La situación crítica en la que viven muchos de nuestros vecinos y vecinas, familias enteras que se han visto obligadas a acudir en busca de ayuda para cubrir sus mínimas necesidades de comida, aumenta desgraciadamente a pasos agigantados. Entre nosotros, de acuerdo con los datos que nos proporcionan y controlan las organizaciones de caridad y ayuda que conocemos, hemos superado las dos mil personas que carecen de lo más mínimo y que conviven en una sociedad a veces excesivamente ajena a esta realidad, que les arremete continuamente y que les vuelve la espalda con excesiva regularidad. Sin embargo, innegable es que corren tiempos en los que la solidaridad es imprescindible porque solo así será posible mantener a flote el barco en el que navegamos todos. Nunca como ahora aquello de hoy por ti y mañana por mí ha tenido tanta importancia y debemos de tenerlo en cuenta a la hora de compartir, incluso por un elemental egoísmo, ya que, visto lo visto, no debía extrañarnos que a no tardar cualquiera de nosotros estuviéramos en el lado de enfrente. De hecho, hace solo unos meses muchos eran los que ni de lejos pensaban verse en la situación en la que ahora se desenvuelven, viviendo con mucha escasez y faltos de recursos económicos, además de que no faltan los que añaden a su ya de por sí penuria económica el hecho de que deben grandes cantidades de dinero a las entidades bancarias.
La realidad es que el banco de alimentos que surte de comida a estas familias viene flaqueando desde hace unos meses y que ha llegado a un punto en el que no le es posible atender la creciente demanda que controla a diario. Y no solo porque ésta ha aumentado de forma muy importante, sino porque la llegada de alimentos a sus estanterías ha dejado de hacerlo con la fluidez de hace un año. Por lo tanto, nuevo problema que añadir a la ya de por sí limitada movilidad de esta organización, que se ve obligada a reducir la cantidad de comida que reparte para poder llegar a más familias. Y es que el trabajo que desarrollan ante las grandes cadenas de supermercados, ante familias pudientes y ante la sociedad en general, ha aumentado al tiempo que han descendido sus aportaciones, lo que suma un toque de desesperación colectivo que les hace flaquear en sus justas reivindicaciones y demandas de más ayuda, sencillamente porque son más personas necesitadas las que se unen a las ya contabilizadas.
Lo que percibimos desde fuera, evidentemente no es nada halagüeño si tenemos en cuenta que los tiempos que corren, y así lo ha anunciado el mismísimo Gobierno de la nación, empeorarán hasta el año próximo. Así, si tenemos en cuenta que aumentarán los desahucios, que irán más trabajadores a la calle, que la juventud sencillamente no tiene futuro y que las condiciones laborales de los que siguen trabajando se les han complicado, ya me dirán ustedes qué perspectivas tienen las personas que se dedican a echar una mano en estas organizaciones. Particularmente sabemos que son todoterrenos excepcionales, con una gran capacidad de adaptación a la realidad en la que viven y con una ilusión por lo que hacen que han conseguido a base de corazón. Pero todo tiene un límite y el momento en el que nos encontramos es precisamente uno de esos en los que plantearse parar o seguir puede echar abajo las escasas esperanzas que tienen muchas de las personas que acuden a ellos y ellas en busca de ánimo.
Aunque no faltan los que aseguran que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante, la verdad es que ha sido mucho el tiempo que hemos recorrido y cada vez con menos futuro, y eso es muy complicado de mantener sin caer en el desconsuelo y la desesperanza. Llegados a este punto, una vez más reclamamos, de quienes nos están escuchando ahora o nos leen, solidaridad. Para casos de este tipo no sirven los discursos rimbombantes y menos la palabrería con la que algunos gustan regalarnos. Hay que actuar y cuanto antes mejor, o al menos ponernos a disposición de estas personas y echar una mano donde nos necesiten, porque no sobra nadie. Por supuesto, para ellas y ellos nuestra consideración más sincera. Hace tiempo que buscamos un ejemplo al que equipararlos y les podemos asegurar que no lo hemos encontrado.