La próxima semana, concretamente el día 13, se convoca en todo el mundo el día internacional del cáncer de piel. Y como lo de las temperaturas ha activado de forma masiva la exposición al sol que solemos regalarnos cuando llega el buen tiempo, conviene no perder de vista que nos acechan enemigos concretos muy peligrosos y que conocerlos puede suponer evitar las enfermedades que nos proporcionan. Es el caso del cáncer de piel no melanoma, que es el tipo más común de cáncer de piel. Se le llama no melanoma, porque este grupo de tumores cancerosos comprende todos los tipos de cáncer de la piel, excepto uno: el menaloma maligno, que es el cáncer que se desarrolla a partir de los melanocitos. Sus principales causas las encontramos en la exposición excesiva a la radiación ultravioleta, cuya principal fuente es la luz solar. El grado de exposición a esta radiación depende de la intensidad de la luz, del tiempo de exposición y de si la piel ha estado protegida. Las personas que viven en áreas donde están expuestas todo el año a una luz solar intensa, como es nuestro caso, tienen mayor riesgo. Permanecer largo tiempo a la intemperie por motivos de trabajo o diversión sin protegerse con ropas adecuadas y protección solar aumenta el riesgo.
Por otra parte, las lámparas y cabinas bronceadoras son otras fuentes de radiación ultravioleta que pueden causar un mayor riesgo de desarrollar un cáncer de la piel no melanoma. Al mismo tiempo, existe riesgo en la exposición a ciertos productos químicos, como el arsénico, la brea industrial, la hulla, la parafina y ciertos tipos de aceites; la exposición a la radiación, como la producida por la radioterapia; las lesiones o inflamaciones graves o prolongadas de la piel, como pueden ser las quemaduras graves, la piel que recubre el área donde se produjo una infección ósea grave y la piel dañada por ciertas enfermedades inflamatorias. Éstos entre otros, porque no faltan enfermedades ya contraídas que, durante su curación, suelen ser proclives a la aparición del cáncer de piel, como podía ser la psoriasis y su tratamiento, el xeroderma pigmentoso o el síndrome del nevus.
La forma más importante de reducir el riesgo de desarrollar un cáncer de la piel no melanoma es evitar exponerse sin protección a los rayos solares u otras fuentes de luz ultravioleta. La manera más sencilla de evitar la exposición excesiva a la luz ultravioleta es mantenerse alejado del sol y a la sombra siempre que sea posible. Esto resulta particularmente importante al mediodía, cuando la luz ultravioleta es más intensa. También es muy importante que nos protejamos con la ropa, incluyendo una camisa y no estaría nada mal un sombrero de ala ancha. Por lo general, las telas de tejido apretado ofrecen la mejor protección contra el sol. Unas gafas de sol que ofrezcan una buena cobertura, con un porcentaje de absorción de rayos ultravioleta de un 99% a un 100%, protegen de forma óptima los ojos y el área de piel alrededor de los mismos. En cuanto al papel de las cremas de protección solar con un factor de protección 15 o más deberán usarse en áreas de la piel expuestas al sol, particularmente cuando la luz solar es intensa. Las personas de piel clara y las que se queman con facilidad deben aplicarse la loción antisolar y al aplicársela deben seguir siempre las instrucciones. Para que ésta sea eficaz debe aplicarse antes de exponerse al sol y usarse en todas las áreas de piel expuestas a la luz solar. Muchas lociones antisolares pierden eficacia cuando la persona suda o nada, y deben volverse a aplicar para que ofrezcan el máximo de protección. Se debe usar loción aunque el día esté brumoso o el cielo esté cubierto de nubes ligeras o poco compactas, ya que la luz ultravioleta puede atravesarlas. Finalmente, el uso de las cabinas debe controlarse, ya que la exposición excesiva a la luz ultravioleta puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de la piel.