del país?

Desgraciadamente, la mayor parte de los pactos de gobierno no son así ni sus líderes tienen estas intenciones, ya que mayoritariamente suelen limitar a lo personal sus intereses y solo tratan de prosperar desde la mediocridad más absoluta y aprovechándose de todo lo que les proporcione algo de la vistosidad personal que tanto necesitan. Por supuesto que este tipo de perfil lo encontramos también en la vida diaria, pero la influencia que tendrían sus decisiones sobre nuestras vidas sería muy escasa y casi con toda seguridad evitables por nuestra parte. Todo lo contrario ocurre cuando la responsabilidad que debe desarrollar este personaje es en la política ligada a nosotros y a nuestro futuro, porque entonces nos vemos obligados a no aceptar de ninguna de las maneras que se den estas circunstancias tan funestas para la colectividad. Sin embargo, así ha sido y mucho nos tememos que seguirá siendo, porque una cosa es la imagen que nos ofrecen estos días y otra claramente diferenciada es la que adoptarán en cuanto se conozcan los resultados electorales. Entonces será cuando, casi con total seguridad, recordaremos aquella vieja frase o predicción de nuestros mayores que, ante la negativa a aceptar de buena gana su mandato, nos decían: “Ves que ahora no quieres sopas, pues acuérdate de que acabarás comiendo sopones”. Y lo peor es que acababan saliéndose con la suya y nos zampábamos los sopones que nos anunciaron con antelación.

Después de no pocas citas electorales, plantearse el voto convencidos de que ciertamente somos importantes para ellos y sus personales intereses, pero mucho más para nosotros, que nos jugamos algo más que el futuro de los que vienen detrás empujando, es lo menos que se nos ocurre. Claro que al mismo tiempo se impone conocer cuanto más mejor las intenciones de los que concurren, aunque sea verdad que luego hagan todo lo contrario, que esa es la otra gran decepción del electorado y lo que contribuye de forma significativa al aumento de la abstención.